La ONG
“Yo nunca cuelgo mis obras, mis obras son como manifiestos” | Foto: Ramsés Romero

Nelson Garrido no tiene obras suyas colgadas en su estudio, solo unas muy pequeñas escondidas entre su biblioteca, como la icónica fotografía del perro muerto que se usó para el disco Infecto de afecto (1991) de Sentimiento Muerto. Sí exhibe un cuadro de Jacobo Borges y muchísimos retratos de artistas como César Rengifo.

“Yo nunca cuelgo mis obras, mis obras son como manifiestos. No la veo para que esté decorando una casa, mucho menos la mía. Y además la gente no las ha visto tanto porque me censuraron mucho antes y ahora. Cuando aquí hay conflicto la gente publica Caracas sangrante. ¿Ves? La fotografía es un concepto, no la imagen que montas en una pared”.

Garrido, que cumplió 70 años de edad el 24 de agosto, se mantiene, como ha sido siempre, en la periferia. Fue el primer fotógrafo en ganar el Premio Nacional de Artes Plásticas, pero no es algo que considere importante. Es uno de los artistas más destacados del país, contestatario, pero se lo toma con modestia. Recientemente cerró La ONG luego de 20 años y, para él, ya era el momento.

Considera que el rol del artista es ser crítico, meter el dedo en la llaga, no ser complaciente. “No es que todo el mundo tiene que trabajar como yo lo hago, pero sí tener un compromiso con el país en el que vivimos. Los artistas no están hechos para resolver problemas, sino para crearlos. En este momento nosotros no podemos estar haciendo arte decorativo, o algo que combine con el mueble o el papel tapiz de la casa. La obra es un grito”.

El mes pasado La ONG anunció de manera repentina su cierre. Parte del comunicado explica que se concibió como “un espacio temporalmente liberado, enfocado en la práctica activa del terrorismo poético”. Sin olvidar que por dos décadas funcionaron de manera autogestionada: “Desde la disidencia y los márgenes, haciendo prácticas de libertad de manera radical. La ONG actuó como un rizoma. No empezó, ni acabó, siempre estuvo en el medio”.

Nelson Garrido cumplió 70 años el pasado 24 de agosto | Foto: Ramsés Romero

Creada en 2002 por Garrido después de la huelga petrolera y dirigida desde 2010 por la artista visual y poeta Gala Garrido, su hija, La ONG dejó a disposición del público una serie de links con los recursos que generó: más de 280 libros de fotografía y artes visuales, portafolios de artistas nacionales e internacionales, grabaciones de 35 encuentros gratuitos realizados entre 2020 y 2022 y más de 200 artículos de investigación y reflexión acerca de la imagen.

El gran peso de La ONG, explica Garrido, está en todo el trabajo de formación de artistas y fotógrafos que ahora están dedicados a su oficio. “Eso es lo más importante, todo lo que se sembró, que ya está dando frutos, y a su vez mis alumnos están dando clases y formando a otra gente. Lo importante es la proyección de la formación”.

La biblioteca Ricardo Armas pasará ahora a la residencia del fotógrafo y la casa donde funcionaba La ONG posiblemente será vendida, pues el sector en que está ubicada, la avenida María Teresa Toro, en Las Acacias, se ha vuelto muy inseguro. Están ocurriendo invasiones.

Garrido no se muestra nostálgico. Más bien dice sentirse feliz. No le gustan las instituciones. Hubiese sido el colmo que La ONG, concebida como el espacio de los que no tienen espacio, se institucionalizara. Sigue activo con su obra personal, formando nuevas generaciones y apoyando nuevos espacios.

—¿Por qué cierra La ONG?

