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Resistir desde el entusiasmo y el compromiso

Héctor Manrique, actor y director de teatro

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Un gay que defiende férreamente la libertad coincide con un prejuicioso estudiante universitario que, además, comulga con las ideas castristas. Considerado un clásico de la libertad y cargado de un mensaje propicio para los tiempos difíciles que corren en Venezuela, Fresa y chocolate es uno de los más recientes montajes del actor y director teatral Héctor Manrique.

“Trata, precisamente, de la tolerancia. Creo que cuando pase todo este huracán que tiene 18 años instalado en el mismo sitio dando vueltas, la gran lección para todos es esa: respetar al otro por lo que piensa, respetar las reglas del juego y, fundamentalmente, lo que más debemos aprender es que no importa que uno pierda, lo importante es que las reglas estén claras”, señala quien además forjó y dirige el Grupo Actoral 80, que cuenta con más de 30 años de trayectoria.

Las tablas no están exentas de la crisis y en medio de la emigración masiva de venezolanos es evidente, entre otros efectos, la pérdida de muchos espectadores, pero Manrique no deja de hacer teatro todo el año. “En este país tengo la posibilidad de realizar una labor muy frondosa, no por recibir subsidios de nadie, sino especialmente por el apoyo del espectador a los trabajos realizados. Es extraordinario y yo soy agradecido con eso, es lo que me da enormes fuerzas para seguir estando acá. No quiero criticar a quienes se van porque entiendo lo difícil de la situación del país, pero precisamente porque es difícil es que vale la pena estar aquí”.

En la actualidad se dedica a ensayar día y noche para el próximo montaje en el teatro Trasnocho de la obra original de Gustavo Ott, La foto, que narra la historia de unos amantes que 30 años después se reencuentran a través de la red social Facebook, con sus respectivas vidas consolidadas. La obra, ganadora del Primer Concurso de Dramaturgia Trasnocho, se presentará desde el 13 de este mes hasta diciembre.

Sobre sus anhelos para el mundo de las artes y en especial para el teatro nacional, responde de inmediato: “Tengo varios, pero mi lucha más profunda es porque todos los venezolanos tengan acceso a la cultura; no tenerlo es una forma de marginalización, es clasificar a los ciudadanos en primera, segunda y tercera categoría”.  Para quien ha dedicado tantos años al oficio sin dejar de compartir sus conocimientos no resulta extraño desear un teatro para dirigir y producir espectáculos, invitar a otros grupos actorales a trabajar y, en definitiva, promover espacios para la reflexión. “También me gustaría que por fin hubiese una ley de seguridad social para los artistas y para todos lo que han  dedicado su vida a este oficio”.

La reinvención constante es parte del mecanismo para afrontar los tiempos complejos que son propicios para probarse como ciudadano y, por supuesto, como profesional creativo, asevera Manrique.  “Cómo mantener la fe en un momento de crisis es lo que a diario hago como ejercicio de reflexión ciudadana. Todos estos son mecanismos que me doy para seguir resistiendo y avanzar no desde el resentimiento ni la rabia, que a veces uno la tiene, sino desde el entusiasmo y el compromiso con un mundo mejor”.


«Mi sueño supremo es que en cada pueblo, cada caserío, cada ciudad de este país haya un centro cultural, un lugar donde todos se puedan encontrar. Eso para mí siempre ha sido una necesidad fundamental”


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