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Ron Davis Álvarez, el maestro que hace soñar a niños refugiados

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Desde que era niño Ron Davis Álvarez soñaba con recorrer el mundo. La vida y su esfuerzo de hormiguita, como él lo llama, le han permitido visitar más de 20 países, siempre con una misión: el director de orquesta y violinista quiere enseñar y empoderar a niños y jóvenes refugiados a través de la música. Desde 2015 trabaja en Suecia para brindarle esperanza a los pequeños que huyen de la crisis y del terror que vivían en sus países. A finales del año pasado su trabajo como docente en el país escandinavo fue reconocido. El 30 de noviembre la Real Academia Sueca de Música le concedió el Premio de Pedagogía Göran Lagervalls.

«Ese premio que me gané tiene sello sueco, pero también venezolano. Que digan que el venezolano Ron Davis Álvarez hace soñar a otros niños que están en Mamporal o en Tucupita diciendo ‘yo también puedo hacer eso’. Se trata de ese niño que está tocando con tres cuerdas porque no hay recursos para comprar la cuarta cuerda del violín y está interpretando a Tchaikovsky porque su nivel musical es increíble gracias a la labor de El Sistema. Y mira lo que está haciendo este venezolano que es de Guarenas y Guatire, eso puedo alcanzarlo yo también. Estoy comprometido a ayudar a los niños en Suecia, pero también a todos aquellos que necesiten de mi vocación y de lo que amo», afirma.

Álvarez recuerda que el maestro José Antonio Abreu hablaba sobre cómo los miembros de El Sistema, en especial los profesores, son apóstoles en su labor como maestros. El director de 34 años de edad cumple con esa premisa al pie de la letra, pues actualmente es director artístico de El Sistema en Suecia, fundador de la Dream Orchestra en Gothenburg y la orquesta del Uummannaq Children’s Home en Groenlandia. También es embajador de la Varkey Foundation, trabaja de manera remota con profesores en formación a través de la Pendo Amani Youth Organization en Kenia y da clases virtuales en el proyecto Side by Side.

Cómo funcionan las postulaciones para el premio Göran Lagervalls es un misterio para el músico, pero sí sabe que debe venir, en parte, de varias instituciones culturales. Cuando recibió la noticia, dice haberse sentido como Harry Potter cuando finalmente recibió la carta para ir Hogwarts. «Fue una sorpresa, pensé que este premio se lo daban solo a suecos. La carta era muy formal, con sello y firma, como de una película de Harry Potter. Por supuesto, estaba en sueco y yo lo entiendo, pero no a la perfección. Una colega lo tradujo y decía que había recibido el reconocimiento. Estaba muy emocionando y nervioso porque, entonces, uno se convierte en vocero de todo lo que está haciendo», comenta.

«Este premio es para los maestros, pero uno inmediatamente piensa en todos sus alumnos. Ver los cambios positivos, verlos felices es el mejor reconocimiento que puedes tener. Todo lo que se hace en este ámbito tiene una repercusión en la sociedad y esto inspira mucho a mis muchachos y a mí. Es ver el trabajo del docente como uno tan importante como el de un profesional que toca o el director de orquesta. Yo pienso que los maestros tienen la labor más hermosa del mundo a pesar de lo difícil que es su reconocimiento. Los profesores deben tener voz», sugiere Álvarez, quien en 2017 fue reconocido como uno de los mejores 50 maestros del mundo en el Global Teacher Prize de la Fundación Varkey.

Además del premio y la gala virtual del Göran Lagervall, Álvarez recibió buenas noticias la primera semana de diciembre. Firmó un contrato con la Gothenburg Symphony Orchestra para dirigirla a partir del primer trimestre de 2021, y también se encargará del proyecto Side by Side, con el que trabaja desde hace cinco años. «Yo creo que los sueños que tienes desde niño sí se hacen realidad. Quizá tardan en llegar, pero son posibles. Claro, debes trabajar muy duro por ellos, no caen de repente, pero creo en esas cosas. El trabajo de hormiguita es el que te permite cumplir las metas», asegura.

El docente ha trabajado en los 40 núcleos de El Sistema en Suecia y para ello se inspira en el modelo que el maestro José Antonio Abreu concibió hace 45 años. También lo motiva la experiencia que acumula de sus tres años en Groenlandia, así como su paso por Dinamarca y Suecia, donde ha tenido la oportunidad de entender que no posee la verdad absoluta y que se puede aprender a diario. También sabe que cada cultura tiene algo que enseñarle y que él, como venezolano, puede enseñar de la suya.

«Un maestro necesita muchos elementos. Los 16 hábitos de la mente, ser apasionado, tener vocación, tomar riesgos con seguridad, tener disciplina y ser planificado.Tiene mucho que ver la metodología con la que adaptas el programa para enseñar y, sobre todo, creo que el mejor docente es aquel que sabe escuchar. Cuando aprendes a escuchar, aprendes a enseñar. Siento que una de las cosas que he aprendido dando clases es a ser un poco más paciente; soy una persona muy eléctrica y eso me faltaba. También he aprendido sobre mí, porque si uno no está bien, o no se quiere a uno mismo, es difícil ayudar a los otros. Ahora no veo mi vida haciendo otra cosa que no sea dar clases», destaca.

