La directora venezolana Anabel Rodríguez Ríos presentó el martes en el Miami International Film Festival Once Upon a Time in Venezuela, un documental que, usando como ejemplo un pueblo de pescadores, muestra cómo la corrupción se convierte en cultura en un país.
«La corrupción se volvió cultura a través de un sistema que es tan invasivo y tan totalitarista que cambió a la gente de Congo Mirador», señaló la directora venezolana radicada en Austria.
Congo Mirador es un pueblo de pescadores que tuvo unos 300 habitantes y se asienta sobre las aguas del lago Maracaibo, una zona que la propia Rodríguez describe como «la Venecia minera» y que fue alcanzada de lleno por la pobreza y la corrupción política.
Once Upon a Time in Venezuela cuenta la historia de Tamara, una representante del partido chavista, y Natalie, una maestra de la escuela local que sueña con un cambio en el país y en su hogar.
El documental, que es una radiografía de la fractura que vive el país en la actualidad, muestra una sociedad corrupta que mantiene a los poderosos mientras que acosa a los opositores dentro del pueblo.
Sin embargo, la situación no fue siempre así.
«Hubo un tiempo en el que había mucho dinero en Venezuela y la gente se fue corrompiendo. Muchos no tenían intención de trabajar sino ganar por la vía más rápida», expresó la directora.
Rodríguez comenzó este proyecto en 2014 y lo completó después de cinco años en los que realizó 14 viajes a este lugar olvidado e inhóspito por culpa de la sedimentación del fondo del lago Maracaibo y la contaminación de las aguas por los yacimientos petrolíferos.
Gran parte del documental se centra en las elecciones parlamentarias de 2015, en las que la coalición opositora Unidad Democrática consiguió superar a los partidos oficialistas en número de escaños de la Asamblea Nacional, y en cómo se gestaron en un pueblo como Congo Mirador.
La última vez que Rodríguez visitó esta región del estado Zulia fue en 2018 y, para entonces, la comunidad allí asentada había desaparecido prácticamente salvo nueve individuos que seguían residiendo en la zona.
Este largometraje independiente fue presentado mundialmente en enero en el festival de Sundance de Utah, y después de Miami viajará a Cartagena de Indias (Colombia), además de otros destinos internacionales que la directora aún está barajando.
A pocas horas del estreno en la ciudad miamense, Rodríguez dice sentir curiosidad por lo que piensen el público y los venezolanos residentes que lo vayan a ver, aunque espera que conmueva y sensibilice a los espectadores.
«Noté que la gente venezolana de aquí no se quiere conectar mucho con esa realidad y quiere dejar ese pasado atrás», indicó.
Sin embargo, sobre todo espera que el filme genere discusiones sobre la gente que se aprovechó del sueño socialista.
«Me di cuenta de que yo quería sensibilizar sobre Venezuela con un relato humanista de la condición humana sin pensar en agendas políticas de una o de otra ideología», indicó Rodríguez.
Pese a que teme que su familia, que sigue viviendo en Venezuela, sufra las consecuencias por parte del gobierno por culpa de esta película, Rodríguez es consciente de que «hay que pelear desde cualquiera de las disciplinas» para que haya un cambio en «las víctimas del totalitarismo».
Por ello, opina que para que se produzca un verdadero cambio en el país lo más importante es «no dejar la presión y la acción ciudadana tan solo dentro del ámbito nacional», para lo que resultan fundamentales este tipo de documentales.
Respecto a las elecciones parlamentarias que se celebrarán este año, Rodríguez no es muy optimista, y aunque votará, augura que se producirá un fraude electoral de nuevo.
«Hay que seguir luchando»a, concluyó.
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