Se buscan. Y no vivos o muertos, sino vivos o inmortales. Con carteles estilo western, pero con un twist urbano, Servando y Florentino Primera plantearon una ruta de escape que comenzó el 28 de mayo de 2024 en sus redes sociales.
Un automóvil antiguo, las calles de una popular barriada, salsa radial de época, una ‘orden secreta y bolsos negros, como de contrabando, pero atestados de instrumentos musicales, fueron parte de la escena de lo que este lunes 15 de julio dio inicio a una nueva etapa en la carrera de los hijos de Alí Primera.
Dicen que el que busca encuentra. En su caso, fue el ficticio Departamento de Policía de la Salsa, parte del storytelling creado por los músicos para rendirle tributo a un género que corre por sus venas, dijeron, desde antes de nacer. Música que, con mucho ahínco, intentan reivindicar ante las nuevas generaciones, así como lo hicieron sus ídolos y grandes maestros –incluido su padre– en los 60.
24 horas después de convocar a través de sus plataformas digitales, la también ficticia banda Capitán Basura, de la que son integrantes, se reunió en 4 puntos de la capital para cantar, bailar y tocar.
Desde las 12 del mediodía de un comienzo de semana como mucho tráfico, altas temperaturas, lluvia e infinidad de transeúntes en Caracas, la estación de metro Plaza Sucre fue la primera parada, le siguió Plaza Venezuela a las 2:00 pm, la estación El Valle dos horas después y, finalmente, la Plaza Brión de Chacaíto, a las 6:00 pm.
Siguiéndoles la pista
En Plaza Sucre y El Valle se presentaron en pequeñas tarimas en plena calle frente a miles de fanáticos que salían de sus puestos de trabajo para ser parte de aquel show improvisado. En Plaza Venezuela, el show fue en la estación.
Los perseguía la policía, reiteraban manteniendo su discurso, pero ellos no pararían hasta que el mensaje fuese escuchado: «La salsa no puede morir y nosotros nos encargaremos de ello».
Servando y Florentino venían a paso lento, pero seguro. «No había presupuesto pa’ más, así experimentan lo que el venezolano de a pie vive día a día», bromearon Samir Bazzi y Willmer «Coquito» Machado, quienes se encargaron de amenizar la espera en la plaza. Desde tempranas horas de la tarde, abuelas, madres e hijas se congregaron en el área destinada para el toque final.
Un enorme escenario de negro, vallas metalizadas separando zonas, brillantes pantallas led con imágenes de El Valle News (periódico con anuncios de «Se buscan: vivos o inmortales») y descomunales cornetas para asegurar el éxito del sonido, fueron opacadas por miles de personas que, poco a poco, llenaron el espacio.
Amenazaba con llover, pero nadie se movía. Mientras, sonaban los grandes éxitos de los hermanos. No importaba que se repitieran luego estando ellos en tarima. Pasaban los minutos y también comenzaban a sumarse espectadores en las azoteas, terrazas y pasillos de edificios aledaños.
Marcas como P.A.N, Pampero, Polar Pilsen y Pepsi aprovechaban para repartir sus productos, todos enmarcados en los ídolos de la jornada: bandanas, lentes, tote bags, afiches, termos e incluso botellas de salsa de tomate que el público se peleaba por atajar.
Era tanta la aglomeración que varios niños pequeños se extraviaron de sus madres, a quienes se les llamaba la atención desde la tarima. «Seamos responsables con nuestros hijos», repetía Coquito.
Las marcas lanzaban agua y refrescos, pero la gente clamaba por cerveza. Y Polar Pilsen cumplió.
Ya los músicos de la banda, faltando 10 minutos para la hora estipulada del toque, se fueron ubicando en sus puestos. Con sus camisas negras y su SF plateado y grafiateado en el pecho, afinaban instrumentos y voces. En la tarima, una mesita dispuesta con Ron Santa Teresa 1796, vasos de plástico, botellitas de agua y refresco esperaba por los cantantes.
Todo estaba listo, había llegado la hora. Protección civil y Salud Chacao estaban activos a los lados de la tarima. Ya no era una simple aglomeración de personas sino una marea. Las luces intermitentes y la batería darían el go del show a las 6:00 pm en punto.
