Horas antes de la renuncia de Justin Welby, desde Bakú, Azerbaiyán, a miles de kilómetros del centro de Londres, el primer ministro británico Keir Starmer definió la suerte del arzobispo de Canterbury, jefe de la Iglesia anglicana en Inglaterra y el mundo.
“A las víctimas se les ha fallado muchísimo”, sentenció el líder británico, mostrándole la puerta de salida a Welby, quien ha sido la cara visible de la Iglesia de Inglaterra en cada evento histórico en el país en la última década.
Horas más tarde, y tras días de presión, el arzobispo dio el paso al costado por su manejo del escándalo de abuso sexual, de maltrato físico y psicológico a más de 100 menores durante 40 años por parte de John Smyth, un abogado cercano a la Iglesia anglicana.
“Está muy claro que debo asumir la responsabilidad personal e institucional por el largo y re-traumatizante período comprendido entre 2013 y 2024”, dice en su carta de renuncia.
Su posición era insostenible como líder religioso y representante de una de las instituciones más icónicas de Inglaterra con funciones constitucionales.
Una semana antes, un informe independiente determinó, entre otros, que si Welby hubiera denunciado formalmente a Smyth a la policía hace una década, este habría podido ser llevado a la Justicia para responder por décadas de horror a sus víctimas.
En su defensa, Welby afirma que sí se enteró de las acusaciones contra Smyth en 2013, cuando asumió como arzobispo de Canterbury, pero creyó que estas se habían reportado oficialmente a las autoridades. No fue el caso.
La presión para que el arzobispo renunciara no solo llegó de las víctimas y de Starmer, también de otros sacerdotes anglicanos y miembros del sínodo que crearon una petición formal online que había sido firmada por 7.000 personas.
“Nadie sabe qué conocía Welby antes de convertirse en arzobispo, aunque mucha gente sospecha que mintió. Creen que sabía mucho más de lo que decía”, aseguró a France 24 Gavin Ashenden, exsacerdote anglicano y presentador del podcast Catholic Unscripted.
Torturas, abuso sexual y psicológico en la Iglesia anglicana
El informe independiente, de 250 páginas, realizado por Keith Makin, un experto en protección de menores, sobre las denuncias de John Smyth, estableció que “sus abusos fueron prolíficos, brutales y horrendos. Sus víctimas fueron sometidas a traumáticos ataques físicos, sexuales, psicológicos y espirituales”.
Estos abusos tuvieron como víctimas a más de 100 menores. El tipo de abuso no solo era sexual sino golpizas con palos que los dejaban sangrando como “castigo” por sus pecados.
Se revela que ocho niños recibieron un total de 14.000 latigazos y otros dos, fueron víctimas de 8.000 golpes en un periodo de tres años.
Makin definió a John Smyth como “un atroz abusador de niños y jóvenes”.
Los hallazgos son aterradores no solo por lo macabros, sino que causa conmoción que estos no hayan sido denunciados ni visibilizado antes por líderes de la Iglesia anglicana.
La investigación afirma que dirigentes de la Iglesia anglicana «sabían del abuso y no impidieron que se produjeran más».
“A pesar de los esfuerzos de algunas personas por llamar la atención de las autoridades sobre los abusos, las respuestas de la Iglesia de Inglaterra y de otros fueron totalmente ineficaces y equivalieron a un encubrimiento”, arroja el reporte.
En otro aparte señala que «desde julio de 2013, la Iglesia de Inglaterra conocía, al más alto nivel, los abusos que tuvieron lugar a finales de los años 70 y principios de los 80. John Smyth debería haber sido denunciado de forma adecuada y efectiva a la policía en el Reino Unido y a las autoridades pertinentes en Sudáfrica”.
“El informe que (Welby) se vio obligado a encargar tardó cinco años en lugar de cinco meses. Por lo tanto, la sospecha era que sabía que lo criticarían y, por lo tanto, participó en retrasarlo innecesariamente”, sostiene Ashenden.
Se cree que Symth abusó de al menos 30 niños y jóvenes en Reino Unido, mientras que 85 serían sus víctimas en los dos países africanos donde residió, pero pueden ser más.
