Los planos secuencia en el cine suelen emocionar, acercar u ofrecer una visión amplia de la película al espectador. En El resplandor, de Stanley Kubrick, el momento en que Daniel Torrance pasea con su triciclo por un largo pasillo del hotel Overlook es una de las escenas más aterradoras del cine, y Soy Cuba, de Mijaíl Kalatózov, dejó para la historia del arte un alucinante plano secuencia, durante un funeral, que, por sí solo, es una obra maestra.
No es tarea sencilla. Menos si se trata de películas narradas por completo o casi por completo en plano secuencia, como La soga, de Alfred Hitchcock, o Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), de Alejandro González Iñárritu. En Venezuela, César Manzano se propuso, para teatralizar la historia, plantear una película en plano secuencia que contara las tensiones entre una pareja, Jhon (José Ramón Barreto) y Susana (Irene Esser), en medio de la pandemia del coronavirus, que comenzó en 2019 y se extendió hasta 2023.
Estrenada la semana pasada en cines comerciales, donde hasta ahora ha sido vista por aproximadamente 1.500 personas, Visceral comienza con una violenta discusión entre los personajes principales que revelará una infidelidad de ella. Ambos son jóvenes de clase media que viven juntos y se sienten frustrados por la crisis económica. Apenas tienen dinero para sobrevivir. La ira de Jhon y la desilusión de Susana les llevarán a involucrarse en un crimen que le permite a la historia de Manzano explorar la inmoralidad, la corrupción y la vileza de la humanidad.
Visceral, de Infocus Producciones, está dividida en tres partes. En cada una de ellas se podrán ver los cambios que sufren las vidas de los protagonistas y cómo terminan involucrando a un funcionario corrupto (Vicente Peña) y una amiga de Susana (Fabiola Arace). El hecho de que cada segmento se desarrolle de manera continua le incorpora realismo, honestidad y “visceralidad” al filme, es decir, las emociones se perciben a flor de piel como puede ocurrir en el teatro. Ha sido, por tanto, una película exigente tanto desde el punto de vista de la dirección como en el de la actuación.
El equipo lo reconoce: fue un salto al vacío. Podía salir muy mal o muy bien. Pero ya ha dado sus frutos. En el último Festival del Cine Venezolano, realizado en Margarita, estuvo entre los filmes más ovacionados por el público y se llevó ocho premios, entre ellos el Premio Especial del Jurado, Mejor Actriz para Irene Esser, Mención Especial en Actuación para José Ramón Barreto, Mejor Actriz de Reparto para Fabiola Arace y Mejor Actor de Reparto para Vicente Peña; y en el Festival de Cine Independiente de Montreal ganó en la categoría Mejor Película Independiente.
“Pienso que Visceral representa una etapa del cine venezolano que tiene que ver con la búsqueda de un lenguaje nuevo. Un lenguaje que se conecte y represente al venezolano. Todo arte es de algún modo un reflejo de la sociedad en la que nace. En el cine es igual”, explicó Manzano en una entrevista junto con Barreto y Esser.
El cineasta considera que la industria nacional tuvo una caída significativa y ahora se está reinventando. Visceral, dijo, forma parte de ese proceso en el que es necesario ofrecer nuevas maneras de contar. “Ojalá sea un cine que renazca bajo el aprendizaje del pasado, que renazca buscando nuevos caminos y se aleje de resentimientos y aquellas cosas que podrían ensuciar un camino que comienza de cero”.
Barreto comentó que, más allá de lo técnico y artístico, el equipo de Visceral deseaba aportar algo en la industria y mostrar otra forma de contar historias. “Se ha entendido el amor con que lo hicimos. Se han entendido el porqué y el para qué. Nuestra intención de fondo. Creo que en ese sentido vamos a inspirar un poco más”.
Manzano reconoció que el teatro, en el que comenzó su carrera, ha sido esencial en su trabajo como cineasta, lo que se ve reflejado en el estilo en el que está narrada Visceral. La idea nació cuando compartía habitación en Bogotá, Colombia, con dos amigos actores, John Guitian y Luis Palmero. Estaban en pandemia y ellos dos plantearon ofrecer teatro por Zoom. Pero a Manzano el formato le parecía estático y les propuso mover la cámara como un plano secuencia e iniciaron una serie de ejercicios que resultaron en Visceral.
“En su momento me vino la idea de volver a Venezuela por temas personales, pero eso me llevó a pensar que si regresaba haría lo que amo, con la gente que amo y buscando ayudar a renacer la industria, que sabemos llegó al piso”, recordó.
Entonces se planteó junto con José Manuel Díaz Casanova, Manuel Díaz Casanova, Barreto, Esser y Vicente Peña —todos con él en el rol de productores ejecutivos— demostrar que se podía realizar cine de calidad en el país. “Creo que fue acertado apostar a nuestra industria en este momento. La idea del plano secuencia es la búsqueda de un lenguaje distinto. De adaptarnos a las realidades que como industria tenemos que enfrentar”.
