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Ni la lluvia ni los apagones entorpecieron el Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Cúsica prometió seguir trabajando en pro de la industria musical venezolana, el arte y la cultura. Y así lo hicieron este domingo 20 de octubre. A pesar de todo: de la política, el cambio climático y la crisis de servicios públicos. "Nos lo merecemos", decían los asistentes
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La primera edición del Festival Nuestro Ritmo, que se realizaría el 17 de agosto en una ruta llena de música, arte y cultura a través del pueblo de El Hatillo, estado Miranda, se llevó a cabo a pesar de las inclemencias del clima y los bajones de luz que intentaron apagar el municipio, más de una vez, este domingo 20 de octubre.

Dos meses atrás, se creyó que el evento se cancelaría. Como ocurrió con gran variedad de planes, que poco a poco se fueron tachando de la lista de encuentros culturales y shows musicales programados en Caracas para 2024 debido a la crisis política que generó la elección presidencial del 28 de julio. La empresa promotora y productora de eventos Cúsica fue enfática: “No anularemos, reprogramaremos”.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Foto Ezquiel Carías

 

El panorama poselectoral que se vive en Venezuela los hizo dudar en principio. ¿Estarían listos los ciudadanos para abrirse, sin juicios, a esta experiencia? Y justamente esa premisa los obligó a tomar una decisión que cumplió con la promesa que hicieron desde el día uno que se sentaron a planearlo todo. Nada cambiaría el objetivo.

“Seguiremos trabajando en pro de la industria musical venezolana, el arte y la cultura”, comunicaron cuando cambiaron la fecha inicial de Nuestro Ritmo. “Velaremos por el pleno disfrute de nuestra audiencia, por encima de todo. Les garantizamos que la primera edición de este festival la estamos trabajando con el mismo cariño y con la misma energía que le imprimimos a cada evento, para vivirlo a la hora justa, con la vibra al máximo, con más artistas por confirmar y a nuestro ritmo”, indicaron.

Y así lo hicieron. A pesar de todo: de la política, el cambio climático y de la crisis de los servicios públicos.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Foto Ezequiel Carías


Nuestro Ritmo: sin luz y con lluvia, pero se logró

La mayoría de los eventos ocurrieron dentro de los locales comerciales y en la Plaza Bolívar. El mal tiempo fue el responsable. No obstante, poco pareció importar entre quienes, muy graneaditos, comenzaban a llegar al punto de encuentro entre la 1:30 y 3:00 pm: el pueblo El Hatillo.

Las calles nunca se cerraron, aunque se pensó. No era un Nocturneando, pero un circuito de banderines amarillos, violetas y rosados colocados de norte a sur sirvieron de indicadores para entender que la movida acapararía desde la Calle Miranda, entrando al municipio, hasta las adyacencias del C.C. El Hatillo. Unos 8 kilómetros a la redonda.

Según los organizadores, el montaje se hizo desde la madrugada. No solo las tarimas, sino los espacios que se utilizarían para las activaciones de patrocinadores y marcas invitadas, que desplegaron un sinfín de actividades para conectar a los asistentes con sus productos.

 

Los artistas plásticos se congregaron en las calles

 

Cervezas Zulia, Iselitas Snacks, Cinex, Viajes Humboldt, Diablitos Underwood, entre muchas otras marcas, sobre todo gastronómicas, enganchaban el interés de los curiosos que querían formar parte de sus experiencias: photobooths, columpios temáticos, beer pong, juegos de Jenga y más. La marca Furia Energy, de bebidas energizantes, fue una de las más solicitadas entre el público. Sobre todo por los jóvenes, quienes hacían cola para montarse en la veintena de monopatines de última generación que dispusieron para recorrer el pueblo. Por dos dólares, pasearse a toda velocidad y sobre ruedas durante 20 minutos por El Hatillo, fue una divertida realidad.

El llamado formal al Festival Nuestro Ritmo se pautó para las 5:00 pm. Había llovido y ocurrieron dos bajones de luz. Pero justo cuando comenzó a llegar más gente, cayó la última lluvia del domingo, la más fuerte, que paralizó al pueblo por al menos una hora más.

Eran las 5:30 y algunas bandas emergentes, sin embargo, tomaron en sus manos lo ocurrido y le sacaron provecho. Se presentaron en acústico, sin luz y con las linternas de teléfonos de los asistentes que iban, de a poco, aglomerándose en pequeños grupos en medio de sus presentaciones. La tarima principal (ubicada en la plaza principal del C.C. Paseo El Hatillo) tenía su planta eléctrica. La música no se apagó, pero el público era escaso a esa hora.

 

Una agrupación femenina de jazz fue una de las que se atrevió a hacer uso de su talento para sacarle provecho al apagón

Gen Z, Gen Venezuela

Cúsica informó en agosto que las entradas para el evento se agotaron a tan solo horas después de hacer el anuncio. La entrada general no tenía costo, solo requería un registro previo en la plataforma de Ticketplate debido al aforo limitado de los espacios. Fueron seis mil.

La entrada VIP con acceso exclusivo backstage estuvo disponible en $10 en la primera etapa, $15 en la segunda y cerró en $20 en una tercera etapa. Este ticket, además, incluyó el uso de baños más privados, barras, áreas de confort y una zona preferencial cerca de la tarima principal.

