Continúan las obras en uno de los dos pabellones de la ex cárcel de Miguelete que se convertirán en la primera sede propia del Museo de Historia Natural. El plan comenzó con la sustitución de las techumbres y demolición de paredes en la nave central, casona en donde funcionó el Centro de Diseño Industrial y que será compartida con el ya existente Espacio de Arte Contemporáneo.
El próximo 18 de julio, celebrando los 180 años de la apertura al público del museo, se inaugurará una exposición dedicada a la evolución de la vida animal y vegetal en la región, a pocos pasos del patio del recinto carcelario que a fines del siglo XIX y comienzos del XX sirvió de escenario para varios fusilamientos, apreciados desde una balconada por autoridades carcelarias y representantes de la prensa, entre ellos fotógrafos invitados para dar fe del cumplimiento de las sentencias a través de imágenes de los presos vestidos de traje y corbata, algunos con sombrero, atados de manos a una estaca y acribillados ante un muro altísimo.
En ese paredón puede leerse: «El más desgraciado entre todos los hombres es el que no sabe sobrellevar las desgracias», frase de Platón restaurada hace poco tiempo por un equipo de la cátedra de Antropología de la Universidad de la República e integrada en 2016 a una instalación del artista Jorge Tiscornia que se tituló «Los fusilados».
En 1880, época del militarismo, fue que Máximo Santos había mandado construir esa cárcel. En ese mismo año, los fusilamientos se realizaban en la Plaza del Paseo Artola, actual Plaza de los 33, conocida como Plaza de los Bomberos. Pero en ese amplio espacio el «espectáculo» era visto por mucha más gente, abierto a todo público, incluidos los niños.
Miguelete se inauguró en 1888, el 25 de marzo, según planos que siguieron las líneas de una cárcel inglesa de Pentonville, con 4 pabellones o radios de tres plantas cada uno y 30 celdas, en un predio de 15 mil metros cuadrados, con un total de 11 mil edificados. Detrás de sus rejas hubo reclusos adultos hasta 1986.
La cárcel fue considerada en sus inicios como un modelo y después preventiva y correccional. Fue la primera concebida en exclusiva como establecimiento de reclusión, si bien la planta baja del Cabildo ya había legado muchas historias de los presos allí alojados como lo establecía la legislación de Indias.
Aunque por cierta confusión con la cárcel que funcionó en Cabildo y Miguelete se la recuerda a veces como la ex cárcel de mujeres de Miguelete, en verdad sí encerró también entre sus paredes a presidiarias. Pero a pocas, alojadas en unas celdas subterráneas, insalubres, y eso, antes de 1898, puesto que a partir de esta fecha en Uruguay la administración carcelaria tuvo continuidad en manos de las monjas del Buen Pastor, precisamente en la cárcel de Cabildo, hasta 1989.
El 31 de diciembre de 1990 un motín en La Tablada forzó la habilitación de la recién cerrada ex cárcel de Miguelete para albergar a jóvenes infractores. En 1993 hubo un gran motín y en 1994 la Suprema Corte de Justicia inhabilitó el penal como albergue de menores privados de libertad. En 1998 se determinó su cierre definitivo.
El Gran Hermano que todo lo vigilaba
La cárcel de Miguelete, ubicada en el barrio Villa Muñoz, fue construida tomando como base el diseño del arquitecto Juan Alberto Capurro, que a la vez transplantaba a América el modelo panóptico del filósofo británico Jeremy Bentham. Con la ubicación de la torre de vigilancia en el centro de los radios se aspiraba a que todo fuera controlado con poco personal policial, que a la vez quedaba a resguardo de ser visto, gracias al contraluz.
Cuentan que desde las celdas no se podía ver lo que ocurría en la torre pero desde ésta sí era posible divisar las celdas. Los presos no sabían cuándo los guardias de la torre los vigilaban. Antes hubo tres edificios construidos con similar proyecto: en Lima, Bogotá y Buenos Aires pero Miguelete es el más antiguo que se conserva casi en su formato original.
La cárcel fue creada como centro de reclusión modelo que buscaba alejar del delito a los hombres libres, y lograr a un bajo costo la reinserción social de los sentenciados, objetivo que se desvirtuó por la sobrepoblación.
Nueva casa en medio de Villa Muñoz
La mudanza del Museo de Historia Natural implicará una serie de pasos a dar a partir del primer semestre de 2019. El gobierno nacional liberaró 20 millones de pesos para el avance de las obras mientras que el proyecto total demandará unos 60 millones. Hasta ahora, y luego de varios traslados de una sede a otra, el museo no ha sufrido una pérdida de piezas a destacar por los expertos.
Colecciones y biblioteca protegidas
Durante la primera etapa de reconversión de 2.000 metros cuadrados de la ex cárcel se determinará qué celdas del primer pabellón destinado al Museo de Historia Natural se mantendrán y qué muros habrá que tirar para generar espacios más amplios destinados a guardar distintas colecciones.
El museo tendrá para ganar más metros cuadrados en un segundo pabellón que sale a 45° también hacia el este.
Gabinetes y clínicas a las celdas
En el radio este de la ex cárcel, que da a la calle República, se desmontarán los antiquísimos techos para reemplazarlos con nuevas coberturas.
El recinto contará con gabinetes y laboratorios del Museo de Historia Natural, mientras que su fabulosa bilioteca de 250.000 ejemplares, única en Sudamérica, será ubicada en una construcción anexa, lateral, de frente a la calle Miguelete.
Proyectos en espacio para el arte
El actual Espacio de Arte Contemporáneo, dependiente al igual que el Museo de Historia Natural del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) de Uruguay, también tendrá un segundo pabellón, hacia el oeste. Este otro museo reciclado se inauguró el 27 de julio de 2010. Las obras de reciclaje continúan en la actualidad, ampliando el área destinada a fines culturales.