—La ONG cierra porque, como todo ser vivo, tiene un tiempo de duración. Nosotros partimos del hecho de la no institucionalización de los espacios, y La ONG fue creada con el concepto de crear zonas temporalmente liberadas, un concepto anarquista de Hakim Bey. Las cosas tienen una duración. Por eso lo hicimos de la manera en que abrimos. Cumplimos 20 años, cerramos. La ONG, más que un espacio, es un concepto, es una manera de pensar. Mucha gente se sorprendió por la manera en que cerró. Mucha gente preguntó qué pasó. Y no, no, estamos felices de poder cerrar. Siempre hemos estado en contra de la institucionalización, que me parece pavosa. Por eso cuando cumplimos 10 años nosotros dijimos que teníamos 200, y la gente lo creía. Los 200 años de La ONG, esa cosa de los bancos, las instituciones. También hay nuevos espacios que se están creando en el país. Les toca a ellos tomar la batuta. Me parece que cerramos en el mejor momento.

—¿Estaba planteada la idea de que La ONG cerrara al cumplir 20 años?

—Eso no estaba dentro de los preceptos. Yo no sabía si iba a durar dos o tres años. La ONG la creó la gente, para empezar. El mismo nombre fue idea de Carolina Arnal, una gran diseñadora de ABV, que una vez fue a La ONG y dijo que se llamaba La ONG por ser la Organización Nelson Garrido. Fue producto de ese chiste que quedó el nombre. Uno de los preceptos de La ONG era que la gente proponía, nosotros más que decir oíamos las propuestas de la gente y prestábamos el espacio. Por eso tuvo ese auge. No hay que olvidar que son 20 años de un país convulsionado, sumamente crítico. Hay que verle la cara a lo que es habernos mantenido 20 años en esta situación política.

¿Cómo hizo La ONG para mantenerse durante 20 años de régimen autoritario?

—Siempre trabajamos bajo autogestión. Uno de los preceptos importantes de espacios así, libertarios, es la autogestión. Hacíamos talleres, recibíamos colaboración de la gente, se hacían fiestas pro fondos para comprar cosas. Nosotros no comprábamos sino que buscábamos apoyo en la gente. Cuando empezamos, no había laboratorio, los laboratorios eran muy caros. Entonces empezaron a regalarnos ampliadoras. Cruz-Diez, mi maestro, nos dio unas ampliadoras del taller Cruz-Diez en Caracas. Si hacían falta sillas, la gente las traía. El espacio fue creciendo como un barrio, de manera orgánica. Con autogestión no le debes nada al Estado ni a la empresa privada, y puedes mantener la autonomía y la participación colectiva. Ahí funcionaban colectivos LGBTIQ+, libertarios, el sector anarquista, grafiteros. Con el cine dimos clase, hablábamos y proyectábamos películas. Mi biblioteca, que se la pasaba llena de gente, terminé haciéndola pública. Despegaron sectores de danza contemporánea, gente de teatro. Ese fue el gran truco. Pero entonces llega un momento en que se están creando nuevos espacios, con otros conceptos, y uno tiene que saber cuándo cerrar. Creo que saber cerrar es importante, tan importante como saber abrir.

En su estudio Nelson Garrido no tiene obras personales colgadas, solo unas pocas escondidas en su biblioteca | Foto: Ramsés Romero

—Hay que tener en cuenta que La ONG cierra en un momento en el que los museos están deteriorados, hay pocos espacios de encuentro, sobre todo para los jóvenes. La ONG era más que una alternativa. ¿Siente que hay espacios para los artistas jóvenes? ¿Ya no hace falta La ONG?

—Yo creo que cuando las cosas terminan, terminan. Cuando uno se muere, se muere y ya está. Te insisto, ahorita le toca a las nuevas generaciones hacer sus nuevos espacios, lo están haciendo. Hay cantidad de espacios nuevos que están surgiendo maravillosos. Justamente, al cerrar La ONG, yo estaba en Santa Cruz de Mora, en Mérida, donde se creó una nueva galería, llamada ExtraMuros. Fui a apoyarla. Es un espacio alternativo, con exalumnos míos. Parte de la biblioteca de La ONG de repente se las voy a donar. Hay nuevos espacios, hay una cosa efervescente. Es necesario darles chance a las nuevas propuestas.

