Lo de ser bajista fue casualidad, dice Gustavo Márquez. Porque, en realidad, lo que siempre quiso ser fue percusionista. Su interés por la música empezó a los 8 años de edad, tras romper varios cuatros en su casa.
«Cuando me pedían que tocara, yo volteaba el instrumento para hacerlo sonar como un tambor», dice con pesar. La gaita marcó su pasión por la música. «Aprendí primero a tocar perolitos, no me gustaban las cuerdas. En la percusión asimilé la gaita como parte de mi vida», reconoce el músico de 26 años de edad, también hijo de músicos.
Cuando comenzaba a abrir su apetito por este arte, inició clases en el colegio Amelia Cooking, de San Bernardino. «Me empezó a hacer transporte un señor que resultó ser Raúl Cabrera, director del Coro Infantil de Venezuela, y me invitó a participar en el grupo luego de escucharme cantar un tema de Simón Díaz». Poco faltó para que descubriera el instrumento que lo llevó en 2014 a formar parte de C4Trío.
«Un día el profesor Ronald Ochoa me invitó a entrar a una clase de bajo, instrumento que jamás había tocado. No sé qué pasó, pero la primera nota fue mágica, me encantó. Recuerdo que era un sol». A partir de entonces, todo fue aprender y perseverar. Quien reconoce entre sus principales influencias a Aquiles Báez, Beethoven, The Beatles y Juan Luis Guerra, comenzó a los 19 años a ser bajista de la banda del Pollo Brito.
«Lo busqué en el backstage de un show que tenía y le pregunté si podía tocar con él. Al mes me llamó Carlos Pineda, su guitarrista». Agrega que los nervios de su primer concierto menguaron cuando oyó a Pineda decir «Chamo, ¡gózatelo!», frase que retumba en sus oídos cada vez que sale al escenario. Se regó la voz de «El bajista del Pollo» y poco después Héctor Molina le propuso sustituir a Rodner Padilla y Gonzalo Teppa en el bajo de C4Trío.
«El recibimiento del grupo fue increíble, los siento como mis hermanos». Tras haber tocado en todos los espacios de Caracas, desde el Teatro Trasnocho hasta el Poliedro de Caracas.
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