Tenemos apenas suficiente religión para hacernos odiar, pero no la suficiente para hacer que nos amemos los unos a los otros.
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¿Cómo es posible esperar que la humanidad acepte un consejo, cuando ni siquiera acepta una advertencia?
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Cuando deseamos o solicitamos algo, nuestras mentes solo consideran los aspectos o circunstancias benéficas de las cosas; cuando lo obtenemos, nuestras mentes solo consideran sus desventajas.
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Para que un escritor sepa comportarse con respeto a la posterioridad, deberá ponderar en los viejos libros lo que más valora conocer y las omisiones que más lamenta.
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Cuando aparece en el mundo un genio verdadero lo reconocemos por este dato: todos los necios se confabulan en su contra.
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No es prudente castigar a los cobardes con ignominia, pues jamás habrían sido cobardes si hubieran contemplado esa posibilidad; la muerte es el castigo adecuado para ellos, pues es lo que más temen.
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El valor de múltiples circunstancias en una historia disminuye considerablemente con el paso del tiempo, aunque ciertos detalles de ella son muy valiosos; y se requiere de gran juicio en un escritor para distinguir entre ambas.
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Se ha vuelto habitual que los escritores digan: “Esta época crítica”, como los teólogos hablan de “esta época pecaminosa”.
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El camaleón, del que se afirma solo se alimenta de aire, tiene, de todos los animales, la lengua más ligera.
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Hay solo tres formas en que el hombre puede desquitarse de la censura del mundo: despreciarla, imponerla devuelta o procurar vivir de modo que se la evite. Por lo general, la primera posibilidad es la más socorrida; la tercera es casi imposible de lograr, mientras que la segunda es práctica universal.
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Vivir en suspenso es harto lastimoso; es la vida de una araña.
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Creo que si un hombre observa con atención cuando recorre las calles, encontrará los semblantes más joviales en los cortejos fúnebres.
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La censura es el tributo que un hombre paga al público por ser eminente.
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Jamás un sabio ha deseado ser más joven.
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El reclamo es el más grande tributo que el cielo recibe, y la parte más sincera de nuestra devoción.
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La adulación es la hija del poder actual.
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Las menores preocupaciones bastan para inquietar a un hombre cuando escasean las más importantes. A falta de un madero, tropezará con una astilla.
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Se ha venerado a los ancianos y a los cometas por la misma razón: ambos ostentan largas barbas e ínfulas de oráculo.
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Augusto, al toparse con un asno de nombre venturoso, se vaticinó él mismo buena fortuna. Yo me topo a diario con una infinidad de asnos, pero ninguno de ellos tiene nombre venturoso.
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Muy pocos hombres, propiamente dicho, viven en el presente; más bien quieren prepararse para vivir en algún futuro.
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