 

La Generación z colmó el Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

 

En su mayoría, fueron jóvenes entre 18 y 25 años quienes le pusieron rostro al Festival Nuestro Ritmo. Se paseaban entre puestos de pintura en vivo, fotografía, venta de accesorios y ropa el mejor estilo Mercado de los corotos. Los de la Calle Sucre, sobre todo. La más artística y temática.

Se tomaban fotos, grababan videos para sus redes sociales, sonreían, se abrazaban y besaban con alegría. Parejas, amigos y recién conocidos, se sentían en familia. No eran extraños entre sí.

“Estamos compartiendo lo que nos queda de Venezuela: la cultura”, dijo Daniela.

“Como no me voy a ir del país, y sin querer olvidarme de la realidad que nos rodea, escojo poder disfrutar de la música, de las buenas vibras. Porque no es olvidarse de lo que pasa, es entender que hay opciones para no sentir que te ahogas, que no hay salida”, dice.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Foto Ezequiel Carías

 

Eran ya las 7:30 pm. No había mucha gente. Entre vendedores ambulantes, ventas benéficas con fines eclesiásticos, mucha música y también cerveza, más personas fueron aglomerándose a la espera de una de las bandas favoritas de la noche, Okills, quien encabezó el cartel de artistas venezolanos y se subió a las 9:00 pm en el escenario, justo después de la agrupación colombiana Diamante Eléctrico, quienes también actuaron frente a emocionados fanáticos.

El Festival Nuestro Ritmo presentó en total más 30 proyectos musicales, artistas urbanos, teatro de calle, shows de danza, comediantes, bazar, gastronomía, entre otras atracciones dispuestas al público.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Diamante Eléctrico fue una de las bandas más esperadas de la noche

 

Entre las bandas y artistas musicales estuvieron Gran Radio Riviera, Dru Flecha, Andrés Mata, Ava Casas, Cherlatte, Goe, Escritores de Salem, Nohi, Piña Vera, Juansi Ávila, Nina Romero, Tepedino y Dani Vásquez.

También se presentarán Fakboi, Meera, Gran Celaje, Maripau, Lema, Cntno, Ananá, MKZ, Alex Musanostra, Michael Lebeats, Las Líneas de Nazca, Capitán Mostacho, Della, Aleato, Mauro, Walter Rauch y Smile Soul.

La lista de comediantes inclyó a Salvador Schneider, La Señora Ana, Johnny Micarelli, Valentina Royero y Jeneil Tovar.

 

El arte tomó las calles de El Hatillo con Nuestro Ritmo

Nos lo merecemos

Para Ernesto Rojas, “la gente tiene que despresionarse”. Como visitante del Festival Nuestro Ritmo y miembro de una banda venezolana llamada Agente Extraño, con la que alza la voz y desdibuja la realidad del país entre prosas, ritmos y líricas de protesta, señaló que “este tipo de movidas es lo que necesita la gente para reconectarse con lo verdaderamente importante: la libertad, la cultura, y la expresión”.

Después de haber participado también en movidas como Nocturneando, en Los Palos Grandes, y CaminArte, en Bello Monte, asegura que en encuentros como este radica la respuesta a todos los males porque “hacer música y arte en este país es un acto de rebeldía… Y de la buena”.

“No debemos olvidar, por supuesto. Cada rincón que vemos nos recuerda en dónde estamos y qué vivimos, pero si no salimos a la calle a hacer algo distinto, nos saturamos”, señala. “Es importante permitirse disfrutar”.

Sobre Nuestro Ritmo, apuesta por la disrupción del encuentro, pues permite una confabulación interesante de mentes, esencias y estilos.

Como Ernesto, muchos de los encuestados (aunque siendo más reservados a la hora de grabarse en cámara) coincidían en que oportunidades como la que presentó Cúsica parten de una necesidad: promover el talento artístico emergente local. Cosa que, para la mayoría, se logró con creces, incluso cuando el pueblo de El Hatillo se quedó en silencio por la falta de luz.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Banda venezolana Okills | Foto Ezequiel Carías

 

Brindar un espacio gratuito y accesible para que el público disfrute de una variedad cultural llena de música, exposiciones de arte, gastronomía, y en un ambiente que permita el disfrute en familia y amigos, siempre será bien visto. Y seguirá siendo necesario.

Antes de montarse a darle rienda suelta a su música, Alberto Arcas, vocalista de la banda Okills aprovechó de compartir unas palabras.

«Con algo de miedo a equivocarme, la gente siempre se merecerá un espacio para entretenerse. Por lo que ha demostrado la historia, hasta en los guetos de Varsovia trataban de divertirse en plena II Guerra Mundial. Venezuela, un país que tiene tantos años en dificultades, ¿por qué no puede regalarse un día en donde la música sea la protagonista, pasársela bien y comer algo rico? Claro que nos merecemos un día, pero también dos y tres», dice.

«Para eso es el arte: los cuadros no son solo para verlos, sino para agarrar un pedacito de ellos e inspirarse. Festivales como este mueven a la gente, nos mantiene vivos. Los  venezolanos nos lo merecemos, así como todo el mundo«, concluyó.

 

Festival Nuestro Ritmo: El Hatillo

Okills | Foto Ezequiel Carías

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