“El país entero se muere de hambre y al gobierno no le importa. Solo nosotros podemos salir de esta. Yo sé que ustedes sienten la misma rabia que yo. Primero muerto antes que dejar de luchar por la libertad de Venezuela”. Simón, joven líder estudiantil, se muestra decidido ante el grupo de estudiantes que, con sus banderas tricolores, gorras y pancartas lo escuchan atentamente. Al terminar, recibe una ovación del grupo. Entre aplausos todos comienzan a caminar rumbo a las calles de donde, posiblemente, no regresen nunca. Valientes y decididos, entonan sin cesar: ‘¿Qué queremos? Libertad’.
Esta es una de las escenas más emblemáticas de Simón, el cortometraje dirigido por el venezolano Diego Vicentini y protagonizado por el actor venezolano Christian McGaffney. Estrenado en 2018, el corto tuvo una gran receptividad entre el público: durante dos meses se presentó en 8 países, entre ellos Argentina, México, Colombia, Panamá, Chile, España, Inglaterra y Estados Unidos. Fue tal el impacto de la historia de Simón, el líder estudiantil radicado en Estados Unidos que intenta ayudar a sus amigos en Venezuela en su lucha, que el director decidió convertirlo en un largometraje.
Tras años de esfuerzo, finalmente la película se estrenará en el Florida Film Festival de Orlando, Florida este sábado 15 de abril de 2023. Con esa primera proyección comenzará su recorrido por los festivales los próximos dos meses, incluyendo su proyección a finales del mes en el Dallas International Film Festival. También se coordina su llegada a las salas de cine y plataformas de streaming.
Los gritos de lucha de los estudiantes, retratados por Vicentini en su primer largometraje, aún resuenan con eco en las calles de Venezuela después de que en 2017 el país enfrentara una ola masiva de manifestaciones en contra del régimen. Ese año los jóvenes que ansiaban un mejor futuro salieron a las calles durante más de 100 días de protestas. Muchos de ellos no regresaron, otros fueron perseguidos, encarcelados y torturados; pocos corrieron con la suerte de emigrar. De algunos se conocen sus nombres, otros permanecen en el anonimato como héroes silenciosos. Esta realidad, poco conocida en otros países, fue la inspiración de Vicentini, director y escritor de 29 años de edad radicado en Estados Unidos desde 2009.
Mientras los jóvenes de su generación se enfrentaban en 2017 a la represión, Vicentini, en un escenario muy diferente, estudiaba la maestría en cine en New York Film Academy. El contraste entre ambas realidades, reconoce, lo llevó a sentir culpa. Le importaba demasiado lo que ocurría en el país donde vivió hasta los 15 años y que tuvo que dejar toda su familia por causa de la inseguridad. Estaba al tanto de las noticias, pero no era suficiente.
“Decidí entonces hacer algo. Me dije: ‘Si estoy estudiando cine quizás puedo usarlo como herramienta para unirme a esa lucha por el país’”, cuenta. Así fue como intento ofrecer una perspectiva distinta, enfocada desde el punto de vista del migrante, de lo que ocurrió en Venezuela en 2017. Lo tituló Simón porque para el venezolano, explica, es automática la asociación con Bolívar. Fue un nombre escogido con una intención. “Como tener un chiste interno entre nosotros, porque quizás un americano ve Simón y no hace la asociación”.
Para Vicentini las generaciones que están dispuestas a salir a la calle para luchar por un mejor país son valientes. Permanecerán en la historia como los libertadores. “El título es como atribuirle la mitología de Bolívar a todos estos jóvenes que son anónimos”, confiesa. Tras terminar el corto no pensó que el proyecto, que nació como su tesis de maestría, tuviera tanto alcance. Tampoco imaginó que, años después, se convertiría en su primer largometraje.
