La fascinante mente de Leonardo da Vinci se descubre en la nueva exposición de la Biblioteca Británica de Londres, que sorprende con las notas y dibujos en los que el artista reflexionaba sobre el movimiento como la causa de toda la vida.
Con motivo del 500 aniversario de su muerte (1519-2019), podrán verse en un mismo espacio por primera vez en el Reino Unido los textos del Códice Arundel -propiedad de la Biblioteca Británica-, del Códice Forster y el Códice Leicester, cedidos estos últimos por el Museo Albert&Victoria y el empresario Bill Gates, respectivamente.
Leonardo da Vinci: una mente en movimiento adentra al visitante en una atmósfera tenue en la que únicamente permanecen iluminados los estudios e investigaciones que el genio plasmó en las famosas compilaciones de texto.
Resaltar las páginas de esta manera y conectarlas con otros extractos de los Códices permite, en palabras del comisario Steven Parkin, “sumergirse en la manera en la que el artista utilizaba los libros de notas para plasmar sus observaciones y especular sobre los problemas desde un punto de vista científico”, destaca.
El tema central que une las investigaciones y experimentos que se exponen en la biblioteca londinense es el movimiento, el cual Da Vinci estudió sin descanso para entender la naturaleza de todas las cosas.
“Leonardo estaba fascinado por el movimiento en todas sus expresiones y ansiaba comprenderlo de una forma más general y abstracta porque para él era el principal agente de cambio”, recalca Parkin.
Para aproximarse a esa visión universal del movimiento, el florentino basó sus estudios en la observación del flujo del agua, que entendió como la fuente motriz de toda la naturaleza. “Da Vinci sabía que muchos de los tipos de movimiento que surgían en el aire, también se daban en el agua. La diferencia es que esta última era más útil para sus experimentos simplemente porque era visible”, expresa el comisario.
Desde la formación de las olas hasta la influencia de la Luna sobre las mareas, el italiano dedicó parte de su tiempo a analizar los factores externos que alteraban la circulación del líquido.
En la muestra se pueden apreciar extractos como “Midiendo el aire y el agua” (1490), “Estudios de la formación de las olas” (1506-1510), “Experimentos con la caída del agua” (1508-1510) o “Mares lunares” (1506-1510).
La Luna, concretamente, despertó un interés especial en Da Vinci, y sus indagaciones le llevaron a contradecir lo que el filósofo griego Aristóteles concluyó acerca de su luminosidad.
Para el italiano, la Luna era un cuerpo sólido, opaco, carente de luz propia y formado por los mismos elementos que la Tierra, mientras que para el griego, este astro era una perfecta esfera cristalina que poseía su propia luminosidad.
Más allá de vislumbrar la propiedades intrínsecas y extrínsecas del agua, las investigaciones de Da Vinci también tenían un enfoque práctico y sus resultados le fueron de gran ayuda durante su trabajo como ingeniero en Florencia. “Sus escritos sirvieron para resolver problemas reales de ingeniería e ilustraron, por ejemplo, cómo redirigir la corriente de un río, cuándo era necesario construir canales o cómo se podían prevenir inundaciones”, relata Parkin.
De este período, la Biblioteca Británica expone páginas como “Calculando la fuerza de fricción” (1503-1505), “Calculando los ángulos de percusión” (1505-1508), “En el curso sinuoso de los ríos y la erosión” (1508-1510) o “Planes para un tratado sobre el agua” (1506-1510).
Este esfuerzo por comprender el movimiento en todas sus formas también estuvo presente en la faceta pictórica del artista, una dimensión que se explica al final del recorrido de la muestra bajo el título “Representando el movimiento en la pintura”.
“Da Vinci necesitaba entender el cuerpo humano, saber por qué los brazos y las piernas podían moverse al mismo tiempo, conocer las medidas anatómicas y las proporciones para poder aplicar sus conclusiones de forma efectiva en sus cuadros”, indicó el comisario.
El ingenio de Leonardo da Vinci, como un pensador visual con sed de conocimiento y su forma de entender el mundo que lo rodeaba, podrán admirarse en la Biblioteca Británica de Londres hasta el 8 de septiembre de 2019.
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