La destrucción del Muro de Berlín en 1989 es un anuncio. Aquel emblemático suceso está vinculado a otros acontecimientos, como la acción contra la tutela soviética dirigida por Lech Walesa y su sindicato de “Solidaridad” en Polonia (diciembre de 1990); o el comandando por Václav Havel en Checoslovaquia (29 de diciembre de 1989). Los títeres pro-soviéticos son desplazados (en Rumania es fusilado Nicolae Ceaucescu). Los pueblos de los países bálticos se manifiestan en la llamada Cadena Báltica de 1989, que conduce a la separación en 1991.
Las sacudidas en el mando gobernante y ciertos tanteos de separación de las repúblicas asiáticas de la Unión mueven a Gorbachov a proponer una reestructuración de la URSS para convertirla en un Estado menos centralizado, es decir, en una federación de repúblicas independientes con un presidente común, aunque se mantenía el poder centralizador del partido. Surge entonces una corriente opuesta a Gorbachov, liderada por Boris Yeltsin (1831-12007). Yeltsin se separa del partido en el XXVIII Congreso (1990), y en las elecciones del año siguiente gana la presidencia de la ahora llamada República Socialista Federativa Soviética de Rusia, con el 57% de los votos. Semanas antes de posesionarse del cargo, se produce un intento de golpe de Estado dirigido por el vicepresidente Guennadi Yanayev, de la línea dura bolchevique, junto con el Ministro de la Defensa y el jefe de la KGB buscando destituir a Gorbachov, quien pasaba vacaciones en Crimea. Sin embargo, miles de personas se echaron a las calles en protesta por la vuelta a los viejos tiempos de la ortodoxia. La gente bloquea las calles, Yeltsin se monta en uno de los tanques de guerra y arenga a la multitud. El golpe ha fracasado.
Luego de varias vicisitudes, el 21 de diciembre de 1991, once repúblicas, con Rusia incluida, constituyen la Comunidad de Estados Independientes.
Así, queda disuelta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
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El derrumbe de la utopía de una sociedad socialista como lo pregonaban Marx y Engels ha sido definitivo. Todos los intentos de buscar una tal sociedad sin los defectos que llevaron a la URSS a la tumba han fracasado. Veamos.
Durante mucho tiempo, incluso hasta ahora, hubo y hay ideólogos que sostienen la vigencia plena del marxismo como teoría para la acción revolucionaria y la construcción de la sociedad sin clases. Nombremos a Antonio Gramsci (1891-1937), quien en sus Cuadernos de la cárcel planteó con profundidad los conceptos de un renovado marxismo, y sus definiciones de hegemonía, lucha de clases, papel de la intelectualidad, etc.
Nombremos al checo Karel Kosik (1926-2003), al alemán Rudolf Bahro (1935-1997), a la húngara Agnes Heller (1929-), a Karl Korsch (1886-1961), a Louis Althusser (1918-1990), a Roger Garaudy (1913-1912), a Theodoro Adorno (1903-1969), a Herbert Marcuse (1898-1969), a Jürgen Habermas (1929-), a Erich Fromm (1900-1980), a Ernst Bloch (1885-1977).
Fue un fiasco al final el llamado “eurocomunismo”, tímido intento de renovación de los PC de Francia, Italia y España. Y el relevo ha sido tomado en el siglo XXI por dos filósofos marxistas: el irlandés John Holloway (1947-), y el italiano Toni Negri (1933-), quienes apuestan también al movimiento zapatista y al socialismo bolivariano.
Sus argumentos, expuestos muchas veces con brillantez y profundidad, han quedado todos en el simple enunciado, porque el marxismo descansa para tener vitalidad y poder de creación en cuanto al surgimiento de una nueva sociedad, en una premisa insoslayable, la dictadura del proletariado, que lleva necesariamente a un gobierno autoritario o totalitario, consustancial con la violencia, la supresión de la libertad y de la democracia.
Además, debe tomarse en cuanta que el proletariado está en vías de desaparecer tal como existió en los siglos XIX y XX, porque el progreso social ha permitido el crecimiento de una clase media, al punto que ya es mayoría en muchos lugares, como lo escribe con su acostumbrada diafanidad el pensador venezolano Moisés Naím. Cito:
“En las últimas tres décadas, cientos de millones de personas en Asia, Latinoamérica y África han salido de la pobreza y hoy forman parte de la clase media más numerosa de la historia. El economista Homi Kharas, experto en la clase media mundial, calcula en un reciente estudio, que hoy pertenecen a ella 3.200 millones de personas, es decir, el 42% de la población total. Cada año se incorporan 160 millones más. Al ritmo actual de crecimiento, de aquí a unos años, la mayor parte de la humanidad vivirá, por primera vez en la historia, en hogares de clase media o superior”.
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Bibliografía consultada
Telesur. Antonio Gramsci, un pensamiento para nuestro siglo. Internet. 27/04/2015.
Moisés Naím: “El huracán político que está cambiando el mundo: la clase media”. El País, septiembre 23, 2017.