La noticia se hizo oficial el viernes de la semana pasada y antes de lo previsto. Solveig Hoogesteijn se apartaba de la dirección de Trasnocho Cultural, del que fue fundadora y del que llevó las riendas desde su inauguración el 4 de octubre de 2001. No se desliga por completo y se mantendrá como asesora externa. El director de programación de Cines Paseo, José Pisano, a quien considera su mano derecha, tomará su lugar los primeros días de junio.
Cuando se inauguró en el este de Caracas, en el sótano del Centro Comercial Paseo Las Mercedes, el Trasnocho Cultural tenía apenas dos salas de cine -que ofrecían cine de autor sin excluir de Hollywood- y una de teatro; la oferta gastronómica estaba encabezada por el restaurante de Helena Ibarra y el Soma Café de María Fernanda Di Giacobbe, y la discotienda Esperanto, dirigida por Carlos Souki.
Desde el principio más que una dirección, la también directora de cine se consideraba una coordinadora general, con una estructura descentralizada. “Yo no dirijo este centro, sino que coordino las partes, es decir, cada proyecto tiene su jefe independiente, el cual es experto en su materia”, explicó en una entrevista en 2001 a El Nacional, previa a la inauguración. Es un espíritu que se mantuvo hasta ahora: decisiones horizontales y en equipo.
En 2001 abrir un centro cultural de inversión privada y que se mantuviera con los ingresos del público no era poca cosa. El sector cultural sufría cambios en sus cabecillas, además las instituciones y proyectos culturales, por tradición, eran subvencionados del Estado. Había riesgo en esto. Pero dos años después, pudo decirlo: “Sí, es rentable”.
Cineasta imprescindible de la filmografía venezolana, Hoogesteijn tiene en su haber la tercera película más taquillera del país: Macu, la mujer del policía (1987), con 1.180.817 espectadores, le puso pausa -sin proponérselo- a su pasión, para dedicarse a un proyecto que se amplió con los años hasta llegar a tener dos salas de teatro (Teatro Trasnocho y Sala Plural, esta última experimental), cuatro de cine, dos restaurantes, dos cafés, una sala de exposición (Sala TAC, que inició como una extensión del MACSI) y una tienda de discos.
Un punto cultural en la ciudad que ofreció festivales de cine español, francés, italiano, estadounidense, de teatro, así como formación e impulsó la creación del Festival de Jóvenes Directores y del Concurso de Dramaturgia. Y, justo hace un año, lanzó su propia plataforma virtual, que funciona, además, como memoria y archivo de lo realizado en estos tiempos.
—Qué la llevó a tomar esta decisión? ¿Influyó la pandemia?
—La pandemia nos obliga a encerrarnos en nuestras casas y a dialogar mucho con nosotros mismos. En las primeras semanas me puse inmediatamente a escribir un guion de una serie que tenía pendiente, a la cual nunca podía dedicarle el tiempo que quería, pero pocas semanas después me di cuenta de que era necesario armar una plataforma web para que el Trasnocho pudiese seguir llegando al público, pudiese seguir existiendo. Esa idea, ese nuevo reto me llenó de entusiasmo y me dirigí a ellos en cuerpo y alma y pospuse ese deseo que tengo y que he tenido todo el tiempo que he hecho gerencia cultural. Logré solo hacer una película, Maroa, en 2006. Yo estoy en este proyecto desde 1999, es decir, dos años antes de la inauguración y siempre pensé que podía hacer las dos cosas paralelamente, pero no ha sido así.
En estos días de encierro, sentí cada vez más esa urgencia, esa necesidad, muy personal de volver a mi profesión original que es la autoría en el cine. La verdad es que siento que estoy entrando en una etapa de mi vida, no sé cuántos años me queden, en la que tengo una enorme necesidad de contar historias y de dialogar conmigo misma, de tener más tiempo para reflexionar, porque el trabajo de la gerencia cultural está lleno de acción, de intercambio, de resolver problemas, sobre todo en un país tan difícil como el nuestro. No hallé el tiempo necesario para dedicarme a eso, que es para mí una necesidad vital, que es hacer películas y escribir guiones. Me quiero dar ese lujo porque nadie sabe cuánto tiempo está en esta vida hermosa.
—Casi 20 años de gerencia cultural, ¿qué considera han sido hitos para la historia de Trasnocho Cultural?
