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Arturo Sosa: «Maduro es la cabeza de un régimen dictatorial»

El padre venezolano, superior general de los jesuitas, dijo en una entrevista con LA NACION que nunca pensó que “se pudiera destruir tanto” su país y criticó al líder chavista
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Desde cuando fue electo superior general de los jesuitas, en octubre de 2016, cuando se convirtió en el primer no europeo al frente de la congregación fundada hace 500 años por San Ignacio de Loyola, el padre venezolano Arturo Sosa siempre fue parco a la hora de hablar de su país, donde aún viven su madre nonagenaria y una hermana.

En un libro que publicó en conversación con el periodista español, Darío Menor, titulado “En camino con Ignacio”, Sosa, también llamado “el papa negro” –por el color de su hábito y el cargo vitalicio- explicó por qué. “Lloro, lloro. Más de dolor que de rabia. Es muy duro todo lo que ha ocurrido. Nunca imaginé que se pudiera destruir tanto”, confesó, ante una pregunta sobre qué siente cuando ve cómo está ahora Venezuela.

En el libro -que escribió en ocasión del Año Ignaciano, que conmemora el 500 aniversario de la batalla en la que Ignacio de Loyola, el 21 de mayo de 1521, sufrió una herida que dio lugar a una profunda transformación en su vida-, Sosa, de 72 años de edad, licenciado en Filosofía y Teología y doctor en Ciencias Políticas, también reveló que conoció bien a Hugo Chávez, que significó el principio del naufragio de su país. De hecho, iba a visitarlo a la cárcel después de su golpe de 1992.

“Nuestra relación era buena, pero crítica. Discutíamos mucho, aunque él decía que le habíamos salvado la vida. De alguna manera es verdad. Después de que lo metieran preso, quisieron trasladarlo junto a otros compañeros a otra cárcel y se temía que le fueran a matar durante el viaje. El jesuita que colaboraba con la fiscalía, un obispo y yo nos ofrecimos para acompañarlo en el vehículo. Fue una situación de mucha tensión, pero queríamos crear puentes”, contó.

En una entrevista con La Nación en una sala de la Curia Generalicia de Borgo Santo Spirito, a metros del Vaticano, padre Sosa habló más de su castigado país, donde admitió que Nicolás Maduro encabeza un régimen dictatorial.

Arturo Sosa le entrega su libro al papa Francisco Elisabetta Piqué

—En el libro usted llora por Venezuela, afirma que su salida es la superación del chavismo, elecciones libres y transparentes y destaca que un obstáculo fuerte es que la oposición está muy fragmentada. También dice que ha habido oportunidades que no se han podido aprovechar: ¿a qué se refería?

—Pienso por ejemplo en las elecciones parlamentarias del 2015 y esta pasada, en la que no se presentó la oposición, dos oportunidades en las que se pudo haber hecho otra cosa, políticamente más eficaz, aunque no se ganaran las elecciones en términos de mayoría absoluta. Pero se perdió la ocasión de ratificar que esa es la vía. Porque uno no va a las elecciones solamente cuando gana, uno va a las elecciones porque es un espacio en el cual hay la posibilidad, entre otras cosas, de conectarse con la población, de hacer propuestas, de poner claro cuáles son las fuerzas que están en juego, y ahí se perdieron esas oportunidades. Y se han perdido también oportunidades de negociación…

—¿Se refiere a la famosa mediación en la que estuvo el Vaticano (2014-15) y hace dos años, la que intermedió Noruega?

—Sí. O sea que ha habido muchas oportunidades que no se han aprovechado. Se puede analizar cada una más en detalle, pero en concreto de parte de la oposición no ha habido la claridad suficiente para entrar en eso con una visión política de largo plazo y por parte del gobierno porque ha sabido manipularla para reforzar su poder…

—Hace unas semanas el premier italiano, Mario Draghi, no usó eufemismos y llamó dictador al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. ¿Usted llamaría a Maduro un dictador?

—Por supuesto el régimen es un régimen dictatorial y Maduro es la cabeza de ese régimen dictatorial. Solo que yo tengo una pelea mediática, porque los medios tienden siempre más a darle a la persona que al sistema. El problema es que el caso de Venezuela, es el sistema. El sistema es más fuerte que la persona, yo no me meto en otros lados, pero en Venezuela es ésa la gran diferencia entre Chávez y Maduro. Chávez tenía una concepción de poder que se le reforzó con la relación con Fidel Castro. Era la idea de un poder absoluto y armó un sistema.

—Usted en el libro lo compara con el Duce

No lo comparo con el Duce, sino con la idea de que en Venezuela, como en la Argentina, fue muy poderosa la teoría positivista en el final del siglo XIX y comienzos del XX. Y uno de los mayores pensadores positivistas venezolanos, Laureano Vallenilla Lanz, formuló la teoría del “César democrático”, que parece una contradicción en los términos, pero que él lo justificaba mucho. Y una de las primeras cosas que dije yo de Chávez es que estaba repitiendo la teoría del “César democrático”, en el modo de justificar su presencia en el gobierno cuando ganó las elecciones en el 99. No cuando se estaba muriendo después de gobernar.

