El concierto anoche de Sonya Yoncheva en el Teatro Teresa Carreño es quizás una de las mejores presentaciones en la historia musical reciente del país. La soprano búlgara, una de las cantantes líricas más importantes del mundo expuso su simpatía y cercanía con el público que vio crecer a su esposo, el director de orquesta venezolano Domingo García Hindoyan, a quien se refiere siempre como «mi amor».
En pleno escenario de la sala Ríos Reyna, que volvió, después de muchos años, a disponer de su concha acústica, Yoncheva y García Hindoyan se mostraron siempre cómplices. Él, a cargo en este recital de la dirección de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, le besaba la mano a la soprano para felicitarla por cada interpretación, y ella, pícara, jugaba con el director en momentos que permitían jocosidad como el aria «Habanera», que la búlgara cerró lanzándole al hombre una flor que tenía en sus manos mientras cantaba.
Hay que ver lo que es tener a la soprano en Venezuela. Nacida en Plovdiv, Bulgaria, hace 42 años, Yoncheva es una de las intérpretes más admiradas y reconocidas de su generación. Ha sido ganadora de premios como el Operalia de Plácido Domingo o el Premio Especial Les Amis du Festival por su interpretación de Fiordiligi en Così fan tutte en el Festival Internacional de arte lírico de Aix-en-Provence, en Francia. Además, se ha presentado en escenarios como la Ópera Metropolitana de Nueva York, la Royal Opera House, la Ópera del Estado de Berlín, la Ópera Estatal de Viena o la Ópera de París.
Con todos sus éxitos, lo que demuestra Yoncheva ante su público es una enorme humanidad, sensibilidad y humildad, que combina con su imponente presencia, la pulcritud de su voz y la conocida fuerza de sus actuaciones.
En los pocos minutos que habló, casi al finalizar el concierto, lo primero que hizo fue agradecerle a la gente por recibirla en el país de su amor. Alguien desde el público le respondió: «Gracias a ti por este regalo maravilloso». La soprano, sonriente y con los ojos brillantes, hizo una pequeña reverencia, parecida a las muchas que les ofreció a los músicos de El Sistema que la recibieron con homenajes el 3 de abril en el Centro Nacional de Acción Social por la Música.
«Son la gente más generosa y bella de corazón. La naturaleza aquí es un regalo, gracias», dijo Yoncheva antes de agacharse un momento para tomarse una foto que le pidió una admiradora.
La primera parte del concierto fue variada en cuanto a compositores. Comenzó con el preludio de Tristán e Isolda y siguió con el aria «Liebestod» del mismo drama de Richard Wagner, con el cual la búlgara apareció en el escenario llevando un largo vestido azul celeste. Continuó el recital con Trovatore – «Tacea la notte placida» de Giuseppe Verdi, Rusalka – «Měsíčku na nebi hlubokém» de Antonín Dvořák, la obertura y el aria «Dich teure Halle» de la ópera Tannhäuser de Wagner y, por último, La forza del destino – «Pace, pace, mio Dio» de Verdi.
En cada una de las piezas Yoncheva fue ovacionada por un Teresa Carreño completamente lleno, en especial con «Pace, pace, mio Dio», con la que el público se puso de pie por más de un minuto.
Toda la segunda parte se basó en piezas de Puccini, conocido profundamente por la soprano, y un par de sorpresas que no estaban en la programación. Las obras del autor italiano fueron Le Villi – «La tregenda», Le Villi – «Se come voi piccina», Madama Butterfly – «Un bel dì, vedremo», Manon Lescaut: Intermezzo, Gianni Schicchi – «O mio babbino caro» y Tosca – «Vissi d’arte».
Yoncheva, que se cambió el azul celeste por un vestido fucsia, recibió sonoros aplausos tras cada interpretación, pero las que más conmovieron fueron «Un bel dì, vedremo» y «O mio babbino caro», durante las cuales la soprano mostró sus capacidades histriónicas y su buen manejo del escenario.
Las sorpresas vinieron por cuenta del aria «Habanera», perteneciente a la ópera de Georges Bizet Carmen, y una zarzuela para cerrar, antes de la cual Yoncheva dijo orgullosa: «Voy a cantar algo en español».
Aclamada por más de tres minutos, la soprano, siempre agarrada de la mano de su amor García Hindoyan, tuvo que regresarse un par de veces para despedirse del público, en varios momentos haciendo gestos de corazones con sus manos, tanto para las fotos que le tomaron desde el patio como para sus fanáticos en el balcón.
Yoncheva había dicho en la rueda de prensa para promocionar el concierto que su hijo lloró cuando venía en el avión, pues, le comentó, por fin iba a conocer su país. La búlgara, con sencillez, elegancia e imponencia, hizo llorar a muchos anoche en el Teresa Carreño.
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