Una historia perdida es la primera novela del escritor chileno Juan Pablo Meneses, su primer libro de ficción. Ya ha publicado otros 10 trabajos de no ficción en casi toda Latinoamérica, con traducción a varios idiomas. “Lo que no quería era que me saliera una novela latinoamericana, pero fracasé. Me salió una novela latinoamericana”, afirmó.
Una historia perdida fue finalista del Premio Herralde 2021. Se puede conseguir en las librerías de Chile y pronto en España, Argentina, Colombia y México. Ya está a la venta en Amazon, en Planeta de Libros y en Buscalibre.
Meneses nació en Santiago de Chile. Tiene 53 años de edad. Fundador de la Universidad Portátil, ha publicado Equipaje de mano, Hotel España, La vida de una vaca, Niños futbolistas y Un Dios portátil, entre otros.
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Una historia perdida es una novela latinoamericana
El protagonista de Una historia perdida es Pablo, un cronista latinoamericano que recorre varios festivales, va a congresos, conoce otros cronistas, incluso en hay una escena donde aparece bailando el periodista venezolano Boris Muñoz en el hotel Condesa DF de Ciudad de México. Toda la trastienda de la crónica latinoamericana está en esta novela.
“Pero además está el hecho de que se cuenta algo distinto del bombardeo a La Moneda, el palacio de gobierno de Chile, que termina con la Unidad Popular de Salvador Allende e instala la dictadura de Augusto Pinochet, en 1973, hace casi 50 años. Es esa imagen del palacio de gobierno en llamas que ha recorrido el mundo entero”, indicó.
“Al final el narrador descubre, y yo también como autor, que esa historia está mal contada por que le falta una pieza: al final del bombardeo uno de esos pilotos de la Fuerza Aérea de Chile gira su avión y comienza a bombardear el hospital de la propia Fuerza Aérea”, explicó.
“De eso trata la novela”, dijo.
“Por eso digo que me salió una novela muy latinoamericana porque termina mostrando un tema que nos toca a todos, las dictaduras, y cómo te esconden la verdad”, agregó.
El hospital al que se refiere Meneses quedaba a pocas cuadras de la casa de sus padres. Tenía cuatro años de edad cuando lo bombardearon. Durante años lo vio destruido, era una imagen común. Sin embargo, ahora revisa en Google y no existe ninguna foto de ese hospital derrumbado.
“Este hecho, el bombardeo al hospital, en escritos de gente de izquierda y de derecha, solo tiene dos o tres líneas, nunca más de dos párrafos. Es un hecho que se ocultó. Por eso me parecía relevante transmitirla y que conecte con las verdades que nos cuentan. Me gusta, en ese sentido, el valor de la ficción”, manifestó.
Una novela política
—¿Inevitablemente Una historia perdida es una novela política?
—Termina siendo una novela muy política porque deja en evidencia cómo los hechos políticos son capaces de esconderse. La historia la escriben los vencedores, como dijo Churchill, lo que pasa es que después los vencedores dejan de ser los vencedores y sigue la historia que ellos dejaron escrita. En Chile la dictadura terminó hace más de 30 años y todavía el relato que dejó la dictadura es el que se mantiene. En ese sentido, desmontar la historia va a llevar más tiempo que desmontar un gobierno.
—¿Por qué escoger ese tema? ¿Por qué era cercano a usted?
—Yo fui un niño latinoamericano bombardeado. Me di cuenta escribiendo esta novela. A mí me pasó tal cual lo que sale en las primeras páginas del libro. Lo conté muchas veces como una anécdota, quizás influido por la buena y mala influencia de tantos psicoanálisis. Pero resulta que en la pandemia se me ocurrió hacer algo que nunca había hecho, que fue investigar qué había pasó y me consigo con que no existe o no está, que algo que me había marcado tanto y que hablaba con mi familia, ya nadie lo conoce. Hemos sido víctimas de un ocultamiento feroz.
—¿Y por qué contarlo como novela y no mejor hacer una investigación y publicarlo como un relato de no ficción?
—Podría haber hecho una gran crónica con todos los elementos, pero es que ocultaron un edificio destruido en medio de la ciudad por 50 años. ¿Dónde voy a sacar toda esa información? Un académico me preguntaba si había revisado los archivos de historia, porque allí debería estar quién fue el piloto, cuántos aviones iban. Hay personas desaparecidas, no pocas. Lo que pasa es que no se ha contado la verdad y cuando la verdad desaparece se cuela la ficción.
—¿Qué pretende con Una historia perdida?
—La ambición mayor era terminarla. La hice en dos años, aunque la historia venía dándole vueltas desde hace décadas. Me interesaba también dejar una especie de homenaje a lo que fue el boom de la crónica latinoamericana, que duró más o menos de 2000 a 2012. Todo el mundo quería publicar crónicas. En todos los países había revistas. Me interesaba porque ahora no queda ninguna de esas publicaciones. La crónica se ha instalado en otras áreas más relacionadas con lo digital que le han dado nueva vida. Ahora, además, me gustaría que Una historia perdida se lea en la mayor cantidad de países.
—¿La pandemia ayudó a terminar la novela?
—Yo creo que me ayudó más a empezarla, a decidirme a hacer algo nuevo. El mundo estaba totalmente revuelto y quise hacer un cambio.
Dos historias de amor
—¿Hay una historia de amor?
—El protagonista de Una historia perdida tiene dos historias que se cruzan, una con una editora de Gatopardo, una colombiana, con la que chatean por temas de crónicas y después se quedan hablando hasta que se conocen en un viaje a Madrid. Él queda encandilado. Después siguen trabajando juntos, pero viven en mundos muy diferentes. Ese mismo protagonista tiene otra historia con una fotógrafa mexicana, que lo hacía mejor orador.
—¿No es aburrida?
—Hasta el momento me han dicho que no, pero puede que haya gente que se aburra.
—¿Pero a usted los personajes lo engancharon, tienen vida propia, le pidieron cosas?
—La anécdota que da inicio a la novela me pasó a mí, pero a partir de allí empieza a haber personajes que hablan por su cuenta, que uno no los controla, que piden ir a otro lado.
—¿Qué viene después de Una historia perdida?
—Llevo 60 páginas escritas, no sé si será una crónica o una novela, no he querido saber todavía, que me lleve para donde sea. Tiene que ver con un hecho histórico latinoamericano, como el bombardeo a La Moneda y el derrocamiento de Salvador Allende, y estoy explorando y trabajando en eso. Siento que la literatura latinoamericana tiene que hacerse cargo de la historia más reciente.