The Night, la primera novela de Rodrigo Blanco Calderón, ha tenido una notable recepción en una parte de Europa.
En 2016, fue ganadora del Premio Rive Gauche de París en la categoría de narrativa extranjera. Además, ha sido publicada en España (Alfaguara), Francia (Gallimard), República Checa (Euromedia) y Holanda (De bezige bij).
Este año, The Night también recibe un reconocimiento en Venezuela. Resultó ganadora de la novena edición del Premio de la Crítica en la mención novela. El jurado, integrado por los especialistas Iraida Casique, Lizette Martínez y Mariano Nava, consideró otorgar el galardón por “su impecable factura y su elaborada estructura, así como por una eficaz construcción psicológica de los personajes”.
La pieza, que se publicó por primera vez en 2016 en la editorial Alfaguara, narra la historia de decenas de personajes alrededor de la vida del poeta Darío Lancini. Es un trabajo en el que Blanco Calderón salta del presente al pasado contrastando dos países: uno sumido en el deterioro, cuyas características son la violencia y la crisis eléctrica de 2010, y otro, el del siglo XX, en el que los personajes liberan batallas ideológicas.
“Recibir este premio es una alegría muy grande para mí, porque al final uno siempre quiere ser leído y apreciado en su propia tierra. Mi salida de Venezuela coincidió con la aparición de The Night, y para mí irme representó una especie de temor de desligarme del país”, expresa el escritor de 37 años de edad, que desde hace tres años vive en Francia, donde estudia un doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de París 13. Dentro de un mes se irá a España, donde culminará su tesis sobre la obra del también venezolano Juan Carlos Méndez Guédez.
—En la narración de The Night, describe una ciudad oscura, triste. ¿Cree que el interés de la crítica tenga relación con la crisis del país?
—Para la edición de España, en Alfaguara, se puede ver en el tratamiento conceptual de la portada que tiene como contexto la crisis energética y el desplome del país. Es como el gancho de promoción. Aunque para mí esa situación es un escenario para cosas que van más allá de la crisis. Las reacciones cambian mucho. Por ejemplo, en Francia se interesaron por la vida de Darío Lancini, porque los juegos de palabras tienen una tradición larga en esa cultura. En el caso de Holanda y República Checa, era el aspecto noir que pudiera tener el libro.
—El jurado destaca de la novela su estructura y la construcción de los personajes. ¿Cómo hilvanó ambos atributos?
—Ese fue un proceso. Digamos que la parte experimental de la novela se me dio desde el principio de manera muy natural. Si, por ejemplo, comparas el primer capítulo con el segundo, ves que el segundo está narrado en una primera persona muy marcada y subjetiva. Al principio fue muy emocionante, pero luego se volvió un problema porque se convirtió en un imán de historias que se iban acumulando. Yo lo manejé con mucho vértigo, pues veía que se aproximaba el final y tenía el problema técnico de cómo amarrar todas esas historias.
—En la narración describe la fuga del Hospital Militar de Teodoro Petkoff, que acaba de fallecer.
—Es una de esas sincronicidades raras que ocurren. Cuando estaba haciendo la novela, descubrí que Antonieta Madrid, que luego sería la pareja de Darío Lancini, había participado en la fuga de Teodoro del Hospital Militar, y resulta que Lancini jugó un papel involuntario en esa fuga por el parecido físico entre ambos. Eso me bastó para hablar con Teodoro, así que me reuní con él para que me contara aquel episodio y el contacto con Lancini, que fue muy breve. Fíjate que una de mis grandes frustraciones es que tengo la impresión de que Teodoro no llegó a leer la novela.
—¿Los premios y las traducciones de The Night le generan presión al momento de escribir?
—Conscientemente, creo que no. Yo tengo aquí tres años y he aprovechado para escribir otros proyectos narrativos. La verdad es que no me he dado cuenta, pero no sé si inconscientemente me haya pasado. Por ejemplo, a veces uno cree que ha terminado una novela. Me pasó hace un año. Culminé un texto y sentía la premura de que estaba terminado y que ya era mi segunda novela. Después se la dejé a unos lectores en los que confío, y me hicieron unas críticas muy importantes. Me dijeron que aún faltaba. Me di cuenta de que estaba apresurando el cierre. Me pregunto ahora si ese apresuramiento tiene que ver con la presión de lo que la primera novela ha generado.
—¿Ganar un premio le motiva para escribir más novelas?
—Mi proceso de escritura no depende del todo de esas presiones externas. En marzo de este año publiqué el libro Los terneros, que es el resumen de los cuentos que venía escribiendo después de terminar The Night en 2013. Siempre he escrito relatos de manera paralela a las novelas. Aunque sí me ha pasado que los proyectos novelísticos han crecido un poco, y terminan como copando mi tiempo. También tengo libros apenas boceteados de ensayos que me gustan mucho. No me veo limitado a la categoría de novelista, porque me parece un estado muy consciente del público lector y del mercado.
—En Los terneros toca temas como la diáspora y el terrorismo en Francia. ¿Cómo fue la escritura de estos textos? ¿Los hizo entre Francia y Venezuela?
—Una parte la escribí estando en Venezuela y la otra mitad en Francia. Es un libro que recoge algunas de mis experiencias estando en este país. En ese sentido, el libro incluye mis primeros textos, ya no como viajante, sino como inmigrante. A mí me tocó llegar a París 10 días después de los atentados del teatro Bataclan, el 13 de noviembre de 2015. Llegué a una ciudad atenazada por el miedo, la sospecha, la presencia militar. No tenía nada que ver con la versión romántica e idílica de la capital francesa. Hay un cuento que se llama “Los locos de París” que recoge las vivencias de esta ciudad amenazada por el terrorismo.
—¿Qué está escribiendo ahora?
—Acabo de terminar una segunda novela, que está en proceso de corrección. No sé cuándo podría ser publicada porque ese ya es un trabajo más lento. Paralelamente, escribo un proyecto más largo, que de hecho empecé antes de The Night. Tengo la esperanza de que en un par de años lo tendré listo.
—En Twitter es muy crítico con los líderes convencionales de la oposición venezolana. Como intelectual, ¿qué cree que se necesita para que en Venezuela haya un cambio?
—Ese es un tema complejo porque toca fibras sensibles. Estando fuera, tengo la impresión de que empecé a ver la anormalidad de una cantidad de cosas de nuestra vida política que mientras estuve en Venezuela no vi. Y sí, soy profundamente crítico, obviamente, de la dictadura, porque ese el obstáculo mayor que nos somete. Pero también me he dado cuenta de cómo la dictadura se ha sostenido durante 20 años gracias a una oposición cuyos representantes políticos son francamente mediocres desde el punto de vista intelectual y de formación política. También se ha demostrado que muchos de ellos han tenido diversos grados de complicidad con el sistema de corrupción que ha implantado el chavismo. Yo soy un pésimo analista político. Pero creo que he podido, en conversaciones con amigos y familiares, acertar no en la solución sino en dónde no está la salida: dudo muchísimo de que logremos una salida hacia la libertad mientras personajes como Ramos Allup, Julio Borges o el mismo Henrique Capriles tengan alguna responsabilidad.
—¿Piensa regresar a Venezuela?
—Por ahora está descartado. Pero sigo pensando en que en algún futuro me gustaría volver. La verdad es que creo que nunca me adaptaré verdaderamente a otro lugar. La sensación de no estar en tu casa no se borra.
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