La tradición persiste en el Festival de Cine de Málaga. En el encuentro cinematográfico del sur de España, desde hace 24 años, convocan a diseñadores de todo el mundo para elaborar un poster alusivo a la cita. Y este año, para sorpresa de todos, el ganador del concurso no fue español. Ramiro Guevara, caraqueño de 53 años de edad, fijó Luz de Málaga como póster oficial del festival que termina el 13 de junio.
“La imagen se construye desde un conjunto de líneas concéntricas blancas que delinean parcialmente una primera esfera. Este primer destello es un punto de partida desde el que se van desprendiendo sucesivos anillos de colores, formas y contrastes, hasta superar el área dando la sensación de un efecto de luces que trascienden el espacio y el tiempo. Esta proyección genera la experiencia visual de una Luz de Málaga, única, continua e infinita, que se expresa con líneas de múltiples colores animados, movimientos, sonidos y ritmos, recreando un espacio que crece sin fronteras, que nos habla de diversidad, de celebración y de encuentro”, escribió el diseñador sobre su propuesta.
El 29 de marzo se conoció públicamente quién había resultado ganador del concurso. Para Guevara, quien ya conocía el veredicto, fue su momento estelar. “En el Teatro Cervantes había periodistas, personalidades del cine, de museos, el jurado, representantes del gobierno y del festival. Y luego estaba yo en una pantalla enorme desde Miami respondiendo preguntas, un poco nervioso, pero emocionado. A esto le dan muchísima importancia porque es la imagen del festival”, dice el galardonado, quien como premio recibió 3000 euros.
Los españoles vieron materializado, una vez descubrieron quién estaba detrás del cartel, la idea de pluralidad que persigue el Festival de Cine de Málaga. “Los venezolanos somos parte de esa diversidad que, ahora, anda más fuerte que nunca por el mundo. Hacemos cosas buenas también. Siempre están hablando mal de los venezolanos, pero hay muchos haciendo cosas extraordinarias dentro y fuera del país. Uno siempre tiene presente qué representa con el cartel, pero va más allá porque casi siempre va relacionado con Venezuela. Hay una responsabilidad muy grande porque yo doy un mensaje con cada trabajo que hago”, señala el diseñador.
La decisión final fue unánime. Entre 135 propuestas, el jurado quedó cautivado por lo que el docente y diseñador gráfico venezolano había planteado. Pero no fue sencillo llegar a Luz de Málaga. Las bases del concurso advertían que los afiches debían ser coloridos, sumado a otros requerimientos técnicos, pero todavía la idea era muy abstracta para ejecutarla. Debió pensar su propuesta con detenimiento.
“En el festival no quieren representar nada concreto, es muy abierto el concepto. Pude buscar elementos clásicos, como una cinta, pero eso ahora no tiene sentido, no estamos hablando de un cine nostálgico. Pero sí, desde Málaga parte esa luz. Y para mí era también como una proyección. Así como en esos cines viejos donde, si subías la mirada, podías ver la luz, con sus colores, del proyector con sus respectivas partículas de polvo. Todo eso lo quise plantear en el afiche”, explica el diseñador gráfico.
Para crear la obra pasó por una fase de estudio intensa. Revisó los afiches ganadores de las ediciones pasadas para descifrar el perfil, la línea común que guardan las obras. Buscó información sobre la ciudad de Málaga y siempre volvía sobre las bases para asegurarse de cumplir con ellas. Luego comenzó a darle forma, optó por la vía gráfica a través de un programa vectorial y, entre intuición y razonamiento, realizó tres bocetos. Se parecían entre sí, pero hubo uno en particular que quiso terminar. Y una vez que lo consiguió, lo envió al concurso sin muchas expectativas.
El color era la clave y Guevara pensó primero en la luz malagueña, pero también en sus dos referentes principales: los maestros Carlos Cruz-Diez y Jesús Soto. “Algo de ellos se coló en la obra, por ejemplo, hay influencia cinética con el proyector, con la luz (en general) y eso me encaminó la idea. Con el color quería transmitir la diversidad de todos los proyectos que van ahí. Son de todos lados y hay diferentes formatos: películas, cortometrajes, series y documentales. Es un festival que se proyecta hacia el mundo entero”, añade.
Quizás por experiencia o ingenio, pero el diseñador iba siempre un clic más allá: ya sabía que, además del cartel, lo que buscaba el Festival de Cine de Málaga era una imagen para el festival. De hecho, envió todos los archivos en vectores para que pudieran ser manipulados y colgados en cualquier formato. Así, con la imagen de Guevara crearon todas las piezas de la vigésima cuarta edición del evento.
“El cartel no sé si lo vayan a imprimir. Ellos han hecho de todo: animaciones, introducciones para las películas, forrado carros y pendones. Pero no creo que veamos un cartel pegado en alguna pared. Y en ese sentido, siempre pensé que el cartel estaba concebido para un festival audiovisual y yo quería que esa gráfica fuese animada, ya la imaginaba en movimiento. Yo quería entregarles un proyecto donde ellos supieran cuál era el paso siguiente”, puntualiza.
