Se debate a diario entre la esperanza y la nostalgia. Desde Nueva York, donde reside por su carrera como modelo, María Gabriela Isler observa el crudo contraste de lo que la rodea y lo que aquí falta. Mientras tanto –Molly para unos, Gabriela para otros– se reparte a sí misma entre una lista larga de proyectos sociales propios y otros en los que colabora. Allá es embajadora de la Scalabrini International Migration Network, iniciativa de protección y apoyo al inmigrante contra el tráfico de personas, mientras aquí en Venezuela promueve actividades propias de prevención de enfermedades de transmisión sexual y de embarazo precoz, educación en valores ciudadanos y empoderamiento personal
La vida que escogió parece miel sobre hojuelas. No obstante, aclara que haber portado la banda de belleza universal no es un sinónimo de un éxito perpetuo. “Además de lo emocionalmente retador que significa perderse muchos momentos familiares o con tu pareja, al principio estuve seis meses sin representación como modelo porque las agencias no querían trabajar conmigo. Uno pensaría que después de ser Miss Universo todo es más fácil, y aunque es verdad que algunas puertas quedan abiertas, ese título en la industria de la moda no vale nada. Más bien te dicen que estuviste expuesta a demasiados clientes y toca reinventarte”. En ese tiempo se cortó el cabello para marcar una diferencia. Ahora transmite una imagen más fresca y ya no se ocupa de maquillar sus pecas. “Voy a castings y me entrevisto con directores como cualquier modelo. Siempre he dicho que si no lo trabajaste, no sientes el mismo orgullo sobre lo que estás logrando”.
Resuelta a empoderar y a empoderarse, uno de sus recientes esfuerzos en esa carrera que desarrolla desde que tenía 14 años es Gabriela Isler Management, su propia firma para representar y asesorar a jóvenes promesas de la fotopose y la pasarela. “A través de mi experiencia, busco proveer acompañamiento y orientación a esas muchachas –de Venezuela y de otros países– que están empezando y se sienten presionadas por lo que impone la industria”. Ella misma, por ejemplo, no promueve cigarros ni licores; no son productos con los que se identifica. “La idea es que ellas también puedan desarrollar una carrera cónsona con sus principios y con lo que realmente deseen hacer, porque no todas tienen la autoestima para defender lo que quieren o para lidiar con ciertas situaciones”.
¿Cómo le fue con Donald Trump en su época como reina? “La verdad es que lo vi pocas veces y conmigo fue siempre muy amable. El trato que recibí en todo momento fue el que se le da a una dama, y creo que no pudo haber sido de otra manera porque es el que siempre exijo. Cuando nos veíamos, me felicitaba y me decía que estaba orgulloso del trabajo que estábamos haciendo”. Asegura que nunca sintió incomodidad ni discriminación. “Creo que si eres correcta, profesional y muy respetuosa con los demás, es sumamente difícil que te respondan de otra manera. Para mí, el Miss Universo fue una oportunidad enorme de crecimiento que voy a agradecer siempre”.
En estos días, Isler se prepara para ser una de las profesoras de la plataforma Smartbeemo, para compartir sus conocimientos de imagen y reputación en las redes sociales. Su propia página web es otra muestra de su afán por mejorar la calidad de vida de quienes la siguen. También la ilusionan los preparativos de su boda en estas tierras para el año que viene. ¿Se casa con el mismo novio que tenía cuando ganó el Miss Universo hace cuatro años? “Con el mismo que tenía desde antes del Miss Venezuela, hace seis”, aclara con gracia sobre esta compleja relación de viajes continuos. “Creo que si no fuese amor verdadero y si no nos respetáramos tanto, no hubiésemos resistido. Me emociona mucho que por fin vamos a poder recorrer los mismos caminos”.
En la web: www.gabrielaisler.com