Sweet Girl Jason Momoa

Jason Momoa se va a llevar este año el título del actor más buena onda del planeta. Su fórmula de músculos y simpatía le ha dado un espacio junto a Dwayne Johnson como un actor carismático, rudo, y que cada vez deja a un lado la idea de ser el malvado de turno.

Ahora la estrella de Aquaman deja a sus aventuras bajo el agua y bajo la protección de DC Cómics, para convertirse en un devoto padre que busca venganza y cuida a su hija adolescente.

Momoa se ha convertido en la imagen principal de Sweet Girl, la más reciente película del también recordado Khal Drogo de Game of Thrones. Sin embargo, como él lo ha dicho en algunas entrevistas, «el relato es acerca del valor y lo que tú puedes hacer por la familia».

No miente, pero solo basta ver un poco de la producción para saber que no todos los padres se agarran a puños con un sicario en el metro y no todos tienen el potencial para irse de frente contra una empresa farmacéutica, siendo un padre común y corriente que tiene que trabajar doble jornada para lidiar con el drama de tener a su esposa hospitalizada por un cáncer agresivo.

Ese es el detonante de este híbrido de acción que encaja una inesperada conexión familiar entre un padre y una hija que buscan algo de justicia, pero tienen varios peligrosos obstáculos cuando deciden asumir ese reto en esta producción de Netflix.

Jason Momoa repite la fórmula de ser un fortachón con estilo y que no teme mostrar sus sentimientos. A veces le cuesta, es cierto, entre tanta fuerza bruta y presencia de gladiador, pero si fue capaz de ganarse el amor de la reina de los dragones en Game of Thrones y pasar de ser un monarca brusco y abusador, para convertirse en un ser adorado y que muchos lloraron cuando tuvo su cita con la muerte.

No todos los actores de Hollywood denuncian los excesos de poder de algunos durante un rodaje; tampoco todos defienden un territorio sagrado como Mauna Kea, en Hawái (donde nació el actor) y en el que se encuentra el volcán inactivo más grande de la isla.

Solo él alardeó de su hermosa ruana colombiana, que fue tejida por artesanos de Iza, en Boyacá, ni le rinden tributo a un niño con cáncer fanático de Aquaman, al punto de que el protagonista le dedicará la nueva producción que se estrena el otro año.

Con este contexto, es difícil no sentir un poco de empatía con su nueva producción, una cinta de acción que se asimila rápido, que parece predecible (aunque tiene un giro interesante en su última etapa del relato) y en el que Momoa no se complica en un ningún momento en dejar brillar a su coprotagonista Isabela Merced, recordada por su papel en la versión cinematográfica de Dora la exploradora y que en este ocasión asimila muy bien la acción, las balas y las peleas de su padre.

«No haber hecho esto antes y estar con Jason, que tiene toda esa experiencia… Recurrí a él para que me guiara. No como: ‘Hola, ¿tienes algún consejo?’. Era más simplemente verle en su elemento, aprender y absorber», recordó la actriz de su compañero de escenas en una entrevista con la agencia Efe en la que recalcó que la cinta hace una crítica al sistema de salud estadounidense y que el tema también estaba relacionado con ella, ya que a su madre le diagnosticaron cáncer de mama en 2019.

La actriz criticó que los seguros «solo cubren algunas cosas».

«Definitivamente es un problema y creo que es algo que esta película lo aborda de alguna forma (…). Quizá la segunda parte se sumerja más en eso», señaló, dando pistas de un futuro con aires de saga.


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