—¿Cuál es el balance que hace de todos esos años?

—El balance es que se formó mucha gente. Una de las cosas más importantes, que creo es el peso de La ONG, es todo el trabajo que se hizo en la escuela de fotografía y de formación de nuevas generaciones, que ahora son artistas que están en la palestra, que nacieron en La ONG, o estuvieron en otra parte y se terminaron de formar en La ONG. Para mí de las obras más importantes en mi obra personal es todo el trabajo de formación, y ahí está el gran trabajo que hizo Gala Garrido, mi hija, que tiene 10 años a cargo de La ONG; realmente el peso de La ONG lo tenía Gala. Lo importante es la formación humana. Yo hago lo que hicieron conmigo. Me formó Cruz-Diez como aprendiz desde los 14 años, tipo medieval, y así fue con La ONG, cantidad de generaciones pasaron por ahí. Empezaron barriendo, lavando pocetas, con humildad, y lo que me encanta es que a su vez ellos están formando otros espacios. Por eso te digo que La ONG no es un espacio, es un concepto, para mí eso es importante, la parte filosófica, y en resumen, para mí, el aporte de La ONG es un aporte filosófico, libertario, de concebir la vida de otra manera.

—¿Cuántos artistas se formaron en La ONG? ¿Cuántos talleres realizaron y en qué estados? ¿Cuántos libros llegaron a publicar y cuántas exposiciones se hicieron?

—Viste, yo no creo en esos datos. Eso de la maquinita que indica cuántos alumnos son es como cuando el gobierno dice “son tantas personas”. Nosotros jamás sacamos esa cuenta ni la vamos a sacar. Porque esos balances estadísticos, que me parecen pavosísimos, son de carácter institucional. Cuando alguien me pregunta cuántas fotos tengo yo, digo que ni idea, yo no cuento jamás cuántas fotos tengo, no cuento cuántos alumnos tengo. Porque la evaluación se suele hacer numéricamente, no cualitativamente.

—En el comunicado del cierre, indican que La ONG “no empezó, ni acabó, siempre estuvo en el medio”. ¿Qué significa haber estado siempre en el medio?

—Es el concepto de La ONG, que fuera el espacio de los que no tenemos espacio. Es un concepto que siempre estará vigente. Nosotros fuimos una caja de resonancia de lo que estaba pasando. No propusimos, oímos. Y yo sigo activo, se acabó La ONG como espacio, pero sigo apoyando espacios, asesorando alumnos, dando talleres, pero estamos en el medio en el sentido de que es una manera de pensar. A mí no me interesa mi obra como fetiche, yo represento una serie de pensamiento. Mi obra nunca estuvo a la venta. Yo no voy a inauguraciones, exposiciones. Soy poco social. Porque tengo una manera de pensar las cosas y me voy a mantener en la periferia trabajando.

La obra de Nelson Garrido siempre ha sido contestataria | Foto: Ramsés Romero

—¿Y usted cómo se siente?

—Yo me siento feliz. Me encanta haber cerrado La ONG. Me encanta que haya cerrado de la manera en que cerró. Como mucha gente dijo: “El cierre de La ONG fue muy La ONG”. Cumplimos 20 años, cerramos. Me encanta esa manera, que eso lo diseñó fue Gala, realmente; la que ideó toda esa manera de cerrar fue ella. Estoy feliz y contento. Mucha gente me ha invitado a hacer un acto de cierre, no, qué vaina tan pavosa, yo no creo en los actos, las medallas, no creo en las estatuas. No creo en la institucionalidad. Me mantengo en la periferia, como debe ser.

—¿Seguirá dando talleres? ¿Fundaría algo similar?

—No, yo no quiero más espacios. Me mantengo como un francotirador. O sea, activo, en acciones concretas. Estoy dando clases en Argentina, España, en cualquier parte que me invitan doy clases. Seguiré dando talleres en el interior, en Caracas, pero ya sin el caparazón de La ONG, cosa que me encanta porque me alivia. El peso a nivel económico de La ONG era muy fregado también. La mantuvimos hasta el final, ahora me siento liviano, es como un renacer.