—¿Qué se imagina que puede pasar en Venezuela, también en el contexto de la situación difícil de Colombia, el desastre económico y la pandemia?

Espero y deseo que pueda evolucionar a una negociación. Creo que precisamente por las condiciones tan adversas, si uno no arranca el análisis de Venezuela y de América latina por la tragedia humana de la gente, especialmente de los pobres, no puede de verdad proponer nada de largo plazo. Si se propone únicamente como una lucha por el poder o por ganar elecciones, no se arregla. El problema es cómo se soluciona el tema humano. En Venezuela y en América latina, en Colombia, en Brasil, por cualquier país de América latina…

—En la Argentina...

Pero en Venezuela es patente… Arrancando de ahí y viendo la carencia de medios económicos y políticos que hay en este momento, no nos queda más remedio que entendernos, que buscar juntos una vía. Una vía que sea inclusiva, porque el tema no es ‘quítate tú pá ponerme yo’, sino cómo incluimos y cómo negociamos para incluirnos.

El libro de Arturo Sosa, «El Camino con Ignacio». Foto: Elisabetta Piqué

—¿El fenómeno Guaidó fue un fenómeno, o sigue siendo algo importante?

Es uno de los ingredientes que está ahí. Y otra vez, Guaidó no es Guaidó, Guaidó es una corriente que se ha hecho un espacio en la vida pública venezolana, es algo de lo que no se puede prescindir…

—El Papa en un videomensaje que envió recientemente para la beatificación del médico venezolano José Gregorio Hernández, no solo llamó a la reconciliación, a la unidad nacional y a la estabilidad democrática, sino que, además, se mostró totalmente contrario a cualquier “intervención de afuera”.

Todavía hay alguna gente que no sé de dónde saca la ilusión de que es posible una invasión… Eso es imposible e indeseable. Eso no sería una solución, sería cambiar de problema.

—Aunque personajes como Guaidó cuentan con apoyo externo…

—Sí, por supuesto, pero eso también es parte de la negociación. La negociación se va a hacer con apoyo internacional, como unas elecciones que sean creíbles tienen que ser con transparencia internacional. Creo que el Papa primero por una parte descarta un tema de invasión para sanar y que sean otros que solucionen el problema. Los otros tienen que acompañar la solución del problema, pero tiene que ser un problema que resuelven los venezolanos. Sin acompañamiento es mucho más difícil. Y después usted mencionó antes Colombia… Los problemas de Venezuela no son aislados en América latina y especialmente muy vinculados con el tema colombiano. O sea los tropezones del proceso de paz en Colombia tienen una repercusión directa en Venezuela. Y viceversa: la solución de los problemas de Venezuela ayudarán a la paz de Colombia, sin duda.

—Cambiando de tema: ¿Cómo ve al papa Francisco en este octavo año de papado aún marcado por dificultades en su operación de limpieza y escándalos de corrupción?

—Lo veo como una cosa que es admirable en el papa Francisco. Primero, su inmensa confianza en lo que está haciendo, confianza que le viene de la fuerza espiritual que tiene. Y lo segundo, que de verdad él cree en los procesos. Y bueno, es un proceso en el cual hay avances y retrocesos, en el cual hay amigos y enemigos, en el cual hay curvas y bajadas y subida y él las vive así. Las vive con gran serenidad y con gran constancia… Como dicen en Venezuela ‘pa lante y pa allá’

—¿Es posible la conversión de la curia que él busca?

Por supuesto que es posible, pero no es fácil… Además yo creo que el tema no es la curia, el tema es la Iglesia. La curia va a cambiar en la medida que la sinodalidad se haga el modo normal de funcionar en la Iglesia. Entonces las curias cambiarán…

—¿Los 15.000 jesuitas que hay en el mundo están todos firmes con el Papa, o algunos siguen teniendo resquemores, como cuando fue electo en 2013 y buena parte quedó en silencio?

Hay que hacer muchas distinciones ahí: una cosa es todos firmes con el Papa y otra es todos firmes con Francisco. La Compañía de Jesús siempre, por definición, está firme con el Papa. Después, con todos los papas ha habido más o menos tensiones, más o menos confianza del Papa en la Compañía y viceversa. En el caso del papa Francisco, yo sí pienso que la Compañía, en general y con toda la variedad de matices que pueda haber entre los jesuitas –mi abuelo tenía un cuadrito que decía ‘tres españoles, cuatro opiniones’- (risas), siente que este es el camino. Porque el papa Francisco representa una persona que está comprometida con que la Iglesia siga el Concilio Vaticano II y en eso consigue el apoyo completo de la Compañía.

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