Smyth, un abusador prolífico
Era un reconocido abogado cristiano que presidia Iwerne Trust, una organización benéfica que anualmente realizaba campamentos cristianos de verano en Dorset, cerca de su casa en Hampshire, que incluían almuerzos y sesiones de natación al desnudo.
El arzobispo Welby fue voluntario como oficial de dormitorios por varios años en esos campamentos cristianos dirigidos por Smyth.
Según el Daily Mail, los dos hombres mantenían una relación en la que se intercambiaban tarjetas de Navidad por varios años.
Desde 1982, la iglesia tuvo conocimiento del abuso y golpiza de al menos 13 menores tras una investigación realizada por el reverendo Mark Ruston, pero estos no fueron reportados a las autoridades.
“Los destinatarios de ese informe participaron en un encubrimiento activo para evitar que ese informe y sus hallazgos, incluido el de que se habían cometido crímenes, salieran a la luz”, sentencia el reporte Makin.
Lejos de reportar este hecho criminal, se le sugirió a Smyth que abandonara Inglaterra.
“Él debió haber abandonado el país porque alguien le habló. Alguien, una persona, cinco personas, diez personas, no sabemos, debió haberle dicho: “Hemos oído esto. No es aceptable. Debes irte”, afirma Ashenden
Fue en 1984, cuando aterrizó en Zimbabue. Aquí creó la organización Zambezi Ministries que operaba muy similarmente a Iwerne y también organizaba campamentos para atraer a jóvenes.
Smyth abandonó Zimbabue luego de que fuera acusado del homicidio involuntario de Guide Nyachuru, de 16 años, en 1996. El joven había muerto cuatro años antes en uno de los campamentos organizados por Smyth.
“Cuando vimos el cuerpo de Guide, tenía una abolladura en un lado de la cabeza, por lo que podemos imaginar que lo habían golpeado o que estaba peleando con Smyth, que intentaba golpearlo o tocarlo”, le dijo Edith Nyachuru a ‘The Times’.
Ella narra que Symth apareció el día del funeral con dinero en efectivo, tras el asesinato de su hermano tras una jornada de natación al desnudo.
Tras este crimen, escapó con su familia a Sudáfrica, donde también replicó su modus operandi para atraer jóvenes.
El Daily Mail incluye testimonios de varias víctimas que detallan el sadismo de los abusos de Symth.
“Otra víctima, Richard Gittins, fue golpeado tan fuerte que tuvo que usar un pañal para cubrir sus heridas: “Dijo que no era suficiente arrepentirse de los pecados, que debían ser purgados a golpes. Tuve que sangrar por Jesús”.
“Después de diez golpes, sentí que me ardía la piel. Después de 20, sentí que la sangre me corría desde las nalgas hasta las piernas. A los 30, se detuvo y me abrazó por detrás, apoyándose en mi espalda, acariciando mi cuello con su cara y susurrando lo orgulloso que estaba de mí”, testimonio de otra de las víctimas.
Pérdida de credibilidad
Este escándalo tiene un impacto enorme no solo por el sadismo de los crímenes y los abusos, sino por el encubrimiento sistemático por parte de líderes de la Iglesia de Inglaterra.
Pese al informe Makin, aún hay más preguntas que respuestas, como quiénes sabían y por qué el caso se mantuvo puertas adentro de la iglesia.
“Es justo que el arzobispo Justin haya dimitido. Esta dimisión no resuelve el profundo fracaso de la Iglesia en materia de protección y el trauma que sigue sufriendo la Iglesia y sus víctimas y supervivientes de abusos relacionados con ella”, afirmó la arzobispa de Newcastle, Helen-Ann Hartley.
Por su parte, Gavin Ashenden afirma que la Iglesia anglicana nunca se recuperará de este escándalo.
“Esta información ha dañado la credibilidad de la Iglesia en general, pero la de Welby en particular, porque ha sido muy expresivo al hablar sobre asuntos de ética política, adoptando sus puntos de vista políticos de izquierda”, sostiene Ashenden.
Mientras se buscan respuestas para los fallos en este escándalo, se pide que más obispos anglicanos renuncien para asumir su responsabilidad en el encubrimiento.