Bitcoin, ether, ripple, cardano, IOTA y otro millar de monedas encriptadas alcanzan súbitamente cotizaciones fabulosas, caen estrepitosamente en pocas horas y vuelven a remontar con el mismo vértigo. En esa montaña rusa arrastran el corazón y el estómago de aquellos que han decidido depositar sus fortunas en esa nueva ruleta financiera.
El fenómeno ahora empieza a cruzar nuevas fronteras e irrumpe en la geopolítica. Países que buscan evitar sanciones apelan a la promesa de las criptomonedas, como Venezuela, que hoy lanza el petro.
¿Qué son, para qué sirven y cuáles son los beneficios o los peligros de esas criptomonedas, que nacieron hace una década, pero que, desde hace unos meses, tienen en vilo al mundo? El bitcoin es la estrella de las e-monedas. Fue creado en 2008 por Satoshi Nakamoto, una misteriosa identidad que nadie sabe bien si corresponde a un individuo o a un grupo de personas. La incógnita responde justamente a la filosofía que sustenta a una moneda virtual: proponer una divisa totalmente descentralizada, sin control de Estados, empresas ni personas.
La genialidad de las criptomonedas reside en que garantizan su seguridad matemáticamente, gracias a un dispositivo llamado blockchain (cadena de bloques), más poderoso que los hologramas, las filigranas, los polímeros o los rastreadores radiactivos. Un blockchain imposibilita la repetición de un número de serie y es infinitamente más difícil hacerle cometer un error que falsificar un billete o un bono.
El sistema tiene una ventaja suplementaria. Como un gigantesco libro de contabilidad mantenido por miles de computadoras independientes, en el blockchain nadie tiene el control. Fue diseñado de esa manera explícitamente para evitar a los bancos centrales y a las instituciones financieras.
Por esa razón, numerosos gobiernos -como el ruso, el norcoreano o el venezolano- están decididos a intentar la experiencia y aprovechar las promesas de las monedas virtuales: nuevos tipos de dinero que permitirán escapar del todopoderoso dólar y nuevas infraestructuras financieras fuera del control de toda autoridad central. Las criptomonedas aparecen como un instrumento ideal para un país sometido a sanciones financieras.
¿Difícil de entender? Normal. «La naturaleza híbrida de las criptomonedas desafía los esquemas tradicionales de pensamiento, pues es a la vez una infraestructura informática, un sistema de pago y una innovación criptográfica», explica el abogado y especialista Philippe Goutay. Es precisamente esa naturaleza híbrida lo que provoca euforia en algunos y angustia en otros.
Por el momento, la mayor parte de los gobiernos no saben si deben bendecir o maldecir las monedas virtuales. En septiembre, Estonia, que en ese momento presidía en forma rotativa la Unión Europea (UE) y era anfitrión de la cumbre europea sobre ciberseguridad, anunció el lanzamiento de su criptomoneda.
No es sorprendente entonces que Rusia, sometida a rigurosas sanciones occidentales desde que anexó Crimea, en 2014, haya decidido lanzar su «criptorrublo», que le permitirá comercializar sus inmensas reservas de gas y petróleo con toda libertad. El Kremlin no permite que sus ciudadanos empleen el bitcoin, pero Vladimir Putin indicó que está abierto a usos potenciales de la tecnología que esté bajo su control.
«Cuando se trata de actividades importantes para el Estado, este instrumento nos funciona muy bien», dijo Sergei Glazyev, asesor de Putin. «Podemos arreglar pagos con nuestros socios de negocios en todo el mundo sin tener en cuenta las sanciones», precisó.
China prohibió el bitcoin y el ether, la segunda e-moneda en importancia. Pero nadie puede decir con seguridad si Pekín no tiene nada que ver con el proyecto del dictador Kim Jong-un de lanzarse a la producción de monedas virtuales.
De esto el líder norcoreano conoce algo. Entre 2013 y 2015, su país hackeó intercambios de bitcoin surcoreanos por unos 90.000 dólares mensuales. Ahora, sometido a un durísimo bloqueo económico que le impide exportar sus escasos recursos, Kim parece decidido a transformarse en «una mina de bitcoins». Recorded Future, una firma de inteligencia económica financiada por Google Venture y In-Q-Tel, publicó un informe sobre la actividad interna de ese país, que incluye «la producción de bitcoins a partir de mayo».
Según los especialistas, China podría perfectamente desempeñar un rol importante en esa incipiente actividad: «No me sorprendería que China esté comprando Bitcoins norcoreanos para diseminarlos en el mercado chino, como cualquier otra criptomoneda», analiza Jonathan Mohan, fundador de la moneda virtual NYC Meetup.
Durante mucho tiempo, la utopía de la e-moneda se desarrolló sin salir del perímetro de una comunidad de apasionados. Pero en noviembre, el bitcoin alcanzó los 10.000 dólares, anunciando el comienzo de un terremoto. Tras abruptas subas y caídas, ayer rozó los 11.000 dólares, su mayor nivel desde enero, lo que aumentó la inquietud de todos aquellos que no cesan de lanzar advertencias sobre su volatilidad.
«Puedo decir con absoluta certeza que esto terminará muy mal», declaró Warren Buffet, considerado el oráculo de los mercados.
Vitalik Buterin no es economista, banquero ni regulador. A los 24 años, este joven ruso-canadiense es el inventor del protocolo informático de intercambio Ethereun, subyacente tecnológico de ether. También él lanzó ayer una seria advertencia a los inversores tentados por la aventura: «Las criptomonedas son activos nuevos e hipervolátiles que podrían caer cerca de cero en cualquier momento. No invierta más dinero del que puede permitirse perder», advirtió.