Del corto a la terapia colectiva
El cortometraje Simón causó un efecto inesperado. “Lo filmamos en Los Ángeles con los equipos de la universidad, fue un rodaje de cinco días, bastante rápido. Al terminar un corto lo que uno hace normalmente es aplicar a festivales. En una de esas hice una proyección y la reacción del público fue bastante bonita. La gente lloró y se conectó”, relata el también egresado de la escuela de Finanzas y Filosofía del Boston College.
Pensó, entonces, que su trabajo debía llegar a más personas. Estaba decidido a que una audiencia fuera de Venezuela conociera uno de los capítulos más terribles de la historia del país. Del cortometraje editó un pequeño tráiler de 50 segundos y lo publicó en Instagram. La respuesta lo sorprendió. Cientos de internautas le preguntaban dónde podían verlo y si era una serie o una película. “La gente poco sabe de cortometrajes”, comenta Vicentini. El tráiler, que se hizo viral, lo llevó a hacer encuestas entre sus seguidores. Gente de varios países mostró interés por su trabajo. Fue entonces cuando alquiló salas de cine para proyectarlo. Con esa dinámica, Simón se presentó en 8 países.
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“Esa experiencia fue lo que me convenció de hacer la película. Compartir con el público, ver a la gente llorando, conocer sus experiencias… el corto fue como un ejercicio de terapia colectiva. Las preguntas y respuestas eran muy pocas sobre el corto, la gente compartía por qué se fue de Venezuela. Fue muy bonito ver que el material gustó y causó una reacción emocional. Chicos que estuvieron en las protestas, que fueron perseguidos por las autoridades, me agradecían por sentirse representados. Eso me dejó convencido”.
Tres audiciones completamente opuestas
Tras tomar la decisión, Vicentini se sentó, entonces, a escribir el largometraje. “La película es como su propia cosa, hay personajes distintos pero cargan el mismo espíritu. Se mantiene el líder estudiantil que lucha por su país desde Estados Unidos. Se mantiene la figura de Melissa, la novia americana. En la película él la conoce y ella lo ayuda con el proceso de asilo”, cuenta Vicentini. En la película la actriz alemana Jana Nawartschi interpreta el papel de la joven luego de presentar un casting bastante tradicional. Vicentini recibió 66 videos de actrices para el papel y tuvo que escoger. Al final, se decidió por Nawartschi por lo orgánica y auténtica que le pareció.
A Christian McGaffney ya lo conocía desde el cortometraje y estaba seguro de que sería el indicado para la película. “Estaba buscando a mi protagonista. Necesitaba un venezolano bilingüe, veinteañero, esos rasgos ya limitaban las opciones. Fui a una protesta de venezolanos en Los Ángeles, allí le mencioné a un amigo que estaba buscando un actor y él me contactó con Christian, compartimos correos y lo conocí en persona en la audición. Apenas abrió la boca, supe que él era Simón”, revela.
El proyecto cuenta con el también director venezolano Marcel Rasquin como uno de los productores y otro de los actores principales de la cinta es el influencer venezolano Roberto Jaramillo, quien interpreta a Chucho. Vicentini dio con él de una forma particular. Todo comenzó cuando publicó en Instagram un post anunciando que buscaba un actor para el proyecto. No era obligatorio que tuviera experiencia. Alguien mencionó a Jaramillo, Vicentini sintió curiosidad y revisó su perfil. Tras ver uno de sus videos, el influencer logró captar su atención.
“Sentí que tenía bastante personalidad, le empecé a escribir y mientras le escribía, él me escribió a mí. De repente, me empiezan a llegar un montón de notificaciones: la gente lo estaba mencionando sin parar en el post. Yo no entendía nada, no me había dado cuenta de que era influencer. Tuve mil comentarios en media hora. Revisé su perfil y vi que le había pedido a sus seguidores que lo mencionaran en el post para llamarnos la atención. Lo cómico es que ya me había llamado la atención antes de la avalancha de comentarios”, relata.
