Por Agalia Berlutti
Sin sorpresas. La ceremonia de los Premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas del año 2024 será recordada como una colección de humor prefabricado y con una lista de ganadores que no abandonó el guion preestablecido en ningún punto. Los pronósticos se cumplieron uno a uno. ¿La sensación general? Nadie tenía mucho que decir acerca del triunfo de la favorita incontestable de la noche.
De hecho, Al Pacino, encargado de leer el nombre a la Mejor Película, no disimuló su tedio al hacer público lo que era un secreto a voces desde su estreno. A saber: que Oppenheimer haría historia cosechando la mayoría de los premios a los que había sido nominada. Mucho más, que el poder del músculo de un biopic dramático — como los que le gustan a la Academia — impondría su poder en la noche más importante de la industria de Hollywood.
Pero lo que parecía ser una victoria anunciada, también es un péndulo peligroso sobre las cabezas de los votantes. El motivo es simple: la premiación, que comenzó tres horas más temprano y terminó por primera vez en tres décadas antes de la media noche, intenta renovarse. Pero el esfuerzo parece caer en saco roto, mientras que las categorías se desganan, sin pena ni gloria, sobre lo evidente, lo obvio y lo que es más preocupante, demostrando quién tiene el poder detrás de la Academia.
Después de todo, Barbie de Greta Gerwig fue un fenómeno que revolucionó el cine y la cultura pop, pero se fue a casa con las manos vacías. Un hecho que parece demostrar que el poder de las mujeres en la Meca del cine sigue siendo limitado. Incluso la productora y protagonista — ignorada en las nominaciones a Mejor Actriz — Margot Robbie parecía saber que le esperaba una noche de fracasos. Abandonando el desfile de homenajes a la muñeca más famosa del mundo, la actriz llegó vestida con elegante traje negro. Uno muy lejos de la fantasía rosa que deslumbró al mundo y que fue más simbólico que cualquier otra cosa en la ceremonia.
Las cosas lamentablemente claras
Esta fue la noche en que Hollywood dejó claro que el poder detrás del trono no está para experimentos ni tampoco sobresaltos. Por lo que la mayoría de los premios pareció dejar claro la línea dura de Hollywood. La que premia solo obras de autor de alta factura y la que cuida el futuro del galardón con mimo. Por lo que hubo premio para Robert Downey Jr. — a pesar de que Ryan Gosling fue el alma de la noche — que representa la mejor tradición de Hollywood de darle la bienvenida a los hijos descarriados.
También hubo premio para Da’Vine Joy Randolph, The Holdovers (Los que se quedan), con un discurso emotivo que recordó la decisión de la meca del cine de ser inclusivo. No obstante, también pareció cuidarse de parecer en exceso de lo mismo al premiar a Emma Stone por su actuación en Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos. Por supuesto, la actriz hizo méritos más que suficientes para lograr el reconocimiento, con una actuación física que desbordó por completo cualquier límite. Al otro extremo, Lily Gladstone (Asesinos de la luna) escenificó el sufrimiento y la desolación con una actuación contenida, silenciosa y en la que mostró el sufrimiento con micro gestos espléndidos.
No obstante, que Emma Stone lo reciba — en un papel arriesgado, osado, que demostró su coraje al aceptar papeles imposibles — también es un mensaje. El Oscar premió el año pasado a Michelle Yeoh por la rareza Todo a la vez en todas partes al mismo tiempo de los Daniels, lo que desató una discusión mal sonante, si el premio se reducía a premiar, y de forma muy directa, actuaciones étnicas. Por lo que Stone con la estufilla en la mano — a pesar de las críticas por su frontalidad en el papel y el debate que ha causado el sexo en la película — es un mensaje claro. El Oscar no da nunca dos pasos hacia delante. Solo uno y retrocede.
¿Es injusto para Stone? No lo es, en la medida en que la actuación de Gladstone estuvo por encima de su representatividad. Ambas compitieron en igualdad de condiciones y llegaron a la noche del Premio Oscar 2024, con un premio cada una que la llevaba directo a la estatuilla. Ahora, el punto es, ¿qué significa para Hollywood el desaire de una obra madura, elocuente, bien construida y llena de oscuridad como Asesinos de la luna? Gladstone es solo el punto más evidente de cómo los diferentes gremios decidieron retroceder con cuidado, para evitar un traspié. ¿Más ideología al escenario? Mejor un premio dramático que deje claro que el Oscar sigue siendo lo que siempre ha sido.
El rey va desnudo
Solo que el Oscar necesita, más que nunca, demostrar su evolución. Más allá de premiar o no a las grandes favoritas, el gremio de votantes ignoró por completo análisis cuidadosos sobre la naturaleza humana. Todo eso en favor de una superproducción con un director querido y con un biopic multimillonario convertido en éxito de taquilla. De nuevo: Oppenheimer, como Emma Stone, tiene todos los méritos para triunfar. Pero además eran necesarios para dejar un punto claro. El Oscar de la Academia es una institución y se aferra a sus símbolos.
De hecho, los tres momentos más asombrosos de la noche fueron retorcer el rizo sobre lo mismo. Por un lado, John Cena apareció desnudo sobre el escenario, recordando un suceso histórico idéntico e insinuando algo claro. De ahora en más, la Academia no tiene un lugar para polémicas que no estén preparadas y bien vigiladas. Atrás quedaron la bofetada de Will Smith o que alguien confundiera el nombre a la Mejor Película. Cena se paseó desnudo, pero cubierto con una pericia exacta que pareció más artificial que gracioso.
Lo mismo podría decirse de Billie Eilish, que entonó «What Was I Made For?» de Barbie, en una interpretación delicadísima y contenida. Por otro lado, Ryan Gosling en el mundo de Ken, cantando y bailando el tema homónimo de su personaje y brindando el momento más Hollywood de todos. El único, además, en el que Barbie brilló. Gosling, que parece saber que la atención está en el lugar equivocado, fue en busca del grupo de actrices de la película y les brindó su único momento de protagonismo.
Al final, ya sabíamos qué pasaría
No es de extrañar que Al Pacino subiera al escenario más aburrido que interesado y, sin emoción alguna, dijera el nombre de Oppenheimer como un mal necesario. Atrás quedó el interés por una ceremonia que no ofreció nada que no estuviera milimétricamente preparado y sostenido por la vigilancia de la fama. Sí, sin duda, para eso es el Oscar. Pero de vez en cuando, hay esperanzas de que el premio tenga la garra y la osadía de sorprender. Lo que se echó de menos en 2024.