“No es fácil hacer una película en Venezuela y tienes que buscar herramientas narrativas que te permitan hacer cine de calidad sabiendo que tienes unos temas logísticos que no son fáciles de manejar”, añadió.
No panfletaria
Si bien habla de temas que tocan realidades de la actualidad venezolana, Manzano advirtió que es una película que no busca ser panfletaria o dejar un mensaje. Prefieren que el público dé su veredicto. Sí señala que es una historia que refleja las contradicciones de la humanidad.
Esser afirmó que más bien es un filme que hace reflexionar al espectador. Durante los ensayos, que duraron tres meses, estuvieron haciéndose preguntas constantemente. “César al final nos decía que no le buscáramos respuesta a esto, porque no la teníamos. Dejamos que fluyera. No estamos haciendo una crítica, sino que es algo humano. Es algo completamente humano ser infiel o corrupto. No es una película moralista. Es humano todo lo que pasa”.
El director recordó que en una oportunidad, trabajando con Barreto, le dijo que era necesario que se sintiera vulnerable de manera absoluta. “Es fácil decirlo. Bueno, te comprometes. Pero es llegar a un nivel de compromiso en el que tienes que humanizar un personaje que toma decisiones que son inverosímiles pero que como son seres humanos están ahí”.
Esser sumó: “Para mí este personaje tiene todo lo que en algún momento juzgué de alguien. Yo decía ‘jamás haría eso’. Socialmente no podría ser infiel. Pero al final como seres humanos nos pasa la idea o lo hacemos, y luego lo tapamos. También es la dualidad de decir que eres una buena persona. ¿Pero qué es una buena persona? ¿En qué parámetros está eso?”.
La Miss Venezuela 2011 dijo, respecto a la caracterización de Susana, que trató de construir un personaje junto al universo entero de la película, pues procuró adentrarse con el cuerpo y la mente desde el guion. “Creo fielmente que los personajes son la palabra, el texto, más allá de la imaginación. Por eso el contexto. Si tienes el texto ya de ahí creas el personaje, sin imaginar. Lo único que recuerdo que hice fue decir que Susana era Aries, pero era algo que yo misma decía”.
Ponerle el signo de Aries al personaje le sirvió porque lo veía como una representación del fuego. “Cuando leí el guion me basé en una persona que conocí en algún momento. Pero fue una decisión personal”, dijo.
A Susana la define como una persona muy humana que implicó un reto actoral para ella. Dentro de su carrera como actriz, Esser considera que este personaje le ha hecho difícil tomar decisiones debido a que dejó la vara bastante alta.
La química en escena con José Ramón, muy bien lograda en el filme, la atribuye tanto al profesionalismo como a la amistad que tienen desde hace 10 años. “Cuando hicimos Bolívar era muy fácil trabajar con él las escenas íntimas. Me sentía en completa libertad de ser y hacer lo que quisiera. Cuando César me dijo que era José Ramón, pensé que esto sería bueno. Sí influye muchísimo. No puedes actuar solo. Y José, aparte de ser mi amigo, es un actor que te da demasiada confianza”, afirmó.
“Suscribo lo que dice Irene. Viene de una relación de amigos, desde seres humanos que se quieren con sinceridad. Podemos estar semanas o un mes sin hablar pero cuando hablamos no hay juicios o críticas. Somos grandes amigos desde hace años y grandes compañeros de sueños”, añadió Barreto.
Jhon, el hombre que tensa la trama del filme con un martillo, le atrajo al actor por ser un personaje vulnerable que le llegó en un momento en que se sentía desgastado en medio de la pandemia y la depreciación que sufrió la industria audiovisual. Además se encontraba fuera del país solo, contrariado y con muchas preguntas sobre qué hacer con su oficio. El proyecto de Visceral le pareció un reto como actor y productor ejecutivo, a lo que se sumaba el hecho de venir a Venezuela y participar de una película desde el primer día de grabación hasta el estreno.
“Además, rodeado de amigos y un director con el que siempre había querido trabajar, rodeado de mi acento. Empezó un trabajo, primero, de mucha lectura. Mucha empatía. Tenía que empatizar con Jhon, no juzgarlo y hacerme de verdad vulnerable. Ni siquiera para justificarlo sino para decir de verdad ‘vamos a pedir perdón, vamos a fracasar, vamos a frustrarnos”, explicó.
Aunque no lo percibieron durante las grabaciones, hoy día Barreto reflexiona y considera que la sensación de aquel momento era de un salto al vacío. “Porque pudimos hacerlo muy mal y decir que no teníamos película”.
“Hacer cine es un acto de fe”, subrayó Manzano. “Hay momentos de duda profunda, terrible, de decir ‘sabes qué, me voy”, añadió.
Esser valora hoy mucho más el trabajo del productor ejecutivo, pues tienen que “moverse demasiados átomos y partículas vibracionales en el Universo para que todas estas personas hagan posible una película”. Y más un filme como Visceral, que contó con un equipo pequeño y sin embargo no bajaba de 50 o 60 personas.