Libertad de expresión
Carlos Hernández Coll, cocinero
“Tengo dos hijas: Zara, de 11 años, y Sofía de 7. Las dos fueron planificadas”, puntualiza el cocinero Carlos Hernández Coll. “A la primera la hicimos en Italia en unas vacaciones, y nos enteramos de que mi esposa estaba embarazada cuando veníamos de regreso. Nuestra familia fue a recogernos al aeropuerto y les dijimos: ‘Les traemos un regalo’… Fue un embarazo de librito, de ponerle música de Los Beatles con audífonos y demás. Con Sofía fue igual, una emoción muy grande”. ¿Cómo es estrenarse como papá? “¡Aterrador! (risas). Las primeras veces que te dejan solo con tu bebé sientes que lo vas a romper. El día del bautizo de Zara, nos pusimos a cambiarle el pañal antes de salir y se nos cayó al suelo. La llevamos corriendo al médico y gracias a Dios no le pasó nada, pero fue tremendo susto”.
De sus hijas dice que ha aprendido a no perder la inocencia ni la capacidad de asombrarse. A rescatar esa honestidad que no sabe de filtros. “Son personas que tienen su opinión y la defienden, que es algo que en ellas admiro mucho porque a veces uno es más propenso a quedarse callado para llevar la fiesta en paz, y luego se da cuenta de que eso no siempre da resultado. Si ellas pueden decir sin miedo las cosas con las que no están de acuerdo o que se pueden mejorar, ¿por qué yo no voy a poder hacer lo mismo?”, expone. “También me da mucha fuerza escucharlas decir que no se quieren ir de Venezuela y que ellas van a ayudar a que esto cambie. Cuando tengo dudas sobre una decisión importante o estoy enredado con algo, las dos se muestran muy confiadas en que voy a saber qué hacer y me inspiran la seguridad que me falta en ese momento. A su manera, me han enseñado que todo tiene solución”.
Cuando están juntos, a los tres les gusta montar bicicleta y jugar kickingball. Ambas niñas son muy activas y empujan al chef a moverse. “A veces me dicen: Dale papi, que estás un poco flojito por aquí”. Les encanta cocinar juntos y ese rato es sagrado para los tres. “Mis hijas no le tienen miedo a los cuchillos ni al fuego y les he enseñado a no caer en pánico ante una quemadura. A veces me dicen que ellas hacen la cena y para mí es un alivio sentir que están desarrollando un sentido de independencia y seguridad en sí mismas. Me gusta verles esa iniciativa de hacer cosas, de resolver. Zara es muy capaz de ser pastelera cuando sea grande y Sofía podría ser chef, porque tiene carácter para eso”.
Hernández confiesa que aunque el principio le intimidaba un poco ser papá de mujeres –no sabía de qué iba a hablar con ellas o qué temas iban a tener en común–, ha sido una experiencia que no cambiaría por nada. A escala práctica, sus hijas le han enseñado también a usar Instagram y Facebook. Le sugieren qué fotos no montar y le recuerdan que no diga groserías. “Las mujeres tienen una sensibilidad especial y eso me ha influenciado como ser humano; son mucho más inteligentes que uno, creo yo. Educar es complicado: uno hace lo mejor que puede y su mamá evidentemente ha sido un pilar en este equipo. Cuando veo cómo la gente las recibe, noto que son niñas amables, inteligentes, generosas. Hay veces en las que me equivoco haciendo algo y les digo: ‘Perdón, hijas, es que papi es bruto’. Me responden: ‘Nooo, papi, no eres bruto. Eres un poquitico lento”.
En Instagram: @carloshernandezcoll
Candor triple
Cristóbal Lander, actor
“Tengo tres hijos: Oriana, de 8 años, Cristóbal de 4 y Massimo de 1. Oriana, la mayor, fue una sorpresa”, relata el actor, quien en esa época era pareja de la actriz Gaby Espino. Aunque ya estaban casados, en ese momento todavía no planeaban ser papás, pues Espino estaba grabando una telenovela. “Al principio, yo, machista al fin, quería primero un varón, pero cuando supe que iba a ser niña todas mis expectativas cambiaron y Oriana se convirtió en la princesita número 1. Fue una corredera cuando nació porque ambos estábamos trabajando en países diferentes y pude estar con ellas por unas horas”. Sus dos hijos menores sí fueron planificados y revela que la resolución de buscarlos fue una de las decisiones más grandes que ha tomado. “Cuando eliges expresamente traer a otra persona al mundo, de algún modo sientes que la responsabilidad es mayor, pero estar con Paula (Bevilacqua, madre de Cristóbal y Massimo) me dio mucha estabilidad y confianza para llevar a cabo el proyecto de familia que sentía que necesitaba”.
Lander asegura que de sus tres pequeños ha aprendido a ser mejor persona y a tener mayor conciencia sobre las necesidades de los demás. “A medida que uno crece se va contaminando y endureciendo, pero cuando tienes hijos y uno de ellos se da un golpe, es como si te golpearas tú: te duele lo mismo o más. Y eso que no soy nada sobreprotector, pero pensar que les pueda pasar algo me preocupa. Por eso tomo decisiones con más cuidado, porque sé que cualquier cosa que haga indirectamente puede recaer sobre ellos”. A veces se pone a pensar cómo serán cuando crezcan y concluye que solo desea que sean gente de bien. “He intentado enseñarles lo que yo aprendí en mi casa, pero si tuviera que elegir solo dos valores para legarles, creo que serían esencialmente el amor a la familia y el respeto a los demás: respeto a los derechos de prójimo, a la tendencia política, a la orientación sexual, a todos los seres vivos. Esa es la base sobre la que crecen las buenas personas”.
