«Te llevaremos adonde la mayoría no puede. Estar aquí es un privilegio entre las masas. Sean todos bienvenidos a esta Tierra de gracia: nuestra aldea electrónica, Waku Experience». Con esta frase, cerca de las 7:00 pm, comenzó lo que prometió ser, según los organizadores del evento, «un espectáculo único que pondrá́ Venezuela en lo más alto de la industria electrónica del continente».
Con un fuerte despliegue policial y de seguridad ubicado por todo el perímetro entre el CCCT y La Carlota, que incluyó calles y avenidas cerradas, olas humanas fueron acercándose desde el mediodía de este domingo 12 de febrero a una experiencia que se pintó como «fuera de serie».
Sin inconvenientes para ingresar al recinto, la avenida La Estancia –que da justo a la entrada principal entre centro comercial y la base aérea– fue un paseo en donde destacaron tendencias de moda, disfraces y excéntricos maquillajes que conjugarían con la puesta en escena de la que los asistentes formarían parte una vez cruzadas las verjas que se dispusieron para entrar. Casi un kilómetro de recorrido después, donde destacaron clínicas móviles, mucha más seguridad y suntuosas avionetas estacionadas, grandes banderines con diseños selváticos y multicolores dieron la bienvenida formal al Waku Experience.
La experiencia Waku
Un escenario de 50 metros de profundidad con una altura de 24, además de un montaje de más de 350 lámparas móviles y 1.600 metros cuadrados de pantallas led, fue la cara principal del festival.
Grandes cascadas de agua se veían –y oían– como si se tratase de las originales, lo mismo que la selva con su flora y fauna y los inmensos tepuyes que procuraban una sensación de oasis. Pero era solo en tarima.
Completamente al aire libre, el público se encontró con un amplio espacio verde en el que dispusieron distintas ofertas gastronómicas, bares, baños y otros servicios. Estaba desplegado, también, un gran número de mesas de madera estilo picnic para sentarse. La gente, sin embargo, prefirió la grama y la tierra para conectarse con la experiencia.
Pero… ¿y lo demás?
Algo faltó…
Los festivales como Tomorrowland o Coachella ofrecen una especie de «dreamland» o «tierra de ensueño», donde los asistentes pueden hacer un viaje sensorial con todas sus letras. En su gran mayoría, las personas van por «algo más» que la música. Fuera de estas fronteras, es normal ser testigos de una decena o veintena de escenarios que funcionen regalando música al mismo tiempo; exorbitantes burbujas o bolas de plástico interactuando con el público a todo momento (algo que Pepsi Cola, durante 5 minutos de publicidad, sí logro); un sinfín de juegos que incluyen piscinas de pelotas y spas que aseguren un look o maquillaje apropiado según la temática, hasta atracciones o mini parques de diversiones que pretenden ser mucho más que un espectáculo musical. Buscan crear magia.
En el caso de Caracas, ¿se logró? La Waku Experience fue un gran show musical. Los colores, las energías y el ritmo sobraron. Sin embargo, hizo falta ser parte de un viaje completo a través de esa tierra prometida o bosque encantado de los que tanto se habló en la rueda de prensa ofrecida por los organizadores.
«No me malentiendas, está brutal todo. Increíble el montaje y no puedo esperar a que empiecen los Dj’s pero pensaba que todo iba a ser tipo Tomorrowland, ¿sabes? La decoración, las experiencias before the show, eso no hay. Creía, o al menos esperaba, que sí», comentó María Valeria Jiménez.
«Sí, es que eso es lo que diferencia este tipo de espectáculos de los demás», atajó una de sus amigas. Era un grupo de 6. «La decoración muchas veces simula un cuento de hadas. Yo pensé que, en el caso de Waku, sería como entrar en un bosque o en la selva amazónica; algo más… mágico», agregó.
Sin embargo, recalcaron lo felices que estaban de poder ser parte de un evento de ese calibre. «Al menos, las imágenes que se transmiten en pantalla son una belleza, están llenas de luz, de colores intensos y se siente, a través de ellas, el amor por la naturaleza», expresaron.
El show
El público pudo disfrutar del espectáculo gracias a la diversidad de áreas. Gran Sabana, que incluía a quienes pagaron $30 por su entrada general, estaba delimitada desde la mitad del recinto hasta casi la entrada de La Carlota. Le siguieron Canaima y Kavac VIP, valoradas en $80 y $100, que estaban mejor ubicadas en cuanto a cercanía a la tarima. Además, se dispusieron 4 terrazas donde predominaban los boxes que costaban entre $250 y $750: Roraima y Auyantepui 1 y 2.
Cerca de las 7:00 pm inició el concierto. Unas 18 mil personas, según estimaciones de los organizadores, fueron recibidas por los beats y las mezclas de Aníbal Hamilton y su AH Sinfónico. Acompañados de un efervescente despliegue de imágenes y luces, y entre el humo y el fuego, estuvieron una hora deleitando a los fanáticos con lo moderno de la música electrónica y la elegancia de la música clásica, acompañada con instrumentos sinfónicos como el violín. El ingeniero de sonido de profesión estuvo acompañado de la increíble voz de Beatriz Occeas, dando origen a un concepto musical sin precedentes en tarima.
