El centro KBr de la Fundación Mapfre en Barcelona ofrece un recorrido completo por la trayectoria del fotógrafo venezolano de origen italiano Paolo Gasparini, pionero en la representación de las contradicciones sociales y políticas de Latinoamérica, desde México a Chile, de Venezuela a Cuba.
En la exposición se pueden contemplar las fotografías realizadas desde los años 50 por Gasparini, además de sus fotolibros, uno de sus formatos preferidos y que daba sentido a su trabajo, y algunos de sus fotomurales, que permiten seguir la evolución urbana y social de algunas ciudades latinoamericanas como Caracas, La Habana, São Paulo, Ciudad de México, pero también con resonancias en Múnich, París, Londres o Barcelona.
La muestra está dividida en dieciséis secciones que recogen los proyectos más relevantes del artista.
Paolo Gasparini está considerado entre los mejores fotógrafos que han retratado las tensiones y contradicciones culturales del continente americano. De su cámara surgen imágenes que transmiten la dura realidad social que ha enfrentado una región cuya autenticidad cultural es incuestionable y en donde pasado y tradición local dialogan con una torpe modernidad impuesta.
Gasparini crea una obra con un lenguaje visual propio que parece manifestar siempre una crítica a la sociedad de consumo, al tiempo que revela una cierta obsesión por el modo que tiene el marketing y la publicidad de seducirnos.
Como italiano de nacimiento, pero venezolano en esencia, el autor ha tratado de eliminar con su trabajo visiones etnocéntricas y los estereotipos que históricamente han definido Latinoamérica, casi siempre en función del otro, a lo que han contribuido los distintos populismos y nacionalismos que ha sufrido el continente.
En una entrevista con EFE, Gasparini rememora su larga trayectoria artística, cómo se interesó por la fotografía después de descubrir las películas del neorrealismo italiano y al ver Que viva México, de Serguéi Eisenstein.
Su historia
Gasparini (Gorizia, 1934) emigró a Caracas en 1954, siguiendo un éxodo para eludir el servicio militar, pues allí se encontraba parte de su familia y, en concreto, su hermano Graziano. Para ese entonces ya su hermano era un reputado arquitecto que le regaló su primera cámara Leica a los diecisiete años.
«A los veinte años me instalé en Venezuela de forma definitiva e inicié una intensa actividad como fotógrafo de construcciones arquitectónicas, al tiempo que capturaba imágenes de los arrabales de la capital y comencé a trabajar para proyectos de la Unesco».
Su primer hito artístico fue el libro Para verte mejor, América Latina (1972), considerado como uno de los fotolibros más emblemáticos de la historia.
«La fotografía era una forma de comprometerme con la vida y con la historia», confiesa Gasparini, consciente de retratar un mundo ofendido siempre por el poder, la prepotencia y por las grandes contradicciones.
Para el autor, la fotografía es el registro de lo que ve a través de lo que siente. Su propósito es armar un discurso para que la gente piense y se dé cuenta de una realidad tan compleja y tan amarga que se vive en este mundo y cada vez peor.
En la exposición hay también microhomenajes a su admirado fotógrafo y amigo Paul Strand, al que descubrió por primera vez en el festival de Venecia con la película «Redes».
«En nuestro primer encuentro me dijo que tenía buenas fotos y retratos, pero que no era un buen material para un libro. Me indicó que tenía que contar y narrar algo, como si las fotografías fueran frases«, apunta Gasparini, que tuvo la oportunidad de viajar por Venezuela con Strand.
De aquel viaje surgió una enseñanza definitiva: «Comprendí que el fotolibro es un cuento narrado con imágenes».
En las dos últimas décadas ha viajado intensamente por Europa y América Latina completando series sobre temas abiertos anteriormente. Asimismo ha realizado numerosas exposiciones en torno a sus fotografías y sobre sus libros, unos veinte publicados hasta la fecha.
La comisaria de la muestra, María Wills, señala que «las fotografías de Gasparini reflexionan sobre los efectos de décadas de migraciones políticas en los siglos XX y XXI: de europeos a América, como causa de la II Guerra Mundial, de cubanos a España y Estados Unidos, de ecuatorianos a España y, más recientemente, del éxodo masivo de venezolanos a Colombia», movimientos que invitan a pensar sobre la ambivalencia de la identidad.