La entrada de la casa del fallecido pintor Oswaldo Vigas junto a su colección de máscaras africanas es lo primero que el espectador en la exposición Mirar hacia adentro que se presenta en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México. La estructura arquitectónica circular del recinto ofrece una experiencia dinámica con su acceso a zonas peatonales y sus visitantes ávidos por conocer más sobre el arte latinoamericano. 48 obras del fallecido artista venezolano dialogan entre sus muros, donde se exhiben fotografías, gigantografías y murales de sus creaciones, con otros artistas latinoamericanos y europeos en una retrospectiva que el curador Carlos Palacios define como un paseo por momentos de la cultura nacional a través de los ojos de uno de sus artistas más representativos.
Fallecido en 2014, Oswaldo Vigas no solo marcó la historia del arte venezolano con una trayectoria que abarca la pintura, la escultura, el grabado, la cerámica y la tapicería sino que también estableció una diferencia en el panorama latinoamericano. Fue lo que el curador y crítico venezolano residenciado en México desde 2010 quiso poner en evidencia. Decidió hacerlo a través de un diálogo entre el maestro Vigas y artistas de la región que tuvieron influencia en sus trabajos.
“Cuando el Museo de Arte de México me invitó a hacer esta muestra hace dos años, me parecía interesante presentar a un artista que para las nuevas generaciones no era muy conocido. Era prioritario presentar no solo su obra, sino también el contexto de su realización. Quería mostrar el ambiente intelectual y las referencias culturales que movilizaron la pintura de Vigas”, explica el licenciado en Historia del Arte egresado de la Universidad Central de Venezuela.
La exposición Mirar hacia adentro, que se inauguró el pasado 12 de octubre y estará hasta el 11 de febrero de 2024, es más que una retrospectiva. Palacios enfocó la muestra en dos grandes núcleos, el primero de ellos enfocado en Venezuela. Este capítulo, titulado Mirar a Venezuela, es un recorrido por el trabajo del artista. El segundo cuenta con la presencia y el diálogo que tuvo Vigas con destacados artistas del continente.
Ese diálogo muestra cómo Vigas se plantea en su trabajo recurrir a la idea de la magia, el mito y lo local, tal como lo hizo el pintor cubano Wifredo Lam. La exposición se concentra en ese viaje por la obra de Vigas organizada cronológicamente y en el diálogo bajo la premisa de presentar al artista a un público que posiblemente no lo conozca en su contexto o sepa de él muy poco.
Desde los ojos de un pintor
Mirar hacia adentro es conocer a Venezuela, su arte, su destacado papel en el Siglo XX y cómo Oswaldo Vigas decidió, contrario a lo que hacían muchos de sus contemporáneos, optar por una mirada interna del país en vez de buscar la universalidad. “Hay un punto de partida importante y es que el arte venezolano en algún momento se debatió entre el acceso a la universalidad y mirar hacia adentro. Vigas se propuso eso: pensar su pintura desde una relación con su contexto. Mientras que otros colegas, al contrario, pensaron en gestos más universales como lo es el cinetismo y la abstracción geométrica. El título de la muestra hace referencia a ese posicionamiento en relación con su país y su continente”, explicó el curador.
Vigas recurrió en su dilatada trayectoria a los mitos, creencias populares y al arte prehispánico. Todo queda en evidencia en la exhibición donde también participó la Fundación Oswaldo Vigas que donó dos piezas de la serie Venus de Tacarigua. Con estas obras se evidencia, dice el curador, que ya desde los años 70 se notaba los elementos abstractos que marcarían su carrera. También se evidencia cómo para Vigas el abstraccionismo tenía que tener una raíz en lo local.
“Una de las premisas al trabajar en la muestra fue cómo evidenciar esos diálogos entre Vigas y los artistas de la región. Pensé en colocar los cuadros hechos de decoración en ese espacio con las fotografías que ampliamos para incorporar con las pinturas”, comenta el crítico. El recorrido comienza en el año 1953, cuando Vigas se vincula con el arte latinoamericano a través de Marta Traba. Este es un momento bisagra en el recorrido del artista, afirma Palacios. En este período destaca como un pintor de un tiempo distinto, el tiempo de la magia, de los ritos, que relaciona con lo que ya sucedía en el panorama artístico nacional.
