Con la masa de arepa que preparaban en su casa comenzó, como un juego de niños, a moldear sus primeras figuras. Eran campesinos como sus abuelos, que también eran artesanos. Fue el primer contacto del colombiano Edgar Álvarez con el mundo del arte, o lo que define en aquel entonces como arte.
Más adelante, también pequeño, descubrió que podía utilizar otros materiales para moldear como lo hacía con la masa de arepa. Y apareció la plastilina. Con ella realizó desde sus trabajos escolares hasta su tesis de grado en la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), donde se formó como artista plástico, aunque sus maestros no estuvieran de acuerdo, pues lo consideraban un juego de niños. «Nunca pensé que lo asumiría como profesión», dice Álvarez, de 45 años de edad.
De niño disfrutaba contar historias a través de sus figuras. Cada libro que leía o cada experiencia que vivía la recreaba a pequeña escala con plastilina. Con el tiempo, sus esculturas adoptaron otras formas e incluyeron nuevos temas: aspectos que le gustaban o disgustaban de su país y hazañas que protagonizaban sus compatriotas.
Ya mayor en Los Ángeles, donde vivió durante seis años, comenzó a realizar más figuras. Para Álvarez era una forma de reconectarse con sus raíces y sentirse más cerca de su hogar. Al poco tiempo, decidió abrir una página en Facebook para publicar su trabajo y para evitar saturar su cuenta personal con solicitudes de amistad. Así nació, hace ocho años, Se lo explico con plastilina, un proyecto que le abriría muchas puertas y que lo llevaría a distintos lugares. «Algo que me sirvió muchísimo fue la distancia. Empecé a sentir mucho más el dolor por la patria, un dolorcito que tenemos algunos», recuerda.
En esa época realizó un proyecto que marcó un antes y un después en su carrera: Los invisibles, una serie de figuras de personas en situación de calle. De aquella experiencia, que recuerda con mucho cariño y que considera lo convirtió en artista, aprendió cómo trabajar sus esculturas con imagen real y a utilizar las calles como escenografía.
Para el artista colombiano la historia es parte fundamental de su trabajo, pues sin ella no habría llegado al arte. Por esto, decidió explicar la historia de su país, entre otros temas, con sus figuras de plastilina. Es una forma sencilla y clara de abordar temas complicados como, por ejemplo, el conflicto armado, dice.
Además de sus esculturas ha realizado cortometrajes en los que refleja hechos históricos como los disturbios que ocurrieron en Bogotá el 9 de abril, luego del magnicidio del líder del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, en 1948. Lo que más disfruta de su trabajo es llegar con sus piezas a distintas generaciones. «Algo que me fascinaba en los lanzamientos era ver al abuelito con el niño y saber que los dos estaban entendiendo el tema, uno porque lo había vivido y otro porque le gustaba la plastilina. Era algo que servía de puente entre las dos generaciones».
Hace dos años Álvarez regresó de Los Ángeles a Colombia. Al llegar, una de las cosas que más le sorprendió fue ver la cantidad de migrantes venezolanos en las calles. Al ver a las personas deambulando por las carreteras con apenas unas pocas maletas y la ilusión de encontrar un mejor futuro se sintió identificado. «Entiendo esos problemas, los prejuicios que existen y cómo afectan los comentarios».
Decidió, entonces, recrear la travesía que viven los caminantes que huyen de la crisis política, social y económica que vive Venezuela, una de las más complejas de la región. «Aquí hay muchos desplazados, pero nosotros no los veíamos jamás. Esto fue algo nuevo y nos impresionó a los colombianos», dice.
Álvarez aún recuerda la primera figura con plastilina que hizo de migrantes venezolanos: un niño caminando con su papá, que muchos compartieron en redes. Gracias a aquella figura, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), lo contactó para realizar un proyecto sobre la migración centroamericana que lo ayudó a entender las diferencias entre ambos fenómenos. «Me he convertido en un experto en hablar con migrantes y en conocer el tema desde otra perspectiva, desde el arte y el trabajo de campo».
