Si le preguntase ahora mismo si vio anoche una serie de televisión, seguro que usted, y una inmensa mayoría de los lectores, contestarían afirmativamente. De hecho, las series se han convertido en uno de los principales objetos de entretenimiento para los espectadores, en un rentable negocio y en una seña de identidad de las cadenas –no se debe olvidar el célebre eslogan: “No es televisión, es HBO”–.
Pero ¿quiénes son y cómo trabajan los responsables de crear estas historias que nos atrapan y nos sumergen en otros mundos? ¿De dónde sacan sus ideas? Nadie mejor que los propios guionistas, creadores y responsables de la ficción nacional, para explicar su trabajo.
El trabajo del guionista
Los veinte guionistas que han participado en las entrevistas utilizadas para esta investigación son los responsables de algunas de las series más vistas en los últimos años, como Ignacio del Moral o Carlos Molinero, guionistas de Cuéntame cómo pasó; Verónica Fernández y Nacho Faerna, de El comisario –entre otras–; Mario Montero, Julián Sastre o Raúl Díaz, de Aída; Natxo López de Entrevías o Vivir sin permiso, o Michel Gaztambide, quien ha firmado para el cine los guiones de La Caja 507, No habrá paz para los malvados, entre otras, y, para televisión, La línea invisible.
El modo en que crean estas historias difiere de la productora para la que estén empleados. Algunas, como Globomedia o Bambú Producciones, cuentan con equipos de guionistas más o menos estables que trabajan en las ficciones. Este es un método más cercano al estadounidense que, sin duda, tiene muy interiorizado que los medios audiovisuales son más una industria que un arte.
En otros casos, los guionistas convencen a los productores de estas empresas para que compren su historia y, a partir ahí, realizar los guiones. Este método, más individual y artesanal, es el que se aplica en el cine, e incluso la dirección a veces corre a cargo de la persona que ha escrito el guion.
La duración y los personajes
Según los guionistas, uno de los grandes hándicaps de la ficción audiovisual española es el exceso de duración de los capítulos, ya que de media suelen durar en torno a los 60-70 minutos, especialmente cuando se trata de ficción emitida en horario de máxima audiencia en las cadenas generalistas.
Además, los directivos no acostumbran a arriesgar, por lo que suelen producir series costumbristas en las que se repiten los mismos patrones y temáticas. De hecho, es habitual en este tipo de ficción recurrir a personajes estereotipados y muy planos, especialmente en la comedia.
A pesar de que la llegada de las plataformas parecía vislumbrar un cambio en el paradigma, este no ha sido tan explosivo. Sí que es cierto que hay nuevos productos con temáticas que se alejan de las series familiares, tan de moda hace unos años. Pero la diversidad temática e incluso formal no viene acompañada por personajes más diversos. Son pocas las ficciones que sitúan en un papel protagonista a una mujer, un inmigrante, una persona perteneciente al colectivo LGTBQ+ o una con diversidad funcional.
Así, series como Fácil, Intimidad o La Unidad no dejan de ser meros espejismos. Incluso en, por ejemplo La Unidad, donde una mujer es la comisaria jefe de la brigada, los inmigrantes son los malos. Es cierto que el terrorismo yihadista es el tema central de la ficción, pero no se profundiza en por qué estos terroristas recurren a la violencia o por qué sus mujeres están sometidas.
Por tanto, hay mayor diversidad temática pero se sigue recurriendo al uso de estereotipos para crear personajes, especialmente cuando estos pertenecen a minorías. No todos ven esto como algo negativo, ya que facilita, según han declarado, el reconocimiento rápido de los personajes por parte del espectador. Se buscan ficciones fáciles de consumir que lleguen al mayor público posible.
Algunos guionistas afirmaron que la función de la ficción televisiva no es ser realista ya que “eso sería construir una serie de laboratorio” en la que pesa más ser fiel a la realidad que a la trama, el conflicto, los personajes…
Para otros, la cuestión esencial radica en ser fieles a la historia y el contexto que se refleja en la serie: la función de la ficción audiovisual es entretener y esta debe ser su máxima.
Documentarse para imaginar
Para que las historias sean lo más verosímiles posible recurren, en la medida de sus posibilidades y de los apretados tiempos con los que suelen trabajar, a la documentación. Esta es más o menos exhaustiva en función del género de la serie pero también de para quién realicen sus guiones.
Algunas productoras siguen un modelo más americano, en el que hay equipos de documentación y también de guionistas que se reparten el trabajo –unos crean la historia principal, otros desarrollan cada uno de los capítulos y hay, incluso, quienes solo se encargan de escribir los diálogos–.
Aquí prima la realización del trabajo en el menor tiempo posible de tal manera que, mientras los guionistas escriben un episodio, simultáneamente se está grabando el episodio anterior. Todo debe ser rápido porque la rentabilidad prima por encima de la calidad. Así, se suele dedicar “en torno a un mes” para escribir un capítulo de una serie de televisión de una hora de duración. Sin embargo, en el mejor de los casos, el guion de una película tarda en escribirse un año.
Por eso hay menos tiempo para poder profundizar en la creación de los personajes y el desarrollo de las tramas y las historias. Incluso se reduce el tiempo disponible para trabajar en la puesta en escena. Iván Escobar, responsable de muchas ficciones de Globomedia, indica que “es más rápido grabar un capítulo que escribirlo”. Es decir, si al guion no se le dedica mucho tiempo, menos se le dedica a la grabación, lo que confirma que el método de trabajo busca, como si de una fábrica se tratase, la mayor rentabilidad.
En muchas ocasiones sabemos de las ficciones según las opiniones de los directores o de los actores. Gracias a las respuestas de los guionistas hemos podido conocer un poco más de cerca un mundo tan interesante como es el de la creación, en este caso, de guiones para la ficción audiovisual.
María Marcos Ramos, Profesora Contratada Doctora Comunicación Audiovisual, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.