A finales de los años 60, Al Pacino bajaba con su novia por la calle 14 hacia el cruce de la Avenida B, en el East Village neoyorquino, cuando chocó con Robert De Niro. Literalmente.
De Niro solo había actuado en un puñado de películas de bajo presupuesto. Pacino, tres años mayor, era una estrella en el teatro neoyorquino. Había trabajado en una obra con John Cazale, otro mito de la interpretación. En 1969 ganó su primer Tony. De Niro recuerda perfectamente el encontronazo. Pacino no es capaz de ponerle fecha al momento, pero conocía la fama creciente de De Niro y define lo que sintió en aquel primer cara a cara: «Pensé que llegaría lejos. Tenía carisma. Era obvio».
Y aquí están medio siglo más tarde, como si fuera la celebración de sus bodas de oro, Pacino, 79 años de edad, y De Niro de 76 años, glorias del Bronx y Little Italy, pero en el Festival de Cine de Londres. El irlandés, la película de Martin Scorsese, se estrenó en Estados Unidos el viernes y se proyecta en Europa.
En la habitación del hotel londinense donde los espera un grupo de periodistas, entra Pacino, con su bling-bling habitual de joyería, la camisa abierta hasta casi el ombligo y la sensación de que la edad lo atropelló en los dos últimos años. «Hola, buenas». Detrás, aparece De Niro, más pulido en su vestuario y con aspecto mucho más juvenil.
Pacino bajó el volumen de su verborrea habitual, y usa un tono casi inaudible; De Niro al menos aumentó el número de palabras por frase, superando en alguna sentencia sus típicos monosílabos.
Los dos encabezan el nuevo aporte de Scorsese al cine de mafiosos: la historia de Frank «El irlandés» Sheeran, un conductor de camiones que entró en la mafia en los años cincuenta por su relación con la familia Bufalino, que controlaba Filadelfia y Detroit.
Entre sus amistades estaba Jimmy Hoffa, el sindicalista más famoso de la historia de Estados Unidos, que desapareció en 1975 sin dejar rastro. Al primero lo encarna De Niro; al segundo, Pacino. Y Joe Pesci, retirado desde hace casi una década de la actuación, interpreta de forma excepcional a Russell Bufalino.
«Ha sido una labor feliz», señala Pacino. «Nos conocemos desde hace mucho tiempo. No nos vemos a menudo, pero nos sentimos cercanos. Llegamos a la fama casi a la vez, hemos vivido experiencias parecidas. Y obviamente ambos hemos recibido en el cine ofertas similares. Nos definiría como camaradas». Y rememora cómo en la primera película que trabajaron juntos, El Padrino II, no coincidieron en pantalla.
«Luego llegó Heat, y otro par de cosas, como Asesinato justo de la que ninguno guarda buen recuerdo. En fin, para mí El irlandés completa nuestro círculo profesional», recalca el oscarizado actor.
El thriller de Scorsese no es una película más. Y por ello ambos sacan pecho con su trabajo. «Hemos tenido la buena suerte de poder estar disponibles para filmarla», concede De Niro. Porque El irlandés sufrió durante años innumerables retrasos, provocados por su presupuesto -enorme para un film de Scorsese- de 150 millones de euros, necesario para rejuvenecer digitalmente el rostro de los protagonistas.
En el caso de Sheeran, De Niro, va desde sus 24 años, cuando se convirtió en un asesino despiadado en la Segunda Guerra Mundial, hasta los 83, cuando murió.
«Leí el libro sobre Sheeran cuando se publicó en 2004 y me pareció ideal para todos nosotros. Se lo pasé a Marty», recuerda De Niro. De eso hace muchos años, incluso realizaron una lectura del guión en 2012.
Pacino debuta bajo las órdenes de Scorsese, aunque durante un tiempo intentaron levantar un proyecto: la biopic del artista italiano Amedeo Modigliani. «En la actuación hay cosas que se escapan de tu control», reconoce el actor. «Por eso es tan bueno colaborar con otros intérpretes de talento, porque eso hace que emerjan cosas. Sumás sensibilidades, das y recibís, permitís que salte la chispa, y más en manos de un director como Scorsese, que te da absoluta libertad y confianza», añade.