De sus tres hijos, el actor admite que Oriana es su clon. Continuamente le impresiona el hecho de que, a pesar de que no viven juntos, sean tan parecidos en la forma de hablar y comportarse. “La genética hace cosas increíbles: la veo y es como mi versión femenina pequeñita. Además, Oriana es capaz de hacer unas preguntas muy profundas. El otro día me dijo: ‘Papi, ¿cuántos días tiene la vida?’. Obviamente uno no sabe qué responder pero tampoco le quise mentir, así que le dije que la vida dura los días que Dios nos quiera regalar. Eso nos dejó pensando en que tenemos que valorar todos los momentos en los que estamos juntos y apreciar cada día. Con ella he aprendido que la calidad del tiempo que pasas con las personas es mucho más importante que la cantidad”.
“Los dos chiquitos son unos angelitos cariñosos. De Cristobita y Massimo he aprendido su inocencia, su pureza. Me encantan las cosas que se dicen y el hecho de que, como hermanos, los tres estén tan conectados y se abracen, se quieran, se cuiden unos a otros. En ese sentido estoy muy agradecido con Paula porque es una excelente madre. Cuando estamos todos juntos, saboreamos cada instante; es una felicidad que no puedes comprar en ninguna parte. Ellos son mi pista de aterrizaje, mi fuente de inspiración. Tengo todos los hijos que deseo y que amo”.
En Instagram: @lander_cris
ORGULLO por SEIS
Miguel Delgado Estévez, guitarrista y compositor
“Soy papá de seis. De Miguel Alberto (que nació en 1965), Alfredo (1968), Amílcar (1970), Mariana (1978), Gabriel (1986) y Claudia (1989). Ninguno de mis hijos fue planificado, todos fueron llegando y así los recibí. Con todos ha sido igual de emocionante. Ese reflejo prensil de que tu muchachito te agarre el dedo con su manito la primera vez que lo cargas es conmovedor”.
¿Cómo son? “Tengo a los mejores hijos del mundo”, dice con orgullo. “Cuando pienso en ellos siento que me han salvado la vida, porque hubo momentos en los que hubiera podido tomar caminos que no eran buenos para mí y mis hijos evitaron eso. De los seis he aprendido que la perseverancia da hermosos frutos. Es algo que pensé que tenía, pero que en ellos veo multiplicado. Me estimula mucho ver lo fajados que son en todas sus cosas, lo constantes, lo aplicados. Son tipos responsables, maduros, de metas. No son de esos muchachos que van a trabajar pendientes de marcar tarjeta o a quienes les dé igual cómo quede el resultado de su trabajo”, señala. También le emociona reconocer en ellos un valor que aprendió de su mamá, que es ser honesto con alegría. “Porque hay quien es honesto a regañadientes, con ese reconcomio de por qué no me robé esos reales; pero ser honrado con alegría es más difícil y más valioso”.
El músico asegura que si algo le enseñó a ser amoroso con sus hijos fue tener un padre ausente. “Como él nunca estuvo para nosotros, yo me propuse ser todo lo contrario. Siempre digo que lo que sea que yo como padre haya hecho bien criándolos, aparte de todo lo que me enseñó mi mamá, se lo debo a él”, explica. Esto, aclara, no implica que sea un papá blandito en todo. “Si juego beisbol con ellos, pego duro. Si vamos a jugar basquet, es a jugar basquet en serio. Al que tenga que meterle un codazo se lo meto”. Ellos se desquitan con su poderío tecnológico. “En la cibernáutica soy muy torpe y ellos lo saben, así que los pongo a explicarme y cuando pierden la paciencia hacen las cosas por mí. Esa se ha convertido en una nueva forma de burlarnos de nosotros mismos”.
Aunque sus hijos provienen de tres madres y viven en ciudades distintas, asegura que esto no ha afectado su complicidad. Recuerda una vez en la que los seis se pusieron de acuerdo para pasar unos días juntos en Mérida y él a última hora se antojó de ir. “Yo no me quería perder ese bochinche y mi segunda esposa me frenó porque era evidente que querían estar ellos seis solos: a mí no me invitaron. Cuando los llamé para echarles la bendición y les advertí por el altavoz que no se pusieran a hablar pendejadas de mí, lo que hicieron fue reírse y echarme una pita monumental”, dice divertido.
Delgado valora mucho la cercanía y la libertad que tiene con sus hijos de hablar con espíritu crítico y respeto. “No le tengo miedo a la crítica y creo que ellos entienden que lo que sea que yo haya podido hacer mal como padre fue realmente sin maldad. Porque los hijos no escogen a los papás ni los papás escogen a los hijos, pero uno siempre puede elegir a los amigos y los verdaderos amigos se dicen las cosas. Además de papá, siempre he querido ser eso para ellos. Cuando tengo que tomar una decisión importante, les pido consejo a todos porque sé que puedo confiar en sus criterios. Si me preguntas a mí, qué maravilla y qué honor que ellos me puedan elegir como su amigo. Esa vaina sí es bonita”.
En Instagram: @mdestevez1
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