El diseñador se considera perfeccionista y reconoce que el público se da cuenta si hay algo desajustado. Y con esto en mente, se le hace difícil cerrar un trabajo, pues siempre puede hacer más. Sin embargo, para este proyecto particular todo estaba listo, hasta el más minúsculo detalle atendido desde antes de enviar la versión final al jurado. En términos generales, el póster lo hizo rápido. Pero la mayor parte del tiempo fue dirigida a los ajustes finales. Y le resultó muy natural porque el concurso iba de la mano con la producción audiovisual que está entrelazada con el diseño gráfico y comunicacional.
Como cualquier otro, el diseñador caraqueño pasó la pandemia encerrado en casa. Y, entre su trabajo y vida familiar, comenzó a buscar concursos y propuestas donde pudiera participar. De pronto se topó con el evento de cine español y no lo pensó dos veces. En octubre envió el proyecto y continuó con su vida y trabajo. Así, cuando recibió la llamada en marzo, estaba absolutamente sorprendido.
“Cuando atendí la primera llamada estaba emocionado, no había terminado de asimilar lo que pasaba. Fue cuando tranqué cuando empecé a sentir cómo la emoción subía dentro de mí. Le dije a mi hija que había ganado un premio, fue allí cuando me di cuenta de lo emocionado y animado que estaba. Luego me llamó el director artístico y fue un poco más relajada la conversación. Ellos fueron muy atentos conmigo. Cada paso que daban, me iban comentando; las piezas que iban armando también las enviaban para que las viera. Es decir, fue un trato muy cordial siempre. Todo estuvo chévere”, asegura.
Desde muy joven el padre de Guevara lo introdujo al diseño gráfico. “Mi papá tenía unas empresas y me ponía al lado suyo en una mesa de dibujo con tinta china, borradores eléctricos, todo a mano. Hacía imágenes sobre las que otros trabajaban y hacían la composición final de afiches, logos, postales o avisos de prensa. Viendo hacia atrás entendí por qué había estudiado diseño. Era algo que hacía desde muy pequeño, tendría unos 14 años, incluso bajo presión. A mí me gustaba y me gusta todavía”.
A pesar de su experiencia, la formación educativa era indispensable para él. Por ello estudió Comunicación Visual en la Asociación Prodiseño de Caracas entre 1990 y 1994. Luego fue profesor de esa institución y formó parte de la directiva. Allí obtuvo experiencia en la confección de carteles y piezas de diseño gráfico. Después, ejerció como docente en la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy entre 2009 y 2012. Hoy extraña su rol como profesor y recuerda con mucha ilusión todo el compromiso que implicaba dar clases, interactuar con sus alumnos y ayudarlos con sus proyectos.
Guevara fundó la empresa de comunicaciones Ideograf en 2006, fue director de arte del museo Alejandro Otero entre 1995 y 1996, director de arte para las empresas Preámbulo y MetaPlug; ha trabajado para proyectos con la Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Central de Venezuela, el Museo de Ciencias, Fundación Polar, Museo Jacobo Borges y la Galería de Arte Nacional. Actualmente trabaja como director de arte (freelance) para una empresa en Nueva York y otra en Dubái.
Con El Nacional también trabajó, hizo el diseño cero de la revista Eme, maqueta sobre la que se realizan las demás ediciones. Participó en algunas ediciones aniversario y creó encartes sobre diversos temas (ciencia, salud, deportes) que las personas coleccionaban. “Esa fue una época muy bonita. Pero el trabajo más simpático que hicimos en El Nacional fue Con todo, una página que salía los miércoles sobre política y temas de Caracas. Tenía un tono irreverente que quería ser juvenil, pero con temas serios. Esa página la llevaba José Carvajal y era simplemente genial”, dice.
Sobre la situación del diseño gráfico en Venezuela, Guevara considera que ha desmejorado de manera significativa. Dice que actualmente las instituciones trabajan a un nivel más lento y que muchas escuelas han cerrado; otras han perdido parte del presupuesto que venía de empresas privadas y organismos del Estado. Sin embargo, sabe que hay talento en su país. “En Venezuela hay muchísimo conocimiento por la tradición que hay. Muchos diseñadores han creado una base fuerte que proyecta a otros diseñadores. Esa transmisión de conocimiento sigue pasando y no creo que se detenga”.
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Vive en Estados Unidos con su familia. Desde hace tres años residen en Miami. Migrar era un proceso que tenía en mente, quería conocer otros países y expandir su conocimiento. Sin embargo, le gustaría volver a Venezuela. Además del afecto que siente por su país, todavía tiene su casa y un taller en Caracas. Mientras que en el Festival de Cine de Málaga reproducen Luz de Málaga, Ramiro Guevara trabaja en el proyecto de una silla, diseño industrial, para un concurso en Italia.
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