Este domingo 19 de mayo finaliza la que es considerada una de las series más exitosas de la televisión contemporánea: Game of Thrones.
A pesar de que el ciclo final de solo seis episodios estuvo precedido por la emoción de una espera de casi dos años (posiblemente sea la única serie que se dio ese lujo y no perdió fanáticos en el proceso), lo cierto es que la narrativa que rodeó el desenlace de la producción ha tenido que lidiar con emociones encontradas.
Muchos adoran el afanoso ritmo que impuso una temporalidad tan corta, sumado a las decisiones de trama que parecieron obedecer más al espectáculo que al desarrollo profundo de los personajes con sus conflictos frente al poder.
Otros criticaron la manera en que la velocidad del nuevo ritmo, impuesto por el poco tiempo en pantalla, desdibujó personajes poderosos y reveló algunas malas decisiones en términos de la evolución de la historia. Lo cierto es que Game of Thrones ha sido y será por mucho tiempo un fenómeno cultural y televisivo, pues no solo consiguió despertar el amor dormido por una clase de épica que parecía anacrónica, sino que también logró conectar a millones de personas en torno a un mundo alternativo en el que los inviernos duraban siglos, existían dragones como armas de destrucción masiva e intrigas tan humanas como desalmadas para lograr mayor poder o riqueza.
Los Stark, los Lannister y los Targaryen tejieron como familias los nudos de una confrontación que rompió cánones dentro de la narrativa televisiva convencional. Apostaron por la naturaleza gris de todos los personajes y recurrieron a la idea de no tener un solo héroe o un personaje inmune a las crudas sorpresas del guion.
Hubo guerras contra muertos vivientes casi invencibles, traiciones por montones y una impactante transición generacional que puso a algunos personajes en el centro de los conflictos tras una cuidada definición de su arco como protagonistas.
Por ejemplo, Arya Stark pasó de ser una niña que no se amoldaba a las convenciones de su destino a convertirse en una efectiva asesina y vengadora; Jon Snow dejó de ser un bastardo relegado para revelarse –muy a su pesar– como el llamado a quedarse con el Trono de Hierro (el símbolo de poder que gestó el conflicto principal de la serie); Daenerys Targaryen –madre y reina de los dragones– sufrió una de las metamorfosis más impactantes de la historia, pues pasó de ser una monarca solidaria, justa y un poco sufrida a convertirse en una reina enceguecida por el poder y dominada por las emociones, que la llevaron a ser todo lo que siempre atacó.
¿Afán de aplauso fácil?
Precisamente ese ha sido un detalle que ha disparado las críticas de los fervientes seguidores de Game of Thrones, quienes esperaban, en el caso de ese personaje, una evolución acorde con lo que dictaba el gusto. Toda una contradicción para una serie que parecía estar ahora más al servicio del aplauso fácil que de sus fanáticos. Que por querer dar una sorpresa –sin dejar de ser un poco predecible– parecía estar dominada por ese afán ya descrito.
No es fácil realizar un final que satisfaga a millones en todo el mundo. Ya pasó con Los Soprano, quizá una de las series que allanó el camino para la gran evolución de la TV como hoy la conocemos, pero que fue causando revuelo y rabia al mismo tiempo.
Tampoco tuvo una gran respuesta el cierre de la comedia How I met your Mother, una receta de humor que jugó con el futuro y el presente, pero no convenció con su final. Las grandes series generan una expectativa que puede ser muy tóxica cuando no se alcanza el estándar popular.
Game of Thrones asume un riesgo muy grande este domingo en su último episodio, que está rodeado por la duda y el miedo. Nadie, ni seguidores incondicionales ni escépticos, dejará de ver la despedida de Game of Thrones (este domingo, a las 9:00 pm). Y no es para menos, pues se revelará quién se queda con el gran Trono de Hierro y, si todo sale bien, se podrá desenredar ese nudo en el que se metió la serie al unir el destino de una reina loca y un guerrero que no explotó todo su potencial.
Pero todavía se puede creer que hay una oportunidad de redención para los personajes: Snow debería aniquilar a la reina que amó y que ahora desconoce, Mientras que Tyrion, personaje que se supo mover en los fangosos terrenos de la política, tendría la opción de solucionar sus continuos errores de cálculo, que ahora lo tienen ad portas de la muerte por traicionar a su reina, solo por nombrar algunos.
Los que han seguido la serie con disciplina esperan que el último aliento televisivo les dé algo que los aleje de la sensación de haber perdido un poco el tiempo ante una trama más que predecible, pero que, de seguro, dejará huella. La clave que esperan millones esa noche es que la pelea por un poder mayor sea justa en un mundo donde nada parece responder a ese principio.
Pero como reza Ed Power, de The Daily Telegraph: “No es la primera vez en Game of Thrones que las personas inteligentes se comportan de manera estúpida y la única razón es porque la historia lo exigía. Solo podemos esperar que la serie haga lo mejor con los pocos personajes que quedan en pie durante el gran desenlace”.
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