Por Janina Pérez Arias
Por donde se le mire, la cineasta Maite Alberdi ha hecho historia en la cinematografía latinoamericana. Es la única directora chilena que ha optado dos veces por el Oscar, con los documentales El agente topo y La memoria infinita, además de su manera muy particular de hacer cine.
Era cuestión de tiempo para que Maite Alberdi se metiera de lleno en un proyecto de ficción, y el resultado es la muy loable El lugar de la otra, película que opta por la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y con la que Alberdi optará una vez más a la estatuilla dorada del hombre desnudo, ya que hace unas horas se dio a conocer la decisión de Chile.
La historia de El lugar de la otra parte de un hecho real, y a su vez está basada en la novela Las homicidas (de Alia Trabucco Zerán). Concretamente el detonante es el asesinato ejecutado por María Carolina Geel (Francisca Lewin) en Chile en 1955, la víctima era su amante.
Mercedes (Elisa Zulueta), la secretaria del juez que se hará cargo del proceso judicial, instantáneamente se fascina por el caso. Cuando le encomiendan ir a buscar pertenencias personales de la acusada a su domicilio, Mercedes entra en el apartamento de Geel para descubrir que como mujer podría tener otra vida.
Mercedes, una mujer brillante, lista, intuitiva, es la típica esposa y madre de adolescentes esclavizada, ninguneada y anulada; es la que se queda sin comer porque los hombres de la casa arrasan con todo lo que se posa en la mesa, o la que después de unas largas jornadas de trabajo regresa a casa para hacer la cena, limpiar y lavar los platos. El oficio de fotógrafo, heredado de su padre y que aprendió a la perfección, se lo han negado, y es su esposo quien mediocremente lo ejerce.
Mercedes es una muestra clara, pero expuesta sin alardes, de las grandes capacidades y habilidades que pueden tener muchas mujeres pero que no son reconocidas por la sociedad machista, patriarcal y misógina.
Maite Alberdi explora en profundidad sus personajes principales, confronta a Mercedes con María Carolina Geel, como también hace que la «tímida» secretaria del juzgado comience a tomar las riendas de otra vida posible, habitando el entorno íntimo de la acusada, llevando sus costosos vestidos y hasta usando su carísimo perfume. El despertar es inminente.
Cuenta la historia que María Carolina Geel se salvó de ser condenada gracias a una carta que Gabriela Mistral le envió al entonces presidente de la república para pedir el indulto. Geel, como otra escritora, María Luisa Bombal (en 1941), evadieron la cárcel.
Nunca se supo por qué Geel cometió el asesinato que se aborda en la película, sin embargo Maite Alberdi sostenía en la rueda de prensa celebrada hace unos días en el Festival de San Sebastián que en el Chile de aquel entonces «a las mujeres se las perdonaba solo por el hecho de ser mujeres, ya que condenarlas implicaba visibilizarlas. Por eso las trataban como locas y no querían escuchar sus razones para matar».
A Geel de hecho la recluyeron en un sanatorio mientras se dictaba una sentencia que en primera instancia la llevaría a la cárcel. Alberdi nos lleva a ese lugar, repleto de mujeres tildadas de desequilibradas, que nunca lograron exponer el porqué de sus acciones.
El lugar de la otra no es un true crime. Más bien el homicidio es la excusa para hablar de temas concernientes a las mujeres que aún siguen vigentes, aunque hoy en día, a diferencia de hace pocos años, sean más frecuentes y abiertos los debates sobre la posición de las féminas en la sociedad.
Al ver y dejar reposar El lugar de la otra es sencillamente perturbador que el modus operandi hacia las mujeres de los años 50 resuene en el presente. Al menos hoy nos sentimos escuchadas aunque la lucha por la visibilidad sea todavía constante.