En Suecia, así como en otros países europeos, la música clásica es elitista. Algo que Davis pretende cambiar. Quiere que a las konserthus (sala de conciertos) no vaya solo la gente que aprendió a ir, sino todos aquellos que se sientan motivados a escuchar una orquesta tocar alguna sinfonía. En el país escandinavo ya son más de diez mil niños los que forman parte de El Sistema, y los núcleos son extensiones del esfuerzo y cariño que promueven sus docentes. Él se considera una persona enérgica y cree que por ello ha logrado inspirar a otros educadores y alumnos en un país al que, cree el músico, le faltan sol y sonrisas.

A pesar de que no sabía que era su vocación, desde los 14 años de edad el violinista daba  clases a sus compañeros de El Sistema. «Yo me quitaba el uniforme para que los muchachos no supieran que su profesor estaba en el liceo», confiesa. Las lecciones comenzaron en los núcleos de Guarenas y Guatire, pero luego pasó a otras ciudades y, años más tarde, impartió clases magistrales fuera de Venezuela. Compartió con niños y jóvenes en Alemania, Bélgica, Chile, Chipre, Colombia, Corea del Sur, Dinamarca, Ecuador, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Groenlandia, Italia, Jordania, Kenia, México, el Reino Unido, Suecia y Turquía.

Ron Davis Álvarez se concentra en el trabajo con niños vulnerables. Ellos vienen de lugares donde la vida consiste en sobrevivir para escapar del horror. En sus maletas cargan el peso de traumas y experiencias difíciles. «Muchos de ellos no hablan, no sonríen», dice. Los refugiados llegan de países del Medio Oriente y África, y con el tiempo consigue que se adapten a la sociedad donde esperan rehacer sus vidas. El tema migratorio en Suecia no es fácil, el venezolano ha visto a varios de sus alumnos deportados y eso, comenta, es de las cosas más difíciles de su oficio. «Es muy doloroso. Tú trabajas por el mejor futuro de los estudiantes, no quieres que los devuelvan al lugar donde están privados de hacer su vida».

Pero estas experiencias no le impiden reconocer lo satisfactorio que resulta su trabajo. «Ver cuando mis niños y mi orquesta comienzan a soñar y sus metas se hacen realidad, te dice que debes seguir trabajando duro. La sonrisa es ese momento clave para el muchacho que viene escapando de un mundo trágico. Ser tú el que lo ayude a sonreír te hace preguntarte por qué no construir más sonrisas en el mundo», añade Álvarez.

«Mi sueño siempre ha sido viajar por todo el mundo. También, darle acceso a la música a personas de diferentes lugares. En especial donde no hay teatros ni salas de conciertos. A mí me emociona mucho viajar y dar clases en sitios donde la gente no está pensando en eso. Ahorita mi sueño es el entrenamiento de docentes que estoy haciendo a través de la Dream Orchestra en todo el mundo. No hay nada mejor que multiplicar lo que uno hace y, además, aprender de otros», afirma.

La creación de la Dream Orchestra era una necesidad cuyo origen se remonta al año 2015, cuando el músico venezolano recién llegaba a Suecia. En una estación de tren vio que desembarcaban muchos asilados de Siria y Afganistán, de diferentes edades, y pensó que, si trabajaría con inmigrantes y niños en El Sistema, también era oportuno darle espacio a jóvenes.

«Más allá del resultado técnico, la música es capaz de sanar y empoderar a los chicos: ayuda al desarrollo de habilidades socioemocionales, aprenden a escuchar y comunicar lo que sienten a través de sus instrumentos y dejan de sentirse solos porque la música, así como el fútbol, es una práctica colectiva que emociona. Es una oportunidad para mostrar sus debilidades y transformarlas, la vulnerabilidad nos hace más fuertes», recalca Álvarez.

La crisis migratoria no solo ocurre en países en guerra, Venezuela es actualmente el segundo país en el mundo con mayor número de refugiados. Y este tema sensibiliza a Ron Davis Álvarez: «Hablar de esto me quiebra la voz porque mi familia padece lo mismo que miles de venezolanos. Pienso que todos estamos haciendo país desde la trinchera en que estemos y tratamos de darle aliento a los que están allá, a nosotros y a nuestros amigos que viven situaciones difíciles», explica y además recalca la importancia de aplaudir el valioso esfuerzo que hacen los migrantes venezolanos que, pese a las circunstancias, están cambiando y aportando conocimiento al mundo.

