Decir su nombre es recorrer al menos 35 años de carrera en la comedia y en la comunicación en Venezuela. Un camino que ha construido con disciplina, constancia y exigencia. Y aunque no ha sido fácil, Luis Chataing no se arrepiente de nada. Cree que en cada una de sus decisiones ha sido fiel a sus convicciones y valores aunque eso le haya costado la salida de la radio y la televisión nacional. Pero lo tiene claro: ha cumplido con su deber como ciudadano.
«Estoy muy contento de haber hecho lo que hice porque otros se callaron, otros dijeron que ese no era su problema o que los artistas no hablan de política. Yo antes de ser artista soy ciudadano», asegura vía telefónica.
En esa carrera profesional también reconoce lo exigente que ha sido consigo mismo y con quienes han trabajado con él. La exigencia está en cada paso de su vida, es su forma de respirar. Para él, de no haber sido así, no habría logrado el éxito en los proyectos que emprendió. Otra máxima en su profesión es no dejarse silenciar ni por una dictadura ni por lo que ahora se conoce como la cultura de la cancelación.
Al hablar de política, lo hace con la determinación que le caracteriza. Insiste en que el país debe retornar a la democracia y agradece a María Corina Machado por la lucha que está dando, por su persistencia. Es optimista con respecto a las próximas elecciones en Venezuela, pero también enfatiza que todos los venezolanos deben trabajar para evitar repetir las malas experiencias de los procesos anteriores. Sabe que no es fácil lograr la libertad, pero prefiere ser optimista.
Un gran proyecto lo ilusiona: su familia. Habla con orgullo de su esposa y de sus hijos. Al final, asegura, es un ser humano. Uno que hace reír y se dedica a la comedia, pero también uno que llora de vez en cuando antes de un show y no tiene miedo de reconocerlo. Compartió que sufría de depresión para mostrarle a las personas con problemas de salud mental que se podía sentir como muchos de ellos.
A sus 57 años, Luis Chataing parece contento con el camino transitado. Actualmente está en España para presentar su stand up. Su intención, como siempre, es llevar sonrisas a ese público que lo ha acompañado durante todos estos años.
—¿Cómo lo han recibido los venezolanos en España y qué espera del público en esta gira?
—España es un destino anual porque tengo mucha familia aquí y traigo a mis hijos a que se encuentren con sus primos y visito a mis suegros y mi cuñada. Además, en verano es fascinante porque la cantidad de talento venezolano que visita España y Europa es impresionante. Increíble. Eso me contenta mucho porque la presencia de compatriotas en las calles, en los negocios, en cada rincón de Europa es emocionante. Yo disfruto un tanto la soledad que me da la gira porque recorro las calles a mi gusto, me tomo el tiempo de un café frente al mar y siempre aparece un venezolano con una historia, una sonrisa conocida o queriendo una fotografía. Eso a mí me llena mucho.
—¿Con qué se va a encontrar el público en esta gira?
—Hay relatos de las últimas presentaciones que he hecho en el último año por el mundo. Hay rutinas que reflejan experiencias de estos viajes. De un largo tiempo para acá he sacado la parte política para viajar a otros espacios, pero probablemente en la cercanía del 28 de julio quién quita un cierre reflexivo en torno a lo que nos espera. Siempre desde lo positivo.
—La diáspora venezolana está en todo el mundo. ¿Cómo ha sido reencontrarse con sus compatriotas?
—Hace ocho años que no voy a Venezuela. Siento un respeto y una admiración profunda por los venezolanos que están en nuestro país y un respeto y una admiración profunda por los que están afuera. A mí me traslada y me hace viajar a una Venezuela distinta a la que conocí el contacto con los venezolanos por el mundo. Ver su capacidad de adaptación a los países adonde se han trasladado. Su empuje, su dedicación, su determinación por salir adelante, en algunos casos el dolor profundo que les ha significado salir de Venezuela y en otros casos la rebeldía increíble por no dejarse disminuir frente a las circunstancias. Yo he sido observador y protagonista de mi tiempo. Como ser humano que soy a mí la realidad me golpea, pero encuentro un alivio gigantesco cuando me rodeo con los míos en distintas partes del mundo.
—Usted es parte de esos más de ocho millones de venezolanos que emigraron. ¿Cómo vivió el proceso? ¿Cómo ha sido el empezar en otro país?
—Lo primero que he intentado y que es duro de procesar es no comparar el éxito y la trayectoria anterior con las posibilidades actuales. Es muy cruel montarse un piano a las espaldas de mirar lo que logré allá y mirar lo que tengo que empezar acá. Pero sí siento que el trabajo hecho me ha dado una base muy sólida para continuar adelante. Yo en lo profesional siempre he puesto los ojos en las 24 horas siguientes. Yo no soy una persona que intente imaginar dónde y cómo estaré dentro de un año. Yo trato de poner todo lo que esté a mi alcance en este instante y en las próximas 24 horas. Entonces, sí, hay dificultad y hay tierra fértil. Lo que hay es que seguir. Seguir.