—Y además se autogestionaba…

—Y la situación está cada día más crítica. Yo no soy bueno vendiendo talleres, soy bueno becando, y en todos los talleres había puros becados. Imagínate en Venezuela, que todo el mundo está pelando, cómo no hacer un taller con becados. Yo le decía a Gala que si se inscribían 2 becábamos 13, ya la cosa era demasiado forzada. La diáspora nos afectó también. Muchos de los sectores de La ONG se fueron de Venezuela. Pero fíjate, se dio el fenómeno tan bonito de que en Buenos Aires se formó La ONG de allá, con migrantes venezolanos. La de Santiago de Chile, la de Madrid.

—¿Y usted como encuentra a los artistas que siguen haciendo arte en Venezuela?

—Yo estoy convencido de que hay un movimiento que no lo están agarrando ni la prensa, ni las estadísticas, nada de eso. Vengo de estar un mes en Mérida y hay una movida cultural impresionante. Estuve en la creación de esta cámara, también se creó otra galería, hay talleres, espacios de artistas. Yo respeto a los que se fueron, pero muchos de nosotros nos quedamos, y estamos trabajando y se están hablando cosas. Hay una movida nueva que quiero apoyar. Y ahorita, cuando hablamos del país, tenemos que hablar de un país que es el que está aquí y el que está afuera. El mapa de Venezuela está en todas partes del mundo. Gente joven que se fue y que está haciendo trabajos ligados a la realidad del país. Hay generaciones de jóvenes potentísimas, hay cantidad de nuevos fotógrafos y artistas extraordinarios. Yo estoy en contacto siempre con ellos. Voy a ponerme al servicio de eso, de apoyar a todos, como siempre lo he dicho.

—¿Suele visitar galerías?

—No, yo no voy a inauguraciones, ni a las mías. Yo no creo en los coctelitos, ni en inauguraciones. Pero te digo: las galerías están haciendo un trabajo de resistencia extraordinario. Te puedo decir, políticamente, que yo siempre estuve en contra de los museos. Lo que hizo el gobierno fue destrozar todos los museos, no puedo hablar mal de los salones porque no hay salones, no puedo hablar mal de los museos porque no hay. Destruyeron a lo que yo me oponía. Y ahora mi posición frente a las galerías es de gran respeto, porque las galerías están resistiendo y tienen un trabajo de resistencia extraordinario.

—¿En La ONG sintieron miedo por la censura?

—Siempre. Desde que nació. No sé qué ángel de la guarda nos protegió, pero siempre estuvo la preocupación de que nos fueran a allanar. Por nuestra posición, por mi trabajo. A mí me llamaron a La ONG amenazándome de muerte. Además, ahí se reunían sectores de oposición y de no oposición. Mi posición es que soy antigobierno, pero, ¿te acuerdas de los ni-ni? Yo nunca fui ni-ni, siempre he sido no-no. No creo que ni en el gobierno ni en la oposición. Sé que mucha gente hablaba de la Unidad, pero déjate de vainas, déjate de vainas. En este momento apoyaría cualquier cosa contra el gobierno, pero mi posición es no-no radical. El gobierno acusaba a La ONG de ser de la oposición, y la oposición la acusaba de ser chavista. Oye, pero hay que hacer una oposición crítica. ¿O sea, no puedes criticar? No, no, tienes que tener una posición crítica frente a las cosas.

—Su obra siempre ha sido contestataria, tanto con el chavismo como con los gobiernos anteriores. ¿Cómo ha hecho Nelson Garrido para resistir todo este tiempo?