—Un primer hito, por ejemplo, fue lograr en dos años ser autosuficientes, sustentar el lugar con los ingresos del público. Ese fue uno de los grandes retos que nos propusimos cuando concebimos este proyecto. El Trasnocho está en un sótano, cosa que no hace más fácil el trabajo. Iniciamos con dos salas de cine y yo había calculado en tres años poder caminar solos y ya a los dos años fue posible, lo que demuestra que la ciudad de Caracas estaba madura para un proyecto así. Empezamos además con un teatro que muestra agrupaciones venezolanas, con lo mejor de nuestra producción.
El segundo hito fue abrir la tercera y la cuarta sala de cine y que pudiésemos continuar con una oferta no comercial y que se sostuviera. Cuando vimos la necesidad del público de tener un diálogo, de profundizar en el conocimiento de las películas, sobre las artes plásticas, la historia del arte, la historia de la cultura.
Otro hito importante fue cuando se nos ocurrió presentar dos y hasta tres obras de teatro en un mismo día. Yo recuerdo haber hablado con una oficina especializada en Nueva York y decirles “yo necesito un escenario en el que se puedan bajar las escenográficas, que tenga cerca un depósito para subir otra en media hora y poder tener una función distinta” y ellos me dijeron que era imposible, que no se hacía en ninguna parte. Y fue posible. Presentábamos una obra infantil en la mañana y dos obras para adultos en la tarde.
Otro momento importante fue cuando el Espacio Plural, que originalmente era un espacio de formación donde se dictaban talleres, seminarios, conferencias, lo transformamos en un teatro experimental por la necesidad de que fuera autosustentable. Yo creo que esa es la innovación de Trasnocho como concepto de centro cultural y gerencial: alimentarse y sustentarse financieramente a través de los ingresos del público. Se logró hasta que el covid nos obligó a cerrar.
—En una entrevista de 2015 para El Nacional, en ocasión de los 14 años de Trasnocho, señalaba que cuando comenzó a ofrecer dos obras diarias los demás teatros los imitaron.
—Sí. A mí siempre me ha dado mucha risa porque la gente dice “Mira, nos están copiando”. Mientras nos copien es porque lo estamos haciendo bien. Uno no le tiene que tener miedo a eso. Uno le tiene que tener miedo a no tener nuevas ideas.
—¿Cuál ha sido el éxito del Trasnocho?
—En primer lugar, tener en un solo espacio físico una diversidad muy grande de programación. En segundo lugar, la excelencia, es decir, la excelencia en la programación y la excelencia en el servicio al público. La comodidad de un estacionamiento en la misma planta. La seguridad de la zona y estar en un centro comercial. Esos fueron aspectos muy importantes.
—¿Es Trasnocho Cultural lo que usted pensó que sería cuando se estaba gestando el proyecto en 1999?
—Sí y sobrepasó las expectativas, porque nunca pensé que la ciudad de Caracas pudiera tener cuatro salas de arte y ensayo en un mismo lugar y poder continuar con ese perfil de programación. Nunca pensé que un teatro en Caracas pudiera ser sustentable y lo fue gracias a esa doble y triple programación. Siempre hay ideas, salidas, soluciones que te llevan más allá de lo que tu planificabas, porque esa idea de tener varias funciones en una misma noche no la tuve al inicio, eso vino con el tiempo.
En ese sentido, un centro cultural es como un cuerpo vivo. El Trasnocho empezó siendo un lugar de difusión, nosotros programábamos, difundíamos y la gente lo disfrutaba. Poco a poco llegaron personas con propuestas y proyectos como Cine Psicoanálisis, que llegó como al cuarto año de la mano de Ana Teresa Torres y Ana Herrera de la Escuela Psicoanalítica de Caracas. El deseo de usar el cine como herramienta de análisis fue creciendo y luego vinieron los de la Escuela Junguiana, y luego la Gestalt. Esos son fenómenos que no concibes al inicio, pero la sociedad civil que te rodea tiene idea, tiene proyectos, los trae y uno se entusiasma porque son buenos y hay una necesidad de ese conocimiento, de ese diálogo entre las artes y el público. Igual pasó con la sala TAC: comenzó siendo una extensión del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber y después nos independizamos.
—¿Qué fue lo más difícil que ha tenido que afrontar en estos casi 20 años?