Servando y Florentino, sin escape
«Aquí llegó, están aquí, de Venezuela, los Hermanos Primera». Sudor y lágrimas eran parte de la escena mientras que desde la tarima cansancio y adrenalina brotaba de los poros de los artistas.
Lo «traficantes de la salsa», como también se hacen llamar desde que nació su campaña de «recuperación del género» hace par de meses, fueron claros en su mensaje. «Hacemos música para el mundo», dijeron después de cantar «Fan enamorada”.
«Nunca fuimos moda, somos cultura y todo gracias a la salsa», señaló Servando, dándole paso a lo que realmente los reunía allí esa tarde con sus fanáticos.
Se pasearon, después de su corto mix introductorio, por temas como «El día de mi suerte» de Willie Colón y Héctor Lavoe, hasta «Las tumbas» de Ismael Rivera, «Sigue tu camino» de Oscar D’León y La Dimensión Latina y «La rebelión» de Joe Arroyo.
Cantaron, pero más tocaron. Timbales, congas y campanas fueron los instrumentos que usaron para, junto con el coro, armonizar el tributo a los grandes salseros de la historia.
Pasados 40 minutos, se tomaron el tiempo de seguir conversando con el público, haciendo también hincapié en que con su puesta en escena estaban bautizando la primera canción de su nuevo disco llamada «Lunares».
Debían recordar sus raíces. Comentaron que estaban en una camionetica, justo yendo hacia Chacaíto hace más de 30 años, cuando sonó por primera vez «Bella ladrona», su primer éxito con Salserín. Comenzó el viaje a la nostalgia con «No importa», «Un amor como el nuestro», «Yo sin ti» y «De so a sol». Y, entre cada canción, un trago de ron.
Pasadas las 7:00 pm, agradeciendo de nuevo a la inspiración detrás de esta nueva era musical en sus carreras, entre ellos, Jerry Rivera, Tito Rojas, Rubén Blades, Oscar D’León o Maelo, y cantando a capela algunos de sus éxitos, volvieron a recordar que la salsa no morirá aunque la vida de ambos dependa de ello.
«¡Nos vemos en noviembre Caracas! ¡Ya saben, esto no ha acabado!», soltó Florentino. Acto seguido, comenzó a sonar su última canción de la noche, «Lunares», que paradójicamente sería la primera de esta nueva etapa de regreso a la salsa.
Emoción, llanto, clamor y mucho no para evitar su partida, el tema culminó cuando comenzaron a sonar sirenas de búsqueda. Servando y Florentino Primera se fugaron una vez más agradeciendo el amor de sus seguidoras y seguidores, mientras autoridades se subieron en tarima preguntando por ellos, con sus carteles, y dándose por vencidos tras aquella infructuosa –y teatral– persecución. El Departamento de Policía de la Salsa los había encontrado, aunque no los capturaron. Siguen sueltos.
La salsa no puede morir
Dayerlin, de 9 años, tercera generación de fanáticas en su familia, hizo realidad un sueño. «Yo los amo desde que nací. Mi mamá me enseñó todo sobre ellos», dijo con voz ronca de tanto cantar al preguntarle si entendía por qué estaba en Chacaíto.
“Amo la salsa por ellos, siempre voy a ser una fan enamorada”
Nayle Cabeza, de 31 años, es fanática desde los 5, y contó que formó parte de la convocatoria porque quiere reivindicar la salsa en las nuevas generaciones, así como Los Primera tanto vociferaron con esta actuación. Su música, contó, nos hace tener fe. «Gracias a ellos, jamás morirá».
Servando es reconocido por su capacidad para componer y crear letras para artistas como Maluma, Chino y Nacho, Wisin, Becky G, Enrique Iglesias, J-Lo, Christina Aguilera, que no son precisamente del género. ¿Será por eso que su próxima tarea como artista -y como tanto repitió en su discurso- es salvar la salsa?
Con la ruta de escape, los hermanos reiteraron que la salsa no es un fenómeno exclusivo de aquellos protagonistas de una época dorada. Seguirán apoyando la vida futura del género que tanto los apasiona.
«No olvidemos que el primer requisito para morir es estar vivo, y la salsa está viva»