Por JANINA PÉREZ ARIAS – SAN SEBASTIÁN
No cabe dudas de que Alejandro Amenábar se ha metido en un campo de rosas espinosas con su nueva película Mientras dure la guerra, presentada en competición en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Amenábar se remite a hechos reales, concretamente cuando el escritor Miguel de Unamuno (encarnado por Karra Elejalde), para aquel entonces rector vitalicio de la Universidad de Salamanca y casi al final de su vida, apoya la sublevación militar que supuestamente restablecería el orden en España. En el verano de 1936, el clima político tambaleante, con el enfrentamiento entre republicanos y el llamado “bando sublevado”, allanó el terreno para el estallido definitivo de la Guerra Civil Española con Francisco Franco alzado como el “generalísimo”.
En España las cuentas con el pasado reciente de 34 años de dictadura aún no están saldadas. Muchos muertos aún siguen en las cunetas y fosas comunes. Ni hablar de las células franquistas que, en plena democracia y sin un atisbo de decoro, hondean sus símbolos y alzan la voz con su discurso fascista.
Alejandro Amenábar pone los dedos en las llagas, sin ánimos de equipararse con Unamuno, a quien considera un gran pensador que cuestionaba todo lo que veía y lo que se encontraba. Una figura de gran relevancia que además sirvió de hilo conductor en esta película.
Asusta y decepciona que no se hayan aprendido las lecciones. También da miedo que durante el transcurrir de la película no se deje de pensar en que ese pasado se parece mucho al presente. De hecho, el realizador español tiene el propósito de encender las alarmas ante eso que llama “el repunte del fascismo”.
“Algo que pensábamos que formaba parte de la mitología, de las películas, algo que estaba extinto”, describió en rueda de prensa.
Es obvio que las sociedades traumatizadas tienen problemas con la memoria histórica, sobre todo debido a que los nuevos dirigentes apuestan por el olvido. O de plano asumen una posición de absoluta negación hacia el pasado. Este “fenómeno”, por llamarlo de alguna manera, se ve en muchos países que han pasado por situaciones similares, sometiéndose a una especie de lobotomía colectiva que les hace relativizar –si no borrar– ciertas monstruosidades.
Puede que Alejandro Amenábar haya optado solo por presentar hechos, puede que le achaquen “cierta tibieza” y hasta habrá quienes le den una lectura muy diferente a Mientras dure la guerra. Lo que no se puede negar es que este filme es bastante pertinente con el tiempo que se vive, con este aterrador aquí y ahora.