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Madre solo hay dos, la exitosa apuesta de Netflix por las telenovelas

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El mejor ejemplo de que un poco de melodrama sazonado con pizcas de humor se puede convertir en un alimento audiovisual muy adictivo y poco alérgico, lo está dando Madre solo hay dos, una serie que estuvo hasta hace poco en el podio de lo más visto de la plataforma y que se sostiene ahora en los primeros lugares del top 10.

Al principio pensaba que se trataba de una telenovela en su esquema más estricto. No era imposible pensarlo: la historia de dos mujeres de diferente estrato social que luego de dar a luz en el mismo hospital sus hijas son cambiadas accidentalmente.

Ante ese argumento, todo parecía moverse por el terreno del culebrón, las lágrimas y la pelea entre una mujer millonaria y otra con pocos recursos. Pero al darle la oportunidad, Madre solo hay dos no hizo otra cosa que recalcar algo que ya había notado: Netflix tiene la fórmula para meter por los ojos este género telenovelesco y hacer que guste.

Claro, los conocedores dirán que esto no es nuevo y que producciones como Yo soy Betty la Fea lo desarrollaron mucho antes. Eso es tan cierto como que la famosa telenovela colombiana sigue moviéndose entre lo más visto en Netflix, a pesar de sus repeticiones en la TV abierta.

Pero no se trata de ver quién fue primero, sino de contarles por qué una historia tan predecible como la de Madre solo hay dos resulte tan buena y sea de esos gustos culpables de los que muchos ya esperan segunda temporada.

Ludwika Paleta (que desde pequeña probó en las lacrimógenas historias de Televisa y es recordada por su papel de María Joaquina, la pequeña malvada de la telenovela infantil Carrusel) interpreta a Ana, una empresaria exitosa que controla todo en su vida (hasta a su familia), mientras que Paulina Goto hace el papel de Mariana, una joven con mente más abierta, en una trama en la que las contrarias terminan unidas para bien y para mal.

El humor aparece desde el principio (para enganchar), pero poco a poco se van notando las costuras de un drama alrededor de lo que significa ser madre y la importancia de la familia. Lo bueno es que no tiene un aire de autoayuda, sino un sabor de serie para digerir rápido y fácil. Aunque hay momentos en los que las protagonistas emocionan de manera honesta y veraz ante los conflictos que afrontan. Es una montaña rusa que sube y baja entre esos dos tonos y, para acabar de completar su ciclo de éxito, no ha estado exenta de polémica.

Apenas se lanzó en Netflix, la organización 1.000 Pelotas para ti, que lucha por equidad en las leyes de tenencia compartida de los niños en México, criticó duramente la serie «por promover conceptos equivocados sobre la maternidad y las relaciones de pareja», una situación que, como siempre, no ha hecho más que disparar la atención hacia la serie.

En realidad, Madre solo hay dos no reinventa un género o rompe esquemas, pero logra ser divertida y amena; pero si se mira con más atención, sus intenciones de ser un poco más profunda se asoman sigilosamente entre chistes, pañales y conflictos entre ricos y pobres.

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