Con la mascarilla en todo momento
Una vez escrito el guion, seleccionado el elenco y recolectado los fondos, llegó el momento de grabar. Las filmaciones coincidieron con la llegada de la pandemia en 2021. No los detuvo y grabaron en marzo y abril. Pero implicó una gran logística, recursos y muchas dificultades. “Tuvimos que hacer pruebas cada 3 días al elenco y al equipo, eso quita tiempo y recursos. El uso de mascarillas era muy estricto, no podíamos hablar cuando almorzábamos porque no teníamos las mascarillas. Teníamos además costos extras, por ejemplo, el set se fumigaba entre las escenas”, cuenta Vicentini.
A eso se le sumaba el estrés que le causaba a toda la producción pensar qué harían y cómo resolverían si el protagonista llegaba a enfermarse. “Si se nos llega a enfermar Christian se nos acaba la película”, pensaba en ese entonces Vicentini. La pandemia, además, modificó parte de lo que había escrito en el guion. El director quería grabar una escena en una concurrida discoteca de Miami. No lo pudo hacer. “Tuve que ajustarla por temas del covid, tuve 30 extras en vez de 250. Se fue resolviendo”.
La otra dificultad, la más grande, continúa, fue los días de rodaje y las locaciones. Simón se grabó en 28 días en 23 lugares diferentes, una locación distinta cada día. Vicentine explica: “Eso es bastante tenso para la producción porque cada día son retos distintos, no te acostumbras a un lugar, cada día es un problema nuevo. Eso fue de lo más duro”.
Reconoce que desde antes de comenzar la película ya sabía a qué se enfrentaba con la historia de Simón. Desde el cortometraje sabía que su proyecto no sería algo del agrado del régimen. “Uno nunca sabe qué tanto va a llamar la atención, el corto fue una sorpresa que se hiciera tan viral. Pero con la película sí es una decisión bastante consciente”, confiesa.
Todo el equipo, especialmente la producción general, concientizó que si hacían la película tenían que estar dispuestos a perder la posibilidad de regresar al país. “Cada quien asumió el riesgo y la consecuencia. No vivimos exactamente en un país donde puedes hacer este tipo de contenido sin temor a las consecuencias”, señala.
Una película para sanar
Aunque el espíritu de la película es el mismo que el del corto, el largometraje no es una extensión de la historia. Con la cinta el director quería aprovechar la oportunidad de mostrar más situaciones de las que retrató en 2018. Espera que el impacto, también, sea mayor. Para él, este proyecto que le ha tomado años de su vida y que ya es parte de su existencia, lo ha ayudado a sanar. Espera que el público sienta lo mismo.
Simón retrata el dilema al que se han enfrentado cientos de venezolanos en los últimos años: quedarse en Venezuela con la familia en un país aparentemente sin futuro o emigrar buscando mejores posibilidades pero solo. “La relación con el país es bastante compleja; están los que se van y regresan, los que se quedan, los que se van y no regresan. Están los que se van y se quieren despegar del país, los que se apegan más por estar lejos, están los que regresaron… Hay muchas facetas de lo que es emigrar y no pasa desapercibido. En este país crecimos. Lo que al menos es cierto es que no es fácil emigrar. Creo que pude expresar un poquito de la perspectiva del que se fue en la cinta”, reflexiona.
Para él, Simón fue un proceso terapéutico. Durante las grabaciones, Vicentini se encontró con emociones que no tenía tan claras sobre lo que implica ser un inmigrante venezolano. Ahora, quisiera que esa experiencia terapéutica y sanadora la tenga el público.
“Esta película es una oportunidad bonita de reencontrarnos con nosotros mismos, de perdonarnos. Tenemos mucho dolor por el país y a veces no queremos pensar en el tema y la película nos permitirá experimentar sentimientos que son difíciles, sí, pero la misma cinta te dará un alivio. Te permitirá soltar. Eso me pasó a mí y me encantaría que el público también lo experimente”.
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