A finales de octubre la cineasta Anabel Rodríguez Ríos recibió una llamada que cambió todos sus planes inmediatos: “Once Upon a Time in Venezuela será la candidata de Venezuela al Oscar 2021”, le dijo Ignacio Castillo, presidente de la comisión que se encarga de elegir la película que representa al país en los premios de la Academia. Estaba en un tranvía en Viena, donde está residenciada desde 2012. Primero vino la emoción, luego llegó la responsabilidad y todas las implicaciones que conlleva intentar ser nominado en la categoría Mejor Película Internacional y, también, Mejor Largometraje Documental.
“Destacamos su extraordinario discurso cinematográfico Es una obra que narra con imágenes contundentes la realidad del Congo Mirador. La universalidad de este documental, su impecable dirección y factura técnica representan nuestra cinematografía nacional”, indicó el acta del 30 de octubre sobre la película que inició su recorrido internacional en el Festival de Cine de Sundance, una cita que reúne lo mejor del cine independiente en Estados Unidos. Y desde entonces no ha parado.
El documental Once Upon a Time in Venezuela, que representa el primer largometraje de Rodríguez Ríos, recorrió este año más de 25 festivales internacionales, entre los que destaca el Festival Internacional de Cine Documental de Canadá Hot Docs, el mayor encuentro de documentales de Norteamérica; Festival de Cine Documental de Hot Springs, donde triunfó como Mejor Documental Internacional, y el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA). En su trayecto se llevó, en total, 8 premios.
La película, que se grabó durante cinco años, sigue la vida de los habitantes del Congo Mirador, un pueblo de palafitos a orillas del Lago de Maracaibo que, entre la sedimentación del agua y el abandono de las autoridades, desaparece por la migración de sus habitantes que no tienen otra opción.
A través de la de las historias principales de Tamara Villasmil, la líder y representante del PSUV -el partido fundado por Hugo Chávez-, y Nathalie Sánchez, la única maestra del Congo, que ve como cada vez asisten menos niños a clases, se tratan temas como el populismo, la polarización, la corrupción, la pérdida y la migración. Un retrato de Venezuela a partir de la historia de un pueblo que recibía miles de turistas para ver los espectaculares relámpagos del Catatumbo. La fotografía es de John Márquez.
En Venezuela es distribuida por Gran Cine y su infraestructura de pantallas móviles que ya ha llevado la película a sectores populares como La Lucha y La Cruz. También se ve en Colombia, España y en México, donde esperan estrenar el año que viene, si permite la pandemia. En Estados Unidos los derechos los adquirió la plataforma Topic, propiedad de de First Look Media.
Como una campaña política
En su camino al Oscar 2021, previsto para el 25 de abril, una fecha atípica por la pandemia de covid-19, la producción de la película lanzó una campaña de recaudación de fondos con el objetivo de alcanzar 30.000 euros en la plataforma Indiegogo. El dinero será destinado a una campaña de mercadeo que permita captar la atención de la mayor cantidad posibles de miembros de la Academia, quienes son los que votan para escoger las películas nominadas.
“Empezamos a estudiar como si fuese una campaña política: quienes son los miembros, cuántos votos necesitas. Nos estamos apoyando con Adam Segal, un publicista que tiene experiencia con películas independientes. En la Academia hay más de 500 miembros. 30% de ellos son internacionales, y de esos hay latinos. La idea es persuadirlos. Ellos ven las películas en una plataforma como Netflix y no todas, solo un porcentaje. Lo primero es que tengan en su mapa mental ver esta película y segundo que voten por ella”, explicó la directora.
Once Upon a Time in Venezuela es una de las más de 150 películas que califican para Mejor Película Documental, detalló Segal, y una de las casi 100 que califican para Mejor Película Internacional. En la primera los miembros escogen 15 filmes, que es el “shortlist”, que se anunciará el 9 de febrero de 2021. Luego, después de una segunda ronda de votación, reducirán esta lista a los 5 nominados.
En el caso de Mejor Película Internacional se escogen 7 películas para el “shortlist”, y un comité elige tres adicionales. Esta preselección también se anunciará el 9 de febrero. De 10 películas, finalmente quedarán nominadas cinco.
Adam Segal, quien en su portafolio tiene como clientes a producciones de HBO, Warner Bros. y New Line Cinema, detalló que el dinero se usará para lanzar la campaña. “El uso más importante de estos fondos es alentar a los votantes a que se tomen el tiempo de ver la película. Esto incluye comunicarse con los votantes, realizar proyecciones virtuales con sesiones de preguntas y respuestas debido a la pandemia, interactuar con la prensa y los críticos de cine y más”.
Libertador, el antecedente
Como es un gran esfuerzo físico, mental y monetario, no muchas películas venezolanas llegan al «shortlist». Al preguntarle a la directora sobre su motivación, responde sin dudar: “Es poner el tema de Venezuela en ese escenario, que es políticamente muy influyente. Si llegas al «shortlist», eso vale como por 7 lobbys en la Corte Penal Internacional. Queremos poner ese tema allí”.
