El viaje de Marcelo Abdala en representación del Pit-Cnt para adherir enteramente al régimen de Maduro y expresar su solidaridad hacia lo que él llama «la revolución bolivariana», no debiera de haber sorprendido a nadie. Forma parte de los disparates comunistas a los que nos hemos ido acostumbrando en el país desde hace ya décadas.
La historia nos ha dejado decenas de ejemplos increíbles como este reciente de Abdala. La adhesión de los comunistas a la estrategia soviética en los años 30 y 40 cuando en Moscú lideraba como un zar el tirano Stalin, fue completa: desde el silencio cómplice al pacto nazi-comunista de 1939, hasta la posterior justificación de la extensión de la influencia de Moscú sobre bases no democráticas en toda Europa del Este.
En un año tan lejano como 1951, por ejemplo, cinco comunistas uruguayos viajaron a la Unión Soviética y volvieron maravillados. Uno de ellos, el ingeniero José Luis Massera, un matemático de renombre internacional, declaró a su llegada al país que «lo más hermoso que he visto allí es el hombre, el hombre soviético». Ni una palabra hubo sobre el horror de los gulags ni sobre la salvaje represión comunista cotidiana en la URSS.
Más cerca en el tiempo, los comunistas uruguayos incorporaron también a cuanta expresión de salvaje represión hubiera por parte de sus camaradas de partido en el mundo. Para ellos, el objetivo de la revolución estaba antes que cualquier otra cosa, y por supuesto que justificaron la represión en Alemania del Este y en Polonia en los años 50, la invasión de Hungría en 1956 y sus miles de asesinatos, o la sangrienta invasión de Checoslovaquia en 1968. En todas partes primó para los comunistas uruguayos lo que hoy se conoce como la pos verdad: en vez de atenerse a los hechos, inapelables, denunciaban conspiraciones imperialistas estadounidenses, argumentaban que las invasiones no eran tales sino que Moscú iba «en ayuda» del pueblo afectado, o dislates similares.
Esas campañas de mentiras sistemáticas también se han aplicado en Latinoamérica. No hace tanto, el dirigente comunista Lorier declaró que Cuba era una democracia ejemplar. Sin ruborizarse. Sin que fuera el remate de un mal chiste. Lo dijo porque forma parte de los dislates que los comunistas expresan sin ningún inconveniente, con la mayor seriedad y desparpajo. Se niegan así a aceptar la realidad de las cosas, porque en el fondo creen que sus delirantes convicciones sacadas de viejos manuales de propaganda marxista-leninista representan la verdad de lo que ocurre en el mundo.
En este mismo sentido y para ver que lo de Abdala no fue una simple excepción reptil, alcanza con fijarse en el reciente reportaje en Voces a Bermúdez, otro integrante del Partido Comunista con protagonismo sindical. Dos afirmaciones realmente delirantes se llevan todos los premios. La primera es que, según él, hay que reconocerle a la acción concreta de la Unión Soviética, entre otras cosas, «la liberación de las dos terceras partes de la humanidad». Como en el caso de Lorier, en realidad no se trata del remate de un mal chiste. Bermúdez habló en serio. Como este otra barbaridad, sublime, que deja entender que Chávez fue asesinado por alguna fuerza maligna imperialista: «después, si querés, discutimos cómo murió Chávez. Un cáncer del cual no saben cuál fue su raíz, yo no me lo creo».
Se podrá decir que estas imprudencias solo abarcan a los militantes comunistas y no afectan a todo el Frente Amplio. Infelizmente no es así, ya que la onda expansiva alcanza a dirigentes que en su vida estuvieron vinculados a esta extendida formación en pos verdad del Partido Comunista. Baste ilustrar este asunto, por ejemplo, con el caso del ex ministro y ex candidato a presidente del Frente Amplio José Bayardi.
Hace unos años, Bayardi ya reproducía raras teorías conspirativas sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Hace poco, tuiteó que él jugaba del lado de «Marx, Lenin, Guevara, Fidel, Ho Chi Ming, Mandela, Josif Broz, Mao y seguimos», alineándose así con lo peor del comunismo internacional del siglo XX y mezclándolo, en perspectiva de pos verdad, con un teórico del siglo XIX como Marx y con un estadista como Mandela. Más recientemente, afirmó que es verosímil la acusación que reprodujo la agencia rusa de noticias Sputnik el año pasado, sobre que Almagro coordina acciones con Estados Unidos para concretar la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela.
Así las cosas, los disparates comunistas gozan de muy buena salud en toda la izquierda. Es una mala noticia.