Suena la melodía del Concierto para piano número 5, «El Emperador», de Beethoven, y en la sala Teresa Carreño (interpretada por Sandra Yajure) escucha atenta cada una de las notas. Sentada con la espalda erguida, la artista luce un elegante vestido de época color rosa. La también compositora y cantante se mantiene atenta, no despega la mirada del teclado donde Eugen d’Albert (interpretado por el pianista Claudio Rubera) ejecuta con agilidad la pieza. Sus dedos recorren las teclas del piano con maestría bajo la atenta mirada de Carreño, quien quedó cautivada por el talento del hombre que se convertiría en su tercer esposo. La pianista (Caracas, 1853 – Nueva York, 1917) se levanta de la silla una vez culminada la pieza y le cuenta al público, mientras mueve la escenografía, cómo pasó de la enemistad al amor.
Así inicia la obra Yo soy la Carreño, una pieza escrita por José Tomás Angola como parte de un proyecto dramatúrgico llamado “Matria”, con el que eleva las voces de destacadas figuras femeninas venezolanas, entre ellas, Carreño, Ligia Parra Jahn, Sor María de los Ángeles y Luisa Cáceres de Arismendi. El proyecto, comenta Angola, busca reconstruir la imaginería e historia venezolana desde la visión de la mujer, pocas veces tomada en cuenta. “Había una deuda con ellas y me llamaban mucho la atención. A Sor María de los Ángeles se le considera la primera poeta venezolana, en el caso de Cáceres de Arismendi, su figura contrasta con el mundo militar. En el caso de Ligia Parra Jahn, asumió un rol de hacer justicia por su mano y esa realidad cambió el Código Penal venezolano”, explica.
El soliloquio de Teresa Carreño es el último del ciclo y se estrenó hace siete años. “De todo el ciclo es la que más éxito ha tenido, incluso se presentó en Chicago”, comenta. La figura de Teresa Carreño, destaca Angola, sigue siendo relevante en la actualidad, sus aportes sobre el uso de los pedales del piano se siguen estudiando. “Hay unos méritos muy grandes en ella, además de que desafió todas las convenciones sociales de la época por su cantidad de divorcios y su forma de entender la vida. Debería tener mayor reconocimiento”.
En el escenario de la Asociación Cultural Humboldt, en San Bernardino, Sandra Yajure es la encargada de mostrar los quiebres, las luces y sombras de la pianista que se convirtió en un referente para la música en Latinoamérica y el mundo. La pieza está centrada en un momento clave de su vida: su tercer matrimonio en Alemania, donde vivió por tres años en una quinta que su esposo llamó por amor Villa Teresa. Allí pasaron tres años con sus hijas Eugenia y Hertha. En esa villa, descrita por Yajure en escena como el templo de dos dioses, Carreño intentó conjugar su excelencia como artista con su faceta de madre, esposa y ama de casa. En el intento casi olvida que ella era “La Carreño”.
La obra se presentará los días sábado 26 y domingo 27 de noviembre, a las 4:00 pm y 11:30 am, respectivamente, en la Asociación Cultural Humboldt.
Dignidad al alzar la cabeza
Aunque solo le tomó un mes escribir el soliloquio, Angola señala que lo más difícil del proceso fue escoger uno solo de todos los eventos y situaciones que marcaron la vida de Teresa Carreño, una mujer a la que describe como adelantada a su época con una visión del arte y la vida bastante particulares. Además del talento, Carreño tenía una personalidad muy fuerte. Reducir toda su vida a un monólogo fue, naturalmente, una labor complicada. De allí que Angola decidiera enfocarse en un momento de su vida: su tercer matrimonio.
“Fue un matrimonio muy escandaloso en su tiempo, ella era unos 10 años más joven que él, ambos tenían hijos de otros matrimonios. Escogí este momento en específico porque ella hizo algo que no había hecho en los otros matrimonios: dio un paso atrás para ponerse detrás de su marido y dejarlo brillar. Ese paso hacia atrás, que es un acto de sacrificio, habla de una mujer que privilegia al amor”, comenta Angola.
La frustración y el fracaso del matrimonio la llevan a replantearse la vida. “Salió adelante con su frente muy en alto y con sus hijos”, asegura el dramaturgo. En escena, Yajure dice con firmeza: “Me estaba convirtiendo en algo que no era: en una ama de casa, una que vive en una caja de fósforos que en cualquier momento se volvería un fuego. (…) Solo con el piano he encontrado la paz. La dignidad es una forma de erigir la cabeza aún cuando nos estamos ahogando en altamar”.
La actriz define este momento de la vida de Carreño como una etapa agridulce. Para la época era difícil que las mujeres se desempeñaran profesionalmente en algún oficio. Ella lo hizo y no solo eso: fue la mejor pianista de su tiempo. “Los maestros le decían: usted no es una pianista, es un pianista, es un par nuestro. Hoy en día eso podría ser una ofensa, pero en ese momento era como decirle: eres tan buena como nosotros los hombres”, explica.
Para interpretar a una mujer como Teresa Carreño, Sandra Yajure tuvo que deconstruir en su cabeza la imagen rígida e inflexible que tenía de la pianista. También tuvo que enfrentarse, nuevamente, con el piano, un instrumento que dejó de tocar cuando era niña. “Sabemos que el teatro más importante del país lleva su nombre y tuve que desarmar esa figura correcta que tenía de ella. Tuve que aprender a ver los quiebres que sufrió como mujer y, por otro lado, me enfrenté al piano al que le había agarrado mucho temor”, confiesa la también cantante.