La única película venezolana que llegó a ese primer filtro en la categoría Mejor Película Internacional fue Libertador (2014), un filme biográfico de Simón Bolívar dirigido por Alberto Arvelo, quien forma parte del equipo que quieres llegar con Once Upon a Time in Venezuela al Oscar.
“La competencia por entrar en el «shortlist» o en una nominación es ardua, pues son muchas las películas fabulosas que allí se presentan. Lo más importante es que la mayor cantidad de académicos puedan verla. Cuando mostramos Libertador el gran esfuerzo fue invitar a los académicos a los screening, y ese trabajo, como dices, es muy desgastante, pues en general los ojos están puestos en los países con más tradición cinematográfica. Pero, como sabemos, las cosas han cambiado, y ahora más que nunca películas como Once Upon a Time in Venezuela tienen altísimas posibilidades”, comentó desde Los Ángeles Arvelo.
Agregó: “Es una película que me conmovió y que me atrapó en todos los sentidos, desde el mensaje que lanza hasta la realización y la fuerza visual que Anabel Rodríguez logró darle, junto al director de fotografía, John Marquez. Estos días festivos debemos aprovecharlos para promover y divulgar la película, pues no hay tiempo que perder. Apoyar a Once Upon a Time in Venezuela es un compromiso colectivo”.
La competencia latinoamericana
Algunos países de la región ya han anunciado los filmes que los representarán en los premios de la Academia. Entre ellos, la crítica de cine Aglaia Berlutti destaca las producciones de México, Argentina, Guatemala y Chile.
Ya no estoy aquí (2019), dirigida por Fernando Frías, es la candidata mexicana. “México es un país de enormes contrastes, subdividido y estratificado. Esta película llega para dar otra versión de la violencia. Es un producto que muestra otro país desde un lenguaje cinematográfico muy interesante”, dijo.
Sobre la argentina Los Sonámbulos (2019), de Paula Hernández, señaló: “En Latinoamérica las relaciones casi siempre son muy permeadas por el machismo, la misoginia, las implicaciones sobre el deber ser y la obligatoriedad. Propone un discurso nuevo y una percepción renovada sobre cómo entendemos las relaciones entre madre e hija. Podría ser una buena opción”.
La candidata guatematelca, según Berlutti, tiene altas probabilidades de llegar lejos. Se trata de La llorona (2019) de Jayro Bustamante. “Combina la leyenda de La Llorona, que es común en todo el continente, con la impunidad y el genocidio contra los indígenas. Es una película reposada y pensada para crear una condición sobre el límite de la violencia y la forma en cómo en Latinoamérica se normalizó el hecho violento. Tanto en Ya no estoy aquí como La Llorona son dos excepciones que comentan a la Latinoamérica violenta, pero desde un punto de vista nuevo y renovado”.
Finalmente está el documental chileno El agente topo (2019), de Maite Alberdi. “Se envía a un agente secreto a un ancianato para ver si se están cometiendo agresiones y maltratos contra los ancianos. Es inquietante cómo la directora logra expresar la idea sobre la vejez en Latinoamérica, un tema que se toca poco. 30% de los países carecen de planes de retiro, no hay planes médicos que cubran cuidados geriátricos caseros… Esta película plantea esa situación”.
Pero de las películas venezolanas que han sido candidatas, Berlutti considera que Once Upon a time in Venezuela tiene la mayor de las oportunidades para figurar entre las nominadas.
“Anabel Rodríguez muestra al Congo Mirador y muy poca gente entendía hasta qué punto la región está arruinada hasta que llegó el documental. Ella no lo hace explotando el morbo, el amarillismo. Logra relatar algo real de una forma tan elegante. No solo es uno de los mejores del año, sino uno de los mejores en la historia de la cinematografía venezolana, que es muy prolífica con respecto a documentales, pero siempre explotando lo que es más angustioso y violento a nivel visual. En cambio, esta película lo que hizo fue relatar de forma concisa, creando una situación totalmente nueva”, comentó Berlutti.
Además, considera que el documental puso sobre la mesa temáticas de las que poco se habla. “La pérdida de identidad y la desaparición física y cultural de un territorio en el olvido trajo a colación una conversación que no se da Venezuela. Es un país centralizado y urbanizado en el que todo lo que se hace fuera de Caracas sufre la consecuencia de esa concepción de la ciudad como único criterio urbano. Nos recuerda que hay un país más allá de la capital que está padeciendo, y que tenemos una responsabilidad conjunta con todos estos espacios que han sido olvidados, degradados y despreciados por gobiernos y poderes, incluso por los voceros de oposición que suelen dirigirse al ciudadano urbanita”.