El productor cinematográfico Robert Evans, figura del estudio Paramount y un estandarte del Nuevo Hollywood, falleció el sábado. El cineasta impulsó películas clásicas como Chinatown (1974) y El Padrino (1972).
Aunque tuvo un gran peso en la génesis de obras maestras, Evans también fue conocido en la industria por su conflictivo carácter y sus graves problemas con las drogas.
En julio de este año, Evans terminó su relación contractual con Paramount, que se extendió por más de medio siglo.
A sus treinta años, Evans se hizo cargo de la producción en Paramount a mediados de los años 60 justo a tiempo para el surgimiento del Nuevo Hollywood. Durante su cargo cambió la anticuada industria de los grandes estudios para apostar por nuevas temáticas como el sexo y la violencia.
Bajo la supervisión de Evans, ya fuera como productor o como supervisor, se gestaron cintas como El bebé de Rosemary (1968) y Chinatown de Roman Polanski; las dos primeras partes de El Padrino de Francis Ford Coppola, Love Story (1970) de Arthur Hiller y muchas otras.
Evans se casó y se divorció en siete ocasiones, y se hundió en la depresión y los problemas de adicciones a partir de los años 80. En los 90 volvió a la actividad profesional. Además, publicó una autobiografía titulada The Kid Stays in the Picture que en 2002 se convirtió en un documental.
Peter Biskind en su libro sobre Hollywood Easy Riders, Raging Bulls, describió el legado de Evans y su complicada vida.
«Lo que a Evans más le gustaba era la compañía de las mujeres, sobre todo la de modelos, actrices y prostitutas. Cuando despertaba por la mañana, nunca recordaba sus nombres», escribió Biskind.
Hasta los momentos solo se confirmó que Robert Evans falleció a los 89 años de edad. No se han dado explicaciones sobre la causa de muerte.