En el soliloquio, continúa el director Brixio Bell, se muestra esa dualidad entre la artista y la mujer. “Ella tenía que vivir con esa magnificencia de ser artista, cómo la solicitaban para que tocara; y al mismo tiempo tenía que minimizarse para ser mamá y estar en casa”, comenta Bell. El director y también coreógrafo, que trabajó durante varios años en el Teatro Teresa Carreño, encontró en su cercanía con el recinto las herramientas de movimiento que tiene la puesta en escena.
Para él lo más complicado del montaje, que duró aproximadamente 3 meses, fue lograr la sincronicidad entre la acción, la música y el texto. “Fue uno de los retos más difíciles que tuvimos que enfrentar”. Mientras que para el pianista Claudio Rubera, con más de 15 años de experiencia, lo más complicado fue enfrentarse con el escenario. “Moverme y hacer los gestos en escena, que no es mucho, ha sido lo más complicado para mí”, revela.
Un teatro lleva su nombre
Lo que más se conoce de Teresa Carreño, por lo general, es que fue una pianista y que un teatro, el más importante del país, lleva su nombre. No todos conocen su historia, sus logros y su vida tan convulsa y llena de giros y eventos trascendentales para la música latinoamericana del siglo XIX. Si se le da o no el reconocimiento que merece es un tema de debate, incluso dentro del mismo equipo detrás de Yo soy la Carreño.
Para José Tomás Angola en las piezas históricas predomina una visión machista. Se tiene una visión que solo cubre a los héroes, una visión que además es limitada: siempre son los héroes militares. “Es una visión sesgada de la historia que no ha sido más abierta. Debería haber una comprensión más amplia de lo que fueron estas figuras que tienen una relevación vital para nosotros. Así que le pedí prestada su voz para escribir lo que yo imaginé que sentía su espíritu. Quise evocarla y por eso en la pieza están presentes sus cartas, que son momentos íntimos de revelación. En la pieza está presente la visión de la mujer, no simplemente la artista; la mujer que tiene emociones y sentimientos y los padece”.
Yajure coincide con el dramaturgo: la historia de Teresa Carreño debería incluso estudiarse en bachillerato. Al mencionar su nombre se piensa en el teatro, otros reconocen a la pianista, pocos saben de ella en profundidad. “Ella vivió una vida tan intensa que podrías escribir una novela, una película exitosa con todo lo que le pasó. Ya a los 5 años tocaba el piano, a los 9 tocó en la Casa Blanca frente a Abraham Lincoln, tuvo el valor de pararse y decirle: ‘no voy a seguir tocando porque su piano está desafinado, presidente’. Se casó cuatro veces, dio una hija en adopción, un bebé se le murió al mes de nacido, otra falleció a los tres años. Pienso que no se le ha dado el peso suficiente a lo que significa y es Teresa Carreño”.
Brixio Bell considera que sería injusto decir que no ha tenido reconocimiento. Sin embargo, asevera que este puede ser mayor. “Sí se puede hacer más notorio, más grande y se puede hacer más de conocimiento del público su historia. Debemos, como artistas y cultores, seguir viendo la historia de nuestros emblemas culturales”, asegura.
La leona del piano
Conocida como “la valkiria del piano” o “la leona del teclado”, su historia y su figura siguen inspirando y enseñando a quienes la conocen. Desde el punto de vista de la dirección, esta pieza le enseñó a Bell a admirarla mucho más. “Creo que es digno de homenajearla más luego de que entiendes lo que fue su vida. Mi enfoque estuvo en eso, en que la gente pueda disfrutar y entender más allá de lo que conocemos a la gran pianista”, asegura.
En la pieza la parte más humana, vulnerable, sensible de Teresa Carreño queda al descubierto sobre el escenario. Sus luchas internas y su sensibilidad se muestran en todo momento gracias al dramaturgo quien aprendió, durante el proceso de escritura, que un artista hace lo que le dé la gana. “Si uno está convencido, tiene creencias y está claro de su misión, uno tiene que hacer lo que se le dé la gana y no prestarle atención a nada. Ella vivió su vida como quiso vivirla, hizo con su música lo que quiso y se presentó donde quiso. No estaba pendiente de las críticas”, reflexiona Angola.
El escritor, que se define como un melómano que ya conocía la figura de Carreño antes de escribir la pieza, apuesta por la autenticidad en el teatro, una expresión artística que intenta recuperarse de la crisis causada por la pandemia y la caída en la taquilla. El teatro marcha a media máquina, dice, entre las obras de comedia que atraen buena taquilla y las obras de dramaturgos venezolanos que implican mayor compromiso intelectual y emocional. Estas últimas a veces son las más criticadas pero, cree, las más auténticas.
Una autenticidad que trató de mantener en Yo soy la Carreño. Con el soliloquio mostró el ejemplo de mujer a seguir y que fue un reto para Yajure llevar a escena. La actriz comenta: “Se habla mucho del empoderamiento, de la mujer luchadora y resulta que Teresa Carreño fue eso en su época. ¿Qué mujer más empoderada, luchadora, exitosa, con todos sus quiebres que ella?”
Continúa: “Ella intentó congeniar su vida y su talento con ser madre, quiso establecerse, tener una familia y lo hizo. Se casó cuatro veces. Esta obra lo que quiere mostrar es a esa Teresa Carreño humana que se enamoró, que se quebró, que sufrió, que deseó, que fue rechazada y que fue muy exitosa también”. Y esos matices quedan plasmados en la obra cuando la pianista dice en escena: “Igual somos simples destellos. Almas cosidas a pieles. Somos melodías, fracciones de sonido, nota de una sonata que nadie ha escrito. Somos y eso ya es bastante. Y yo soy la Carreño”.