—Primero, creo que uno tiene que ser muy honesto, no prestarse a componendas ni negociaciones. Yo no negocio. Yo el 24 de agosto cumplí 70 años. Si no negocié cuando estaba chamo, ahora menos. Esta es una posición honesta y crítica. A mí me censuraron los gobiernos antes del chavismo y me censurarán los que vengan, a mucha honra. Siempre te están buscando cosas, como que me dieron el Premio Nacional de Artes Plásticas, yo no me como eso, ni la medallita, nada de eso. Lo usé como plataforma crítica, para plantear otras maneras de pensar. A mis 70 años cada día estoy más radical. Sí se puede mantener una posición honesta y con principios, creo que ese es mi gran baluarte. Por eso creo que los sectores jóvenes me buscan. Uno no está hablando de que los tiempos de antes eran mejores, o que soy Premio Nacional. Yo no creo en nada de eso.

—¿Por qué considera que no hay que pensar en el pasado?

—Porque de repente hay especulaciones. Esto es un desastre, pero tampoco es que lo de antes era un paraíso, esto pasó por los malos gobiernos democráticos, que en consecuencia generaron el chavismo, eso es así. Los tiempos, por muy convulsionados que estén, siempre tienen posibilidades. Todos los momentos tienen problemas y ventajas. Hay que centrarse en el presente sin olvidarse del pasado como cosa histórica, yo no niego la historia. Asumo esto como posición de saber aprovechar las circunstancias. Prefiero decir que tengo medio tanque de gasolina lleno que medio tanque vacío. Las nuevas generaciones tienen ahorita posibilidades. Diría que el movimiento artístico venezolano se ha fortalecido por la crisis que estamos viviendo. La ONG surge por el desastre y la ausencia del Estado. La ONG, igual que las galerías, estaba cumpliendo la función de lo que el Estado no estaba haciendo. Nos tocó eso históricamente. Con lo que tenemos hay que trabajar, en las circunstancias en que estamos, a favor de nosotros, no en contra de nosotros. No estoy haciendo una oda a la situación, que cada día es más crítica, pero no podemos quedarnos callados. Me preocupa ahorita el nivel de normalidad. Hay que tener una visión crítica de las cosas y activarse.

—¿Cree que la cultura se está moviendo por debajo de esa normalidad visible?

—Se mueve pero desde espacio privados, colectivos, no institucionales. Me preocupa que el gobierno está tratando de hacer una especie de capa cultural en la que todos estemos bien, todos amigos, y te invitan a museos. Yo no puedo exponer en un museo cuando hay 350 o 400 presos políticos. Eso no se me puede olvidar. ¿O sea que en este país no pasó nada? Estamos en una situación muy crítica. ¿Y los presos políticos? Ya la gente no habla de los presos políticos, están ahí presos arbitrariamente, los están maltratando. Yo no puedo pactar con un gobierno que tiene presos políticos. Y si aquí hay un cambio y hay otro montón de presos políticos, también estaré en contra. Mi posición es en contra de la violencia de Estado y en contra de que haya presos políticos. Estoy en contra de las dictaduras de derecha e izquierda. ¿Si es dictadura de izquierda es buena? No, la dictadura es mala, tener presos políticos es malo.

Parte del enorme trabajo fotográfico de Nelson Garrido con manifestaciones culturales tradicionales, que tiene mucha relación con su obra personal | Foto: Ramsés Romero

—¿Sigue trabajando en su obra personal?

—Sigo activo haciendo mi trabajo. La gente siempre espera algo de uno, y uno no es nadie para dar respuesta de nada. Es simplemente tener una posición muy modesta frente a la realidad. Ahora estoy trabajando en lo que llamo desechos excrementales, que empecé con la pandemia. Es la estética en mis excrementos. Cada vez que vas al baño es como un amanecer y atardecer, en una sociedad que niega la muerte y sus propios excrementos. Yo creo que hay una estética dentro de estos excrementos. Primero, cada excremento que haces es diferente, en cuanto a color y forma, es un fenómeno único. Estoy haciendo un estudio de mis excrementos y la grafología china. Trabajo en eso ahora, lo tengo en plena decantación. Voy a hacer serigrafía, grabado, estoy haciendo muchas cosas, y como siempre la parte mía de formación, dando talleres y charlas.


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