Desde entonces, el artista ha trabajado en organizaciones como las Naciones Unidas en el tema del proceso de paz, con Amnistía Internacional en proyectos relacionados con líderes sociales y, en Colombia, con el Banco de la República en la reconstrucción de la memoria histórica.
Para crear sus figuras de plastilina, Álvarez realiza mucho trabajo de campo, conversa con las personas, las conoce e investiga, algo que considera fundamental. Lo más difícil es, sin duda, conocer el drama que viven, la soledad y el rechazo. «Algo que me parece clave, y que aprendí con el tema de las migraciones, es la importancia de la solidaridad sin pensar en si la gente es de un partido político o si es rojo, azul, de izquierda o derecha. Es curioso, porque tuve la oportunidad de trabajar en campañas políticas, y prometí solemnemente no volver a hacerlo, y vi muchos problemas tanto de izquierdas como de derechas, por los que muchas veces la gente salía de sus países, y me parecía muy triste», recuerda.
No mide el tiempo que le dedica a crear sus figuras, todo depende del proyecto y los materiales que use. Lo importante, dice, es el mensaje que transmite en cada una de sus piezas. «Lo fundamental es decirle a los niños que si yo puedo explicar algo con plastilina o si yo me expreso a través de ella, todos podemos hacerlo».
Una de las situaciones más complejas y duras que le ha tocado presenciar es ver a personas recién deportadas: «Después de haber caminado kilómetros y kilómetros, pasar por varios lugares y muchas situaciones, tener que volver a su país y empezar de cero con un montón de deudas y con una frustración gigantesca… Es difícil».
Sin embargo, no todo es malo. También le ha tocado vivir experiencias bonitas, comenta. Lo más gratificante de su trabajo –afirma– es cuando una persona se siente identificada con sus esculturas. «Me parece lindísimo cuando me dicen ‘oiga yo me veo reflejado ahí, porque salí de mi país con tres maletas y una cantidad de ilusiones que usted plasma de una manera muy especial».
En su país, donde actualmente hay 1.825.000 según cifras de Migración Colombia, Édgar Álvarez reconoce que la percepción de los venezolanos es compleja porque Colombia, dice, no estaba acostumbrada a la llegada de extranjeros. «La prensa ha aprendido a no estigmatizar, eso ha sido un proceso de exigencia de la comunidad venezolana, y es clave. Aquí ha habido varias oleadas, al principio hubo una de inversionistas que llegaron y montaron muchas tiendas, pero ya después vino esa migración mucho más fuerte de caminantes», indica.
Sobre la discriminación hacia los venezolanos, Álvarez considera que no se debe a la nacionalidad, sino al nivel socioeconómico. «Un venezolano con plata llega bien a cualquier país, pero si no tiene dinero, la cosa es distinta. Eso mismo pasa con nosotros los desplazados, si eres alguien con una finca te puede ir mejor que si eres un campesino que no tiene nada», afirma.
Aunque entre sus referentes artísticos están Francisco de Goya, Caravaggio y Stanley Kubrick, Álvarez también admira el trabajo de artistas venezolanos como, por ejemplo, el del maestro Carlos Cruz-Diez o Arturo Michelena, uno de sus favoritos, incluso dice que siempre ha querido hacer una réplica de Miranda en La Carraca. «Tuve la oportunidad de visitar Venezuela hace año y medio, y algo que me pareció aterrador fue ver el Museo de Arte Contemporáneo prácticamente vacío. Era increíble ver una colección tan buena como la que tiene y que la gente no fuera a visitarla», dice.
De los artistas jóvenes, el colombiano destaca el trabajo de Carlos Jairrán, venezolano de 28 años de edad, que actualmente reside en Bogotá y a quien tuvo la oportunidad de conocer. «Me parece un súper escultor, es de esas personas jóvenes que sabes que están haciendo cosas importantes y que serán grandes dentro del arte», afirma.
