En 2015 comenzaron a aparecer los primeros síntomas, como la fiebre que alerta la infección. La dolencia que ya afectaba los fondos para el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos dejó en coma a uno de los galardones más importantes de la literatura en español, que se entrega cada dos años.
Fue el colombiano Pablo Montoya, ganador por Tríptico de la infamia, quien sufrió los primeros embates de la crisis económica permeada en el certamen. Hace dos años, en agosto, estuvo en el país para recibir el reconocimiento. Dio el respectivo discurso, visitó lugares turísticos como la plaza Bolívar y el mausoleo del Libertador, pero se fue de aquí sin los preciados 100.000 dólares, con los que entonces pensaba comprar una casa en las afueras de Medellín. Esa era la primera opción para invertir el dinero.
Pero no hubo puntualidad en el cumplimiento de la palabra. “Espero que a principios de noviembre me sea pagado. Las razones de esta demora no me han sido explicadas con claridad”, indicó en octubre de ese año. Si bien el autor afirmó que lo económico no era tan importante como la importancia de ser elegido para engrosar la lista de los que han recibido este galardón, había un compromiso que debía ser honrado.
Pasaron las semanas y en enero de 2016 el Ministerio de Cultura, en ese momento a cargo de Freddy Ñáñez, no había hecho el desembolso. El Nacional contactó entonces a Montoya, quien aseguró que se habían comprometido a pagarle. Y así fue. A principios de febrero del año pasado la deuda estaba saldada.
Ahora, la edición de 2017 fue pospuesta. “No se ha podido realizar por restricciones presupuestarias del Ministerio de Cultura, pero se va a convocar para que sea entregado en agosto de 2018. Las postulaciones se hacen normalmente a partir de enero”, confirmó por teléfono Roberto Hernández Montoya, presidente de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, sobre la decisión inédita del despacho que ahora dirige Adán Chávez.
El Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos se entregó por primera vez en 1967. Lo recibió entonces un joven Mario Vargas Llosa, que inscribía su nombre en el derrotero de galardones con este reconocimiento creado por el Estado venezolano, que entonces encabezaba Raúl Leoni. La obra laureada fue La casa verde.
Cinco años después –hasta 1987 el premio se entregaba cada lustro– Cien años de soledad de Gabriel García Márquez fue la elegida. Desde entonces obras indispensables de las letras hispanoamericanas han recibido este importante galardón, como Terra Nostra de Carlos Fuentes (1977), La visita en el tiempo de Arturo Uslar Pietri (1991), Los detectives salvajes de Roberto Bolaño (1999) o El desbarrancadero de Fernando Vallejo (2003).
Sesgado. Desde hace poco más de una década el reconocimiento empezó a ser cuestionado. De acuerdo con los críticos, tomó un sesgo político, más vinculado a la revolución bolivariana.
El diario chileno El Mercurio reseñó en 2009 que varios autores declinaron participar en esa ocasión. Uno de ellos fue Edilio Peña, quien solicitó a Editorial Alfa que retirara la postulación de El acecho de Dios por lo que consideró “un recrudecimiento impúdico, arbitrario y censor de la creación en Venezuela”.
Eduardo Liendo, también citado por ese medio, indicó que nunca premiarían a una novela como El último fantasma, en alusión a Vladimir Lenin, personaje cuestionado de forma jocosa por la pluma del autor venezolano. Ana Teresa Torres dijo ese año que el jurado estaba parcializado políticamente.
En 2013 se presentó una situación similar. Varias editoriales nacionales decidieron no postular. Además, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la Cátedra Mario Vargas Llosa presentó el Premio de Novela Mario Vargas Llosa. El director de la institución, Juan Jesús Armas Marcelo, aseveró que el objetivo era contrarrestar lo que consideran la ideologización del Rómulo Gallegos. El primero en recibir este reconocimiento fue el español Juan Bonilla por Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral).
LA CIFRA
100.000 dólares es el premio en metálico que forma parte del reconocimiento que entrega el Estado venezolano desde los años sesenta.
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