El criterio curatorial, continúa Palacios, buscó sobre todo entender cómo su obra muy temprana, la de 1945 y 1948, lo hicieron un artista reconocido en Venezuela. Luego se muestra la obra de los años 50 relacionada con los murales de la UCV. Después hay muestras del trabajo de los años 60, con la serie dedicada a María Lionza del 66 al 68. Se incluyen también las obras de los 70 en las que regresa a una abstracción muy limpia y geométrica. Finaliza con un recorrido por los años 80 en los que vuelve a una valoración informalista. “Es una retrospectiva así que se trató de contemplar todas las etapas de su carrera”.
Dialogar con los expertos
El segundo capítulo de Mirar hacia adentro exhibe las relaciones de Vigas con los artistas del continente. Palacios destaca el especial interés de Vigas por Rufino Tamayo, Wifredo Lam, así como su relación con Fernando de Szyszlo. “Es muy interesante porque esa relación pasó por una comunión de intereses intelectuales comunes. El otro pensamiento que influyó fue el de Marta Traba, que conectó a estos artistas con esa atemporalidad mágica. Francisco Toledo fue otro artista mexicano con quien Vigas estableció vínculos”.
También hay una pequeña muestra de los artistas europeos que influyeron en el pintor, quien desarrolló gran parte de su carrera entre Venezuela y Francia. Se incluye una pequeña muestra de Henry Spencer Moore relacionada con el interés por lo prehispánico y mesoamericano; o Antonio Saura, ambos influyeron en la corriente del informalismo de Vigas. “No es que Latinoamérica se defina por solo tener artistas latinoamericanos nacidos aquí, sino que, debido a la atemporalidad, resulta atractivo para artistas de otras latitudes. De alguna manera estos artistas conocían la experiencia del arte latinoamericano a pesar de su origen”, comentó Palacios.
Conocer a un maestro
A pesar de sus importantes aportes que dejaron una huella en la historia del arte venezolano y latinoamericano, Vigas no era un pintor reconocido en México. Mirar hacia adentro es, en el centenario de su nacimiento, la primera exposición importante que se presenta del artista nacido el 4 de agosto en Valencia, estado Carabobo. “Vigas visitaba con frecuencia México, pero no estableció contacto como para hacer una exposición en la escena local. Creo que hay dos razones. La primera es la idea de que en el arte latinoamericano México no cumple un rol demasiado protagonista. No era una plaza fuerte para los artistas. La segunda, que el país no participaba tanto de la discusión del arte latinoamericano”, justificó Palacios.
La distancia, continuó, influyó en que no se exhibiera su trabajo en México. Vigas se concentró en establecer desde Venezuela un lugar privilegiado para el desarrollo de su carrera. Para esa época Venezuela era un país reconocido por su relación con el arte. “México quizás era un país más distante, volcado a su arte y la experiencia latinoamericana era más puntual”.
La exposición es para el público joven, para descubrir a un pintor y su lenguaje. También es para conocer la historia de un país visto a través de los ojos de un artista. “Eso me pareció interesante. Tuvimos dos años para pensarla y desarrollarla con mucho detalle y cuidado. Más allá de eso, al público le gustó mucho la exposición, es un público curioso e inquieto. Los visitantes están acostumbrados a las monumentalidades del arte prehispánico de México así que nuestras Venus de Tacarigua les resultan algo curioso. Es una exposición no solo de un artista sino de un país”, aseveró.
Sobre el aporte de la obra de Vigas al arte contemporáneo, el curador afirma que deberá pasar mucho tiempo para poder determinarlo. “Podemos establecer una genealogía de la pintura y una de las cosas interesantes es que Vigas entendía la abstracción como un reto utópico para pensar un país desde el gesto abstracto”.
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