Hasta hace apenas dos semanas no se confirmó que Quentin Tarantino participaría en el Festival de Cannes, pero su presencia mediática y artística es precisamente lo que pretende este año el certamen francés, que busca el equilibrio entre rostros conocidos, noveles y cineastas más alternativos.
“Es importante que (Tarantino) esté aquí porque es uno de los grandes cineastas de su generación”, afirmó este lunes en rueda de prensa el delegado general de Cannes, Thierry Frémaux, que también destacó la presencia en la competición de nombres consagrados como los de Pedro Almodóvar, los hermanos Dardenne y Terrence Malick.
Estos grandes cineastas suponen la mitad de los directores de las 21 películas que competirán desde este martes por la Palma de Oro. Y la otra mitad, nuevos talentos, sin importar si son trabajos dirigidos por hombres o mujeres porque, aunque Cannes quiere conseguir la paridad en su organización, Frémaux fue muy claro al asegurar que lo que importa de los filmes es si son buenos o malos.
Por eso están Tarantino en la competición con Once Upon a Time… in Hollywood, y Almodóvar con Dolor y gloria, pero también el francés Ladj Ly, con su ópera prima, Les misérables. “No hay que mezclar los deseos de paridad con la selección”, señaló Frémaux, que aseguró que el festival nunca ha tenido como objetivo que la competencia sea paritaria. “Cannes siempre es atacado, me da la impresión de que no se habla de cine, sino de cuestiones sociales”, lamentó el responsable del festival. Sería, agregó, “irrespetuoso seleccionar un filme solo porque sea realizado por una mujer”, algo contra lo que luchaba, por ejemplo, la cineasta Agnès Varda, recientemente fallecida y a la que Cannes ha dedicado este año su cartel. Sí hay paridad en los jurados, como en el principal, presidido por el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu y al que acompañan cuatro hombres y cuatro mujeres: los realizadores Yorgos Lanthimos, Pawel Pawlikowski, Kelly Reichardt, Alice Rohrwacher, Enki Bilal y Robin Campillo y las actrices Elle Fanning y Maimouna N’Diaye.
Una elección, la de Iñárritu, que se ha debido a muchas razones, como reconoció Frémaux. “Es el primer presidente del jurado con barba de la historia del festival”, bromeó antes de añadir que pertenece a una generación extraordinaria de cineastas. “México es una tierra artística increíble” que ha dado nombres en los últimos años como los de Iñárritu, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, Carlos Reygadas, Michel Franco y Amat Escalante, e intérpretes como Salma Hayek, Gael García Bernal y Diego Luna. Un país “que representa esa especie de dualidad americana, entre el Norte y América Latina. Incluso sus artistas la atraviesan y son los que reinventan Hollywood”, dijo Frémaux en referencia al dominio de los cineastas mexicanos en los Oscar.
América Latina, continuó, “es un gran continente de cine”, sus películas son “una presencia estimulante que renueva mucho la forma de ver el cine”. Y no solo desde el cine más clásico, también con proyectos como el de realidad virtual de Iñárritu, Carne y arena, por el que recibió un Oscar especial y que es extraordinario en su manera humanista y combativa de mostrar cuál es el drama de los inmigrantes.
Un tema, el de la inmigración, que suele estar muy presente en Cannes, junto con otras cuestiones políticas y sociales, esa parte esencial del festival junto al glamour de la alfombra roja –“Si hubiéramos podido traer Avengers lo habríamos hecho”–.
Porque Cannes apuesta por las estrellas, pero también tiene la responsabilidad de programar documentales sobre el cambio climático o sobre la lucha por conseguir legislar el aborto de las mujeres argentinas, tema de la película Que sea ley, que presenta, fuera de competencia, Juan Solanas. “América Latina no es un continente que solo juega al fútbol”, aunque este tema también estará presente en Cannes con un documental dedicado al mítico Diego Maradona. Y también habrá espacio para los recuerdos de infancia, los de los filmes de Almodóvar y de Tarantino, que lanza una mirada al Hollywood que conoció de niño. O para la denuncia social de los hermanos Dardenne o de Ken Loach, historias íntimas que provocan emociones que, al fin y al cabo, resaltó Frémaux, es lo que todo espectador busca en el cine.
Todo un equilibrio de estilos que es lo que constituye un festival que tampoco está exento de polémicas, como la Palma de Oro de honor que este año recaerá en Alain Delon, decisión criticada por su apoyo público a la ultraderecha. “No vamos a dar el Premio Nobel de la Paz a Alain Delon”, afirmó rotundo el delegado de Cannes. Es un reconocimiento a su carrera y no a sus declaraciones. Y agregó: “Hoy es difícil recompensar a nadie porque inmediatamente la policía política, como usted lo ha hecho, me obliga a decir cosas que van a ser examinadas con lupa y eso restringe la libertad de expresión”, dijo dirigiéndose al periodista que le había hecho la pregunta. “Nadie es perfecto, Alain Delon no es perfecto, yo no soy perfecto y usted, sin duda, no es perfecto”, recalcó.
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