Su formación comenzó cuando entró a El Sistema con 10 años de edad. Estaba determinado a tocar el violín. «Era eso o nada», señala. Luego de estudiar cuatro años en los núcleos de Guarenas y Guatire comenzó a dar clases, y a los 16 ya dirigía orquestas. Al terminar bachillerato estudió en el Instituto Universitario de Estudios Musicales, actual Unearte, y participó en un programa de formación docente creado por la maestra Franka Verhagen, actual directora ejecutiva de la Dream Orchestra. Fuera de Venezuela realizó una serie de diplomados, entre ellos uno sobre cultura de Medio Oriente y otro de Didáctica y Comunicación.

«Vengo de un hogar que ha trabajado muy duro. Mi familia es de la parroquia San Juan, El Guásimo, Guarataro, pero nos mudamos a Guatire y Guarenas para alejarnos de la delincuencia. Mi abuela montó una bodeguita y yo la ayudaba en las tardes vendiendo chupi. Esa fue la primera vez que escuché sobre Beethoven y Mozart porque justamente vendiendo chupi vi a los muchachos salir de la orquesta, con su camisa blanca y el estuche. Se veían cool. Entonces, siempre quería estar involucrado con eso. Creo que de las adversidades nace la empatía y la curiosidad de ayudar a las personas a quienes les cuesta un poco más salir adelante», cuenta Álvarez.

Entre sus referentes musicales destacan el maestro José Antonio Abreu, con quien aprendió los fundamentos de El Sistema y toda su metodología. También el violinista y conductor Simón Gollo, las maestras Franka Venhagen y Tupac Amaru Rivas, la compositora y profesora Violeta Lárez, y los maestros Gustavo Dudamel, Igor Lanz y Simon Rattle. Sin embargo, Álvarez reconoce y admira a todos los artistas venezolanos que triunfan en el exterior. De todos ellos, Álvarez quiere seguir sus pasos.

Álvarez

Al músico una anécdota le viene a la mente cuando piensa en su época de estudiante. «En Caracas fui alumno de Víctor Vivas. Llegué allí luego de que en la universidad no me fuera muy bien. Fui a audicionar con él porque un amigo me lo sugirió. Desde entonces ha sido un gran apoyo para mí. Vivas me dio un libro de Reiner María Rilke, Cartas a un poeta, que cambió mi forma de ver las cosas. Años más tarde, me escriben para decirme que la casa donde voy a vivir en Suecia es la misma donde vivió Rilke hace 100 años. Y no solo eso, tomé el libro y una de las cartas decía: ‘Mi estimado amigo, lamento que llevamos tanto tiempo sin hablar y que ahora nos volvamos a reencontrar’. Una locura».

Particularmente, sobre el maestro José Antonio Abreu, quien para Álvarez es una fuente inagotable de inspiración, piensa que es una de las personas que siempre supo escuchar sin importar qué tan ocupado pudiera estar. «Para mí su visión es de las cosas más poderosas en el mundo. Su filosofía me la tomé muy en serio. Él es parte de la realidad de lo que somos como venezolanos, es una oportunidad de mostrarle a los otros que todo se puede lograr».

El año pandémico no modificó demasiado la agenda de Álvarez: continuó con las clases presenciales (siguiendo todos los protocolos de bioseguridad) y las virtuales. Sin embargo, rechaza la decisión de cerrar los teatros y salas de conciertos cuando, por ejemplo, hay bares abiertos. «La pandemia ha afectado al sector musical. En muchos países se han cortado los recursos y cancelado grandes programas. Esto afecta a los artistas y músicos porque ellos viven también de lo que la gente ve y aplaude. Más que nunca se debe apoyar a todos aquellos que trabajan con herramientas blandas. Ellos son los que construyen las habilidades y valores que necesita el mundo».

La última vez que el violinista estuvo en Venezuela fue en febrero de 2019. Dio clases por un mes junto con una profesora sueca en Mamporal, Los Teques y San Juan de los Morros. Cuando sea posible, desea volver porque sabe que la energía de los niños de El Sistema es positiva y quieren aprender a pesar de que no cuentan con todos los recursos para ello. Quiere apoyarlos y recordarles que en los momentos más difíciles siempre pueden enfocarse, trabajar duro y seguir adelante.

Cuando Ron Davis Álvarez tiene tiempo libre no para de aprender, pasa horas leyendo e investigando sobre temas que nada tienen que ver con la música. Además, se confiesa cinéfilo y disfruta ver películas de cualquier género: es una de sus actividades favoritas. Cada vez que puede escucha salsa y la baila también. Álvarez disfruta su tiempo en casa, y el hogar, dice, no es un lugar físico, sino donde sea que esté su esposa.

Desea que la instituciones musicales sean ejemplo de integración cultural y consigan sensibilizar a las personas con respecto a los inmigrantes. De esa manera podrían detener las injusticias que algunos gobiernos cometen. Su intención es multiplicar la idea de que estas personas que llegan a países buscando refugio pueden aportar mucho a la sociedad y no causar daño, como algunos piensas. Espera que los maestros sean apasionados porque son los promotores de que sí se pueden cumplir los sueños.

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