—Los cortes eléctricos, la falta de agua, la falta de servicios públicos, eso ha sido un gran impedimento, así como la inseguridad. Nuestro nombre es Trasnocho Cultural. Al inicio nosotros teníamos funciones de medianoche, pero la inseguridad hizo que el público tuviera miedo de salir de noche, entonces nos hemos convertido en una especie de matiné, que tiene que terminar temprano. Antes teníamos 3 funciones de cine cada día, ahora tenemos 2 y el 7+7 nos castiga terriblemente, porque podemos funcionar solo dos semanas al mes. Es muy duro mantener un lugar así.
—¿Qué significó para usted, como mujer, dirigir una institución tan importante en un mundo donde la mayoría de los espacios siguen en manos de hombres?
—Fíjate que en el mundo de la cultura se han destacado muchísimas mujeres que han estado al frente de los museos, el Banco del Libro, de muchas instituciones culturales. Yo no creo que la diferencia debamos trazarlas entre hombres y mujeres, debemos trazarlas entre el talento, las aptitudes, la voluntad, la mística, la dedicación. Tal vez hay muchas mujeres que sienten que al haber conquistado espacios que a la generación de nuestras madres le estaban vetados tienen esa dedicación tan intensa, ese compromiso tan férreo por lograr estos espacios.
Claro que a veces como mujer uno tiene que demostrar doblemente sus capacidades para tener el debido respeto del entorno, pero en Venezuela hay tantas mujeres que se han destacado no solo en el campo cultural, sino en el científico, pedagógico, social, en los medios. Es mucho más interesante trazar una diferencia entre una mentalidad totalitaria y una mentalidad democrática en esta realidad que vivimos, que entre hombres y mujeres.
—¿Qué ha significado el Trasnocho Cultural para usted?
—Un reto y un gran aprendizaje. Me voy llena de gratitud. No son palabras, son vivencias, hechos. Venezuela es un país que ofrece aún en la situación actual muchas oportunidades. Es mucho más difícil, lo he vivido, lograr surgir con alguna idea o proyecto en países del primer mundo. La competencia es mucho más ardua, mucha gente preparada y porque ya muchas cosas están hechas. En Venezuela hay mucho por hacer y eso es un gran motivador, un imán fascinante.
—¿Cuál es el mayor aprendizaje que le deja?
—El trabajo en equipo, el confiar en el otro, el poder delegar, confiar en las personas que se han formado y han asumido responsabilidades sin las cuales no existiría el lugar. Necesitas un equipo en el que confiar y eso ha sido para mí muy gratificante. Me gusta mucho trabajar en equipo, cada quien tiene su especialidad y he aprendido mucho de personas valiosas que nos han acompañado y asesorado.
—¿Qué consejo le dejaría a José Pisano para afrontar esta nueva etapa?
—Buena pregunta…. Que no le tenga temor a la innovación. Que todavía hay muchas cosas por mejorar, sobre todo en lo digital, y que todavía hay muchos proyectos por hacer. Yo estoy segura de que José lo va a hacer, él ha estado a nuestro lado todos estos años y fue uno de los primeros que contacté cuando el Trasnocho solo era una mera idea. Es un gran especialista en cine y un gran gerente.
—¿Cuáles son las funciones que tendrá ahora como asesora externa del centro?
—Me interesa sobre todo el campo internacional, conocer un poco más de las posibilidades de alianzas, concursos, abrir un poco nuestra acción al terreno internacional y atraer proyectos hacia Caracas; ese es un campo que me interesa y creo necesario en este momento. En lo personal lo que deseo es escribir mis guiones, tengo tres empezados sobre distintos temas. Quiero hacer de pronto una película, si el destino me da esa dicha.
—¿Podría adelantar algo de lo que tiene escrito?
—No, eso es pavosísimo (risas).
—¿Qué espera de ahora en delante del Trasnocho Cultural?
—Yo estoy segura, porque estuve este fin de semana en Trasnocho, que van a florecer a pesar del covid-19 y yo espero que pronto nos den permiso de operar continuamente y romper con el 7+7, porque tanto en el cine como el teatro no se está hablando, se está en una actividad contemplativa y se ha demostrado que, en los cines, si hay distancia, las mascarillas y el lugar esta aseado y desinfectado, no tiene por qué haber contagios. El cine y el teatro son lugares muy seguros.
—¿Qué considera que le falta por hacer?
—Una gran película.