Despidiéndose con una canción que crearon para la experiencia, le dieron paso a Tony Guerra, quien estuvo 45 minutos animando al público. Actualmente, el venezolano es uno de los artistas más respetados de la escena electrónica en el país. Sus sets ofrecieron una selección de géneros house y techno, pero con el estilo propio que lo caracteriza; poco convencional. Su actitud, sonidos funky, percusiones afrocaribeñas, basslines y sintetizadores contundentes, desbordaron un viaje musical de alta energía orientado a los miles de espectadores que, a las 8:30 pm seguían congregándose en la base aérea.
Lo más esperado de la Waku Experience
La rumba se sintió más en el área general. En preferencial y VIP aún había espacios vacíos que hacían más cómodo el tránsito y el disfrute de la experiencia. Los espacios Roraima y Auyantepui no estaban completamente vendidos.
Mientras más azabache la noche, más color sobresalía de las pantallas. El espectáculo de láseres, fuego y pantones fluorescentes era impresionante en una Caracas que, a pesar del retumbante sonido de la música electrónica, parecía descansar, apacible. Aunque en redes sociales usuarios se quejaron del ruido.
Tequeños, papas fritas, cócteles y humos olor a manzana verde y caramelos nerds de los vapers, se mezclaban entre el público, mientras la conexión y la pasión por la música se acrecentaba, sin importar que al terminar el show sería lunes.
A las 9:00 pm llegó la hora de Víctor Porfidio, sin duda, uno de los grandes favoritos de la noche, con una impresionante apuesta visual, muy digna de cualquier espectáculo tipo Electric Forest o Miami Ultra. Apenas pisó tarima, dio a entender por qué está considerado como uno de los talentos jóvenes y más prometedores no solo de Venezuela sino del mercado latinoamericano. Fue el primero en mezclar su house con el reguetón de Bad Bunny, paseándose también por canciones como «Manduco», «Sexy movimiento» de Wisin y Yandel, «Bohemian Rapsody» de Queen, «Lamento boliviano» Enanitos Verdes y «De música ligera» de Soda Estéreo, hasta «La colegiala» de Gary Low, mezclada con una singular energía flamenca.
El rojo, blanco y negro comandaron su presentación mientras palabras como Chasin bliss, enjoy y passion (Alcanzando la dicha, disfruta y pasión) predominaban como mensajes subliminales con cada canción. Hubo mucho fuego, humo y luces y también media hora más de show, porque «por casualidades de la vida», como él mismo lo mencionó, «tendré el placer de quedarme un rato más con ustedes. ¿Están listos para más, Venezuela?», gritó emocionado mientras se preparó para extender su set, quien tuvo como colaborador a Tony Guerra.
Colombia y Bélgica in the house
Martín Trevy pisó tarima a las 10:45 am. El artista y compositor colombiano de música electrónica llenó de más color, ánimo y mucha diversión al público venezolano con sus piezas. Durante su set hubo pirotécnica y audiovisuales estilo 3D que se sincronizaban a la perfección con sus mezclas dance/pop y matices de house. Como también es cantante, sorprendió al público con algunas interpretaciones de sus melodías emocionales, bailables y pegadizas. La cereza de la torta al finalizar su presentación fue dedicarle una composición especial a Venezuela a través de la canción «Caballo viejo» de Simón Díaz.
Finalmente, casi a media noche, Dimitri Vegas y Like Mike se subieron a la tarima tras más de una década sin estar en el país. Las estrellas de la industria electrónica fueron reconocidas como los número uno del mundo en 2022, según el DJ Mag’s Top 100 DJs. «Los reyes de Tomorrowland» han conquistado escenarios de todo el mundo, desde EDC Las Vegas hasta el festival EXIT, pasando por Parookaville hasta Creamfields. Y este domingo 12, lo hicieron en Venezuela gracias a Waku.
«What’s uppp, Venezuela!» fueron sus primeras palabras. «Hace mucho tiempo que no estamos con ustedes, pero regresamos. ¡Arriba las manos y bienvenidos a Waku Experience!».
Con una estética visual impresionante, emocionaron a los asistentes con una larga lista de éxitos entre las que destacaron Smash the House, Higher Place, The Hum, Mammoth, Nova, Tremor y Louder, entre otros. Nunca dejaron de interactuar y hablar con el público.
Los láseres, fuegos artificiales, humo, serpentinas y juegos de luces se quintuplicaron en el set de los belgas que no dejaron tregua para ningún tipo de descanso entre canciones. Gritos, saltos, bailes desenfrenados, ojos cerrados y puños al aire fueron muchos de los gestos de aquellos que se dejaron llevar por sus emociones y, por supuesto, por la música.
«¡Gracias, Venezuela! Qué honor estar con ustedes… Les prometemos que esta no será la última vez», recalcaron los hermanos antes de finalizar el concierto.
Waku Experience no culminó hasta pasada la 1:30 am. No hubo el silencio que los caraqueños anhelan durante la madrugada y sí un caos vial que se generó en los alrededores. Los organizadores cumplieron su promesa de transmitir «buena vibra, fantasía y colorido», aunque la experiencia, para muchos, estuvo incompleta.