Hasta el último de sus días fue coqueta. Con un espejo en mano, apuntando hacia su rostro, María Rivas preguntaba a sus amigos: “¿Cómo me veo?”. Hermosa siempre fue la respuesta.
El jueves en la noche, a la edad de 59 años, la cantante falleció en el Baptist Hospital Kendall de Miami después de batallar con un cáncer que comenzó en 2013, del que se recuperó, pero que volvió a aparecer el año pasado.
“Fue una batalla inicial que, de momento, ganó. Estaba desahuciada y superó todo de una manera impresionante”, recuerda Boris Bossio, productor, promotor cultural y gran amigo de la intérprete de “El manduco”.
En 2014, cuando fue designada artista oficial de la 14° entrega anual del Grammy Latino, encargada del concepto artístico de la gala, se sometió a un tratamiento con sistema inmunológico artificial en el Baptist Hospital Kendall, procedimiento que le salvó la vida. Un año después, la cantante regresaba a los escenarios. Una de las primeras presentaciones en las que participó fue en un tributo a Yordano, cuando el cantautor fue diagnosticado con cáncer de médula ósea.
La recuperación de María Rivas había sido exitosa hasta que el año pasado el cáncer reapareció. La cantante viajó a España y el diagnóstico fue desalentador: la enfermedad atacó nuevamente sus pulmones. Desde junio de este año estuvo en Miami para recibir tratamiento adecuado. “En el hospital le brindaron todo el apoyo posible, pero sus pulmones ya estaban comprometidos. Fue una lucha constante”, comenta Bossio desde Miami.
Espiritual, carismática y siempre con el mejor ánimo. Así recuerda el productor musical a la cantante de “El motorizado”. Durante su última sesión de quimioterapia, el viernes pasado, hubo una complicación y sus pulmones colapsaron. Desde entonces estuvo hospitalizada hasta el día de su muerte. “Siento que María ganó una batalla para la Gloria de Dios. Su vida ha sido testimonio del arte a través de la música y la pintura”, rememora Bossio.
Este viernes se espera que sus familiares lleguen a Miami para tomar la decisión de qué hacer con sus restos. Aunque ella siempre lo tuvo claro: quería para su descanso eterno estar en Venezuela.
Artista polifacética
Desde el jazz hasta el bolero, pasando por la salsa y la música tradicional venezolana, María Rivas, nacida en Caracas el de 26 enero de 1960, conquistó a todo tipo de público con su poderosa voz. Es considerada una de las exponentes femeninas del jazz más importantes de Venezuela.
Su carrera artística se inició en 1983. Con apenas 23 años de edad comenzó a cantar en clubes nocturnos de Caracas. Al poco tiempo la descubrió Gerry Weil, su maestro, con quien trabajó durante muchos años. “Ella tenía un encanto musical muy especial, una voz preciosa y una musicalidad increíble. Tenía una amplia visión del arte, le gustaba todo tipo de música, como el jazz y la salsa”, recuerda.
Weil describe a María Rivas como una artista polifacética. El compositor considera que la intérprete de “Alfonsina” no tenía un estilo musical definido, pues cantaba todo tipo de música. “Era muy abierta y estaba interesada en aprender de todos los géneros, y todo lo que intentaba lo hacía bien”, comenta. Agrega que su música siempre quedará en su corazón.
La cantante estuvo dos años y medio en Aruba, donde participó en el show Sentimental Journey Through Jazz. Luego regresó a Venezuela y empezó a cantar en escenarios más importantes como el Teatro Teresa Carreño.
Andrés Briceño, director de la Orquesta Simón Bolívar Big Band Jazz, recuerda a la artista siempre extrovertida, rebelde y cariñosa. “Ella iluminó por muchos años el ambiente musical venezolano y nos regaló mucho de su arte”, expresa el percusionista, quien conoció a la cantante en la década de los ochenta cuando eran vecinos en San Antonio de los Altos.
El reconocido baterista afirma que María Rivas es la mejor intérprete de jazz del país. Recuerda que sus discos eran atrevidos, porque en ellos incluía a grandes músicos como Ilan Chester y Yordano. “El talento de María sobrepasaba los límites; tanto así, que se fue a Estados Unidos y compartió con muchos músicos de jazz”.
La artista grabó 11 discos como solista. Primogénito (1990), Manduco (1992), Mapalé (1994), Muaré (1996), Café negrito (1999), En concierto: María Rivas y Aldemaro Romero (2003), Aquador (2005), María Rivas: 18 grandes éxitos (2006), Pepiada Queen (2007), Live Lunch Break (2010) y Motivos (2018), por el que recibió una nominación al Grammy Latino como Mejor Álbum Tropical Tradicional.
Consideraba a este disco como un segundo debut. Un renacimiento después de haber superado el cáncer, un álbum homenaje a Italo Pizzolante, Aldemaro Romero y Juan Vicente Torrealba.
En 2010 se mudó a Estados Unidos y se instaló en Fort Lauderdale, donde empezó a relacionarse con la comunidad jazzista de Florida. Allí tuvo la oportunidad de trabajar con el cuarteto Araya- Orta y Paul Green, clarinetista de jazz y música hebrea.
Briceño, quien tenía una relación muy cercana con la cantante, considera que su aporte en el jazz fue su talento, genio y creatividad.
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