«Todo lo que me ha pasado (…) ha tenido una línea paralela de trabajo muy presente en mi vida, las vías meditativas y de forma más específica el chamanismo», dice Alonso, quien volvió a México para presentar su documental La nave del encanto.
Con amigos, Alonso se filma en una «road movie» que recorre el ritual del temazcal (baño de sudor y de purificación prehispánico) y las ceremonias de ayahuasca (planta alucinógena utilizada en ritos religiosos de las culturas nativas, más bien en Perú).
Pedro Alonso medita para sobrevivir
Este viaje espiritual que pasa por Oaxaca y Chiapas, en el sur de México, constituye una nueva etapa en su proprio camino.
«Yo tuve un arranque en la profesión como actor muy rápido», recuerda al evocar dos años en la compañía de teatro la Fura dels Baus, y sus primeras películas, que despertaron el interés de la productora de Pedro Almodóvar.
Y después, vino una crisis que lo hizo sentir que a los 30 años el tren había partido sin él. «Con el tiempo, entendí que tuve una depresión de caballo, y empecé a meditar por pura supervivencia, a pintar», explica.
A los 23 años, ya había iniciado su vida espiritual con un ayuno de cuatro días en las montañas de Cataluña. «Empecé a leer a Carlos Castaneda como un loco», dice refiriéndose el autor de la «generación beat» de los años 1970.
El descubrimiento de la sabiduría ancestral llegó con sus primeros viajes a México. La idea del documental, que será lanzado el 7 de enero en Netflix, surgió durante la pandemia: «Encontré lo que había escrito cuando fui en la búsqueda del peyote en el desierto».
Anticipa las eventuales críticas. «Ah, este actor que tiene cierta celebridad ahora quiere ser el nuevo gurú de la modernidad… no es mi intención».
«Hablo desde mi duda, desde mi búsqueda, desde mi intento, desde mi sombra intentando mapear un camino de conocimiento», explica.
«No creo que sea un camino para todo el mundo», dice sobre las plantas y hongos alucinógenos ancestrales, a menudo prohibidos.
El peyote, por ejemplo, es considerado por la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, como «una droga cuyo uso no ha sido aceptado en tratamientos médicos».
Reconectarse
«Los americanos, vía Nixon, dijeron,’todas las drogas son el demonio'», remarca suspirando Alonso, quien reivindica el derecho a debatir y a la duda. «No tengo una posición clara sobre si hay que legalizarlo todo de golpe», explica.
«Yo he sido testigo en Occidente de cuál es la relación de la gente joven con las drogas. Y es una locura. No tiene nada que ver con un señor soplando sobre una hoja», afirma en alusión a los chamanes.
«No le recomendaría a todo el mundo que tome ayahuasca. Pero sí que medite (…) , para reconectarse con uno mismo (…), con los ciclos de la tierra», señala.
Aceptando sus paradojas, Alonso asegura amar el caos de México y reconoce el progreso de la medicina occidental, al tiempo que cuestiona el destino actual de Occidente.
«Vivimos en un mundo muy tóxico. Y se ve en las estadísticas. Nunca hubo tanta depresión», sentencia.
«Llegas a una comunidad indígena y el abuelo está en el centro», contrasta.
«Quiero viajar para conocer a gente fascinante, cultivada, sensible, amorosa, preparada, que me haga sentir que hay otra longitud de onda en las relaciones humanas», señala.
Mientras tanto, Alonso retoma en enero el rodaje de una nueva temporada de Berlín, serie derivada de La casa de papel.
A Berlín solo le hace el día feliz «el amor y un millón de dólares», según la sinopsis de la serie.
Pero, para este actor oriundo de una localidad de Galicia, es otra la definición de riqueza: «Que un huevo frito sepa como los huevos fritos de mi pueblo».