Wifredo Lam es uno de los artistas más icónicos y distinguibles del pasado siglo. Nació en Sagua La Grande, Villa Clara, Cuba en 1902, fruto de una unión interracial que le hizo en esencia mestizo genética y culturalmente. Aunque comenzó sus estudios de pintura en La Habana, su más sólida formación en el oficio de la pintura lo adquirió en Madrid –adonde se marchara en 1923-, siendo influenciado por el modernismo imperante en la época.
En 1938 se asentó en París, donde su vínculo afectivo y artístico con Pablo Picasso le abrió las puertas de los estudios de varios de los más pujantes artistas e intelectuales del momento allí radicados: André Breton, Georges Braque, Joan Miró, Henri Matisse, entre muchos otros. La impronta del cubismo y del surrealismo le marcaron notablemente, cambiando el rumbo de su estilo pictórico y de sus búsquedas intelectuales. Sin embargo, la savia cultural genuina y el estilo de Lam también fueron muy influyentes en el ambiente parisino de esos años, y particularmente en la obra de Picasso se aprecia la retroalimentación entre ambos artistas.
En 1941 regresó a Cuba, donde fue crucial para su carrera el reencuentro con sus raíces afro-cubanas, y especialmente con su religiosidad, pero habiendo ya alcanzado una perspectiva más intelectualizada e internacional del fenómeno. La década de 1940, que Lam vivió intermitentemente entre Cuba, Nueva York y París (en 1952 regresó definitivamente a París), fueron relevantes para el logro de la síntesis formal en el abordaje de temas religiosos y etnográficos. Su emblemática pieza La Jungla (actualmente exhibida en el MOMA, Nueva York) fue comenzada en 1943.
Precisamente la obra aquí ilustrada está fechada en 1944, en el epicentro de todo este proceso de descubrimiento. El Grand Capricorne es una criatura mítica, animal fabulado, mamífero, pez y árbol a la misma vez, imaginado por Lam y plasmado aquí de una manera híbrida. De sus extremidades salen cabezas redondeadas de grandes ojos abiertos, semejando representaciones de deidades de la santería afrocubana; tiene además cola de pez, y miembros que se contorsionan en inconcebibles posturas. La posición semidiagonal sugiere el movimiento de la figura, y de ambas bocas exhala sonidos o secreta sustancias. Esta criatura fabulada es un interesante y sintético diálogo entre los lenguajes plásticos cubista y surrealista que Lam para esa época había hecho suyos con total comodidad técnica y la manera personal en que apreciaba el cúmulo de influencias religiosas y espirituales que le rodeaban. El Grand Capricorne es en toda ley una metáfora de la riqueza mítica en la cultura y la religiosidad cubanas, vista y pintada por un artista que experimentó intensamente tanto dejar Cuba como regresar a ella.
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