En estos días de confinamiento por la pandemia del covid-19, Édgar Álvarez no ha tenido mucho tiempo libre. Actualmente se dedica a terminar un nuevo proyecto, Memoria e historia colombiana en construcción, una serie de exposiciones, videos y cortometrajes para explicar, de la forma más sencilla y visual, lo que ha ocurrido en su país.
«Es algo muy ambicioso, contar la historia desde muchos puntos de vista. Para mí es fundamental trabajar en el tema del proceso de paz, soy amigo del diálogo, pero ese diálogo se da si uno entiende parte de su historia y si la conoce mucho más a fondo y desde varias perspectivas. Colombia ha vivido de conflicto en conflicto, procesos de paz mal llevados o lo que pasa ahora, la ausencia del Estado en sitios donde se fue la guerrilla y a los que llegaron grupos del narcotráfico. Esa siempre ha sido la constante y uno de nuestros objetivos es decir ‘vengan, tenemos que entender muy bien nuestra historia», explica.
El colombiano, quien además es ilustrador, también está trabajando con la Cruz Roja en videos informativos sobre temas como el confinamiento, la pandemia y los migrantes, a quienes además de estar estigmatizados por el hecho de venir de otro país se les acusa de ser los responsables de transmitir el covid-19. «Esto ha sido algo complejo y ha generado xenofobia en muchos lugares», lamenta.
Pese al distanciamiento, Édgar Álvarez se ha sentido más cerca de las personas. El artista ha aprovechado el tiempo para realizar charlas y talleres sobre los proyectos que está desarrollando y se ha mantenido en contacto constante con su comunidad en redes sociales. «Me gusta mucho hablar con la gente y explicarle las cosas que estoy haciendo o sintiendo. Es una forma de acompañarse en muchos sentidos».
Aunque no ha tenido mucho tiempo libre, hay algo que no ha dejado de hacer: ver películas. Mientras moldea sus esculturas aprovecha para ponerse al día con alguna cinta, serie o documental. También escucha mucha música cuando trabaja. «Soy muy rockero», cuenta.
En estos días de encierro el arte representa un rol fundamental en la vida de todos, considera Álvarez, a la vez que afirma que en estos momentos hay una necesidad enorme de expresar lo que ocurre actualmente. «A veces la gente se siente tan identificada con muchas de las cosas que hago. Allí es donde uno sirve tanto de puente como de descanso y eso me parece importante».
Sobre el rumbo político que está tomando Colombia actualmente, considera que es un tema complicado. «No simpatizo con nuestro presidente (Iván Duque), me parece que es de los peores que hemos tenido y en el peor momento. Hay un aire de pesimismo tan grande y veníamos con la esperanza de que todo iba a cambiar, que se iba a reducir la violencia y resulta que no. Todo se va complicando y vamos hacia atrás. Es muy preocupante. Cuando escuchas que hubo cinco masacres en una semana es como volver a la época del paramilitarismo y el narcotráfico. Es muy frustrante».
Sin embargo, Álvarez asegura que no hay que quedarse entre lamentos, sino tratar de transmitir esperanza y ser críticos. «Es complejo tratar de dialogar con la gente que piensa distinto y demostrar que hay que seguir adelante», añade.
Aunque por ahora no se ha dedicado formalmente a transmitir lo que ha aprendido con la plastilina, asegura que ha tenido muchos alumnos por todo el mundo, quienes ven y admiran sus obras. Pronto espera tener un espacio para enseñar. «Me gusta trabajar con niños, adultos y jóvenes, me parece que es interesante. Disfruto mucho mostrarle a la gente cómo partiendo de cosas sencillas pueden desarrollar campañas y se pueden visibilizar muchas problemáticas. Entonces, hay trabajo para rato y me la gozo haciendo lo que me gusta», finaliza.