Gerard Genette en Umbrales (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2001), su imprescindible libro sobre el paratexto de la obra literaria, aquellas “producciones verbales o no” como el nombre del autor, el título, el prefacio, las ilustraciones, que ni el mismo Genette se atreve a “considerarlas o no como pertenecientes al texto, pero que en todo caso lo rodean y lo prolongan precisamente por presentarlo, en el sentido habitual de la palabra, pero también en su sentido más fuerte: por darle presencia, por asegurar su existencia en el mundo, su ‘recepción’ y su consumación, bajo la forma (al menos en nuestro tiempo) de un libro”; es decir, que convierten al texto en libro destinado a los lectores, y en forma general, al público, contempla, entre el inventario de los paratextos, el priére d’insérer, que desde la primera mitad del siglo XIX, y según la definición del Petit Robert era/es una ‘hoja (minúscula propia) impresa que contiene indicaciones sobre una obra y que es adjuntada a los ejemplares que se envían a la crítica’, que “en nuestro tiempo”, entre otras funciones, opera como “un texto breve (generalmente de media página o página entera) que describe, por medio de un resumen y de una manera a menudo valorizante, la obra a la que se refiere”, la denominada contratapa del libro. Genette entre la “suposición maliciosa” de considerar el priére d’insérer como un medio que permitiría el ejercicio de la crítica sin leer la obra y suponer que la lectura de esta no alcanza para su valorización, supone, mejor indica, que el priére d’insérer permite a la crítica saber “de qué clase de obra se trata y hacia qué clase de crítica conviene orientar la lectura”.
Victoria de Stefano en la contratapa del libro de Ednodio Quintero, Cuentos completos (Caracas: Editorial El Estilete, 2017), opta, obviamente, por “orientar la lectura” no solo de los lectores, sino de la crítica futura, con un texto que, posiblemente, se constituya en un modelo de contratapa porque, además de caracterizar y valorar los cuentos de Quintero, cumpliendo con la función editorial principal del priére d’insérer en la actualidad, propone una lectura crítica de la totalidad de su obra narrativa.
Partiendo de los rasgos que conforman al narrador, según Walter Benjamin, en “El narrador”, de Stefano, filia a Quintero “al linaje del arte ancestral de narrar, sus cuentos procuran preservar lo más propio de los antiguos relatos orales”, como perteneciente “al linaje” de los narradores que cuentan con la potencia y la práctica de poder narrar y transmitir la experiencia. La muerte viaja a caballo (1974), Volveré con mis perros (1975), El agresor cotidiano (1978) y La línea de la vida (1988), primeros libros de cuentos breves de Quintero, muestran “sus destrezas literarias” que posibilitan la narración y transmisibilidad de “la gama completa de aquellas características propias de la experiencia y del ejercicio acariciante de contar a la luz de la fogata o de la vela”, tal como lo dice y considera Benjamin: “desde cierta lejanía, riman los rasgos gruesos y simples” de los narradores antiguos, y que semejantes a estos, de Stefano señala y enumera como rasgos de la primera prosa de Quintero: “la riqueza léxica, la vivacidad y profundidad, la pasión bien llevada de las bridas, la fatalidad, e incluso –cuando se hace necesario– la precisión del detalle”.
Después, de Stefano se refiere a “un lento y fértil aprendizaje” que llevaría a Quintero, en 1991, a completar “el ciclo de su formación sin renunciar a sus temas ni a las felices adquisiciones que distinguen su oficio” al publicar la novela La danza del jaguar, “su primera obra de gran aliento existencial”, en la que destaca “las estrategias de renovación técnica de la novela posmoderna”. De Stefano coincide con la poeta y traductora, ensayista e investigadora Verónica Jaffé, al valorar la poética narrativa propia de los narradores orales, en los primeros libros de Quintero, que con la excepción obvia de los de La línea de la vida (1988), Jaffé, en El relato imposible (Caracas: Monte Ávila Editores, 1990), sostiene “que será Ednodio Quintero quien más consecuentemente adopta esta instrumentalización de los tradicionales motivos fantásticos o ficcionales”. Un leve e inteligente matiz en la caracterización del género introduce de Stefano al referir el apego de Quintero “a la fuerza de lo onírico-realista” en la primera parte de su producción cuentística.
La aparente paradoja del juicio crítico de de Stefano, al privilegiar la prosa narrativa breve de Quintero sobre la “avanzadilla de otras siete [novelas], tan notables como El rey de las ratas, Mariana y los comanches y la extraordinaria (cursivas propias) El hijo de Gengis Khan de 2013”, aparte de la consideración de extraordinaria con la que califica El hijo de Gengis Khan, penúltima novela de Quintero publicada, si se compara con los libros de relatos que anteceden la publicación de esta, que según de Stefano confirman la persistencia “en la pasión del género narrativo, entre 1993 y el 2010”, años en los que “vendrán Cabeza de cabra y otros relatos, El combate, los admirables Corazón ajeno, El arquero dormido y otros relatos (2010)”, y, principalmente, cuando, como lo ha apuntado la crítica, en El hijo de Gengis Khan, Quintero vuelve, en la primera parte de la novela, el lado “a” (“En las estepas”), a la poética narrativa característica de su primera prosa, propia de los narradores orales, mientras en la segunda, el lado “b” (“De vuelta a casa”) destruye benjaminianamente su modelo narrativo más reconocido, tanto por la crítica como por los lectores: Quintero lo explica en la “Nota Bene” inicial de sus Cuentos completos: “creo haber sido fiel a mi propósito de cortar con una etapa que me proporcionó ciertas satisfacciones, por no hablar de la etiqueta que me endilgaron como autor y/o perpetrador de minificciones”. Como el carácter destructivo de Benjamin: “Él convierte en ruinas lo existente, pero no lo hace a causa de las propias ruinas, sino solo a causa del camino que se extiende por ellas”. Pero el mismo Quintero confiesa a continuación la vuelta a su origen narrativo, siguiendo “una sugerencia de mi amigo Luis Moreno Villamediana” quien ve en “Viajes con mi madre”, el último relato escrito por Quintero, “correspondencias temáticas, estilísticas e incluso lingüísticas con mis primeros escritos, enraizados en la memoria ancestral y en cierto telurismo con un sesgo posmodernista y decididamente pop”.
Nuevamente, para cerrar su modélica contratapa, de Stefano desliza un matiz crítico, ahora a la citada caracterización que de su narrativa ha hecho Quintero, al referir “Lazos de familia”, mezcla de “ficción y elementos autobiográficos”, la nueva y última sección de Cuentos completos, que Quintero “abre con ‘Autorretrato’ y cierra por los momentos con su predilecto y más reciente ‘Viajes con mi madre’, como de vuelta al principio (cursivas propias)”.
Independientemente de si Ednodio Quintero fracasa o no en su intento de renovación narrativa, “el priére d’insérer es un elemento paratextual –como final y angustiadamente afirma Gerard Genette– eminentemente frágil y precario, obra maestra en peligro para el cual ningún cuidado será superfluo”. La contratapa firmada por Victoria de Stefano es un raro ejemplo de lectura e inteligencia crítica, en el campo editorial del país.
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