La actriz francesa más internacional, Marion Cotillard, se asoma al pozo de las relaciones familiares tóxicas y busca la luz en Frère et soeur, un melodrama de Arnaud Desplechin que presentó el sábado en el Festival de Cannes y que aspira a la Palma de Oro.
Se trata de la historia de dos hermanos, ella actriz y él escritor (Melvil Poupau), que llevan más de 20 años sin verse ni hablarse y que ante la noticia de un grave accidente que sufren sus padres se ven forzados al reencuentro.
Desplechin explicó en rueda de prensa, acompañado por los actores, que utiliza el cine para confrontar aquello que le aterra, en este caso, el odio, la muerte y el duelo. «El cine me ayuda a reparar mis miedos y por eso esta película es un viaje hacia la luz».
El personaje de Cotillard parte de un bloqueo total e irracional. La actriz reveló que durante el rodaje le ayudó no acercarse en ningún momento a Poupaud ni intercambiar una palabra, lo que pudo resultar algo extraño, admitió.
«Necesitaba guardar esa distancia y no quería explicárselo tampoco, de hecho le evitaba y estoy contenta con el resultado, con el misterio que se crea», señaló antes de aclarar que al final del rodaje le pudo pedir perdón.
Preguntada por su método para meterse en los papeles, la ganadora de un Oscar por La vie en rose (2007) dijo no tener ninguno en particular, pero que algo que hace siempre es imaginar la infancia de los personajes.
«Me gusta explorar su infancia para entender de dónde vienen sus miedos, sus alegrías», dijo. «Lo demás depende del director con quien trabajes, a algunos como los Dardenne les gusta ensayar y eso me encanta, me gusta tener tiempo para explorar; el primer acercamiento al personaje es como una cita, alguien con quien te ves por primera vez, pero sabes que vas a fundirte con esa persona».
En esta hermana completamente obsesionada dice haber visto una dualidad interesante. «Es dura y tiene mal carácter, pero también es dulce y ama a su hermano pero no sabe cómo hacerlo».
La otra película de la jornada ha sido Boy from heaven, un thriller sobre el poder político y religioso en Egipto dirigido por el sueco de origen egipcio Tarik Saleh. Es su segundo largometraje después de Cairo Confidencial (2017), un filme de cine negro que abordaba la corrupción política y policial en su país de origen y que fue prohibida allí.
Saleh vuelve a meter el dedo en la llaga con este filme de suspense que se mete en el corazón del poder del islam suní, la Universidad de Al Azhar, en El Cairo.
Adam (interpretado por el israelí Tawfeek Barhom) es el hijo de un pescador de un pequeño pueblo que recibe una beca para estudiar en esa universidad. Al poco de llegar, el gran imán, máximo líder religioso de la universidad, muere y Adam se ve inmerso en una lucha de poder de la elite del país para colocar a su candidato.
Saleh explicó en rueda de prensa que su vínculo con Al Azhar se remonta a su abuelo que estudió allí y calificó al actual imán real como un hombre «muy inteligente y sofisticado, en una región llena de voces locas».
También subrayó que la trama es ficticia aunque esté anclada en la realidad. «Pero a veces la realidad te golpea en la cara, de hecho cuando escribí el guion no había ningún conflicto en Al Azhar y la tensión con los Hermanos Musulmanes estalló precisamente cuando ya lo había terminado», reveló.
A su juicio, Al Azhar es hoy «una universidad moderna», en la que también estudian mujeres, a pesar de que en el filme no aparece ninguna. «Es completamente intencionado, quería mostrar qué pasa cuando encierras a hombres solos en un lugar, se vuelve completamente tóxico».