—Muchas cosas han cambiado desde que se inició como comediante. ¿Cómo ve la comedia hoy?
—Si bien hay un dicho que dice ‘por eso estamos como estamos’, yo como trabajador del humor a lo largo de 32 años he escuchado muchas veces como respuesta de algunos a quienes hacemos comedia: ‘por eso estamos como estamos’. Y nunca se trató de pasar el día riendo, ni el día disminuyendo la realidad a un acto de risa. Sí se trata de la vitalidad y de la sanación que permite un tiempo prudente de humor, de ligereza, de reivindicación sarcástica o cínica a partir del humor. El humor es lo que nos permite abrir válvulas de escape para actuar con mente fría.
—Los tiempos también han cambiado y en la actualidad existe lo que llaman cultura de cancelación. Usted, además, hace comedia con sarcasmo. ¿Cómo lo ha vivido?
—Esto que llaman cultura de la cancelación proviene de la interconexión que ha permitido el mundo digital. Las redes sociales nos permiten opinar de absolutamente todo con todas las libertades que no queremos otorgar a los demás. Yo me he desempeñado en un mundo de censura, he crecido rodeado en lo profesional por un mundo de censura que al final me apagó de la televisión y de la radio en mi propio país y lo menos que recomiendo yo a la gente hoy y por siempre es que cedan sus espacios de libertad al gusto de los demás. Es imposible complacer a todos. Es imposible no herir a algunos. En la medida que nosotros cedemos a esto que llaman cultura de la cancelación, nos desdibujan como personas distintas que somos todos. Y pasamos a ser un rebaño de iguales.
—¿En el caso de Venezuela siente que haya cambiado algo con respecto a la censura?
—Siempre anteponiendo el respeto por las personas que viven en Venezuela que son la inmensa mayoría de los venezolanos, yo siento -a distancia- que la situación actual en relación con la libertad de expresión es peor. Se cerraron al mínimo los grifos de expresión. Siento que el venezolano con el paso del tiempo ha caído o encontrado la necesidad de hacer su vida, de que su familia y sus hijos pretendan la felicidad en la medida de lo posible sin desatender los cambios que todos deseamos. Sí hay un cambio, por supuesto, en la manera de ver el futuro. Hay un cambio también en la forma en la que nos enteramos de las noticias. Hay un cambio rotundo y ya se ha establecido que está en Internet.
—¿Ha podido seguir el trabajo de otros comediantes en Venezuela? ¿Cómo ve el futuro de la comedia en el país?
—En la escena nacional lo desconozco porque no estoy allá. He visto el trabajo de jóvenes comediantes que más bien apuntan a lo universal de los contenidos. Y eso me parece fantástico. Está el descubrimiento de lo cómico, de lo que produce risa en los tiempos de cada generación, que también me parece fantástico. Siento que el desgaste político de nuestro país específicamente ha marcado la ausencia, probablemente, de más comedia reivindicativa en lo social y en lo noticioso. Fíjate que no menciono lo político para no encasillarse ahí. Pero en lo social y en lo noticioso no encuentro muchas personas que estén haciendo el intento por abrir ese espacio con originalidad. Fuera de Venezuela hay muchos venezolanos que están haciendo un trabajo tremendo conectando con distintas culturas y nacionalidades y eso es algo cuesta arriba.
—Para nadie es un secreto que usted trabajó y de alguna manera formó a un grupo de comediantes venezolanos que hoy son reconocidos internacionalmente.
—En lo personal siempre he intentado rodearme de los mejores talentos. Incluso, de los talentos emergentes para cubrir plazas de trabajos en mis proyectos como guionistas, asistentes de producción o talentos al aire tanto en radio como en televisión. Eso en lo muy egoísta, en lo muy mío y en lo que necesito para un proyecto. Y es así como he ido escogiendo a cada persona que ha trabajado conmigo en el tiempo. Ahora, luego esas personas nacieron y crecieron con un talento que en su paso por nuestro trabajo en conjunto y por mi dirección en mis proyectos fueron creciendo y posterior a nuestro trabajo hicieron uso de lo que aprendieron, de lo que les gustó y de lo que no y van llegando tan lejos como pueden. Me siento muy contento porque los conocí en sus inicios y ahora los admiro y los aprecio a la distancia.
—Muchos han dicho que usted es muy exigente.
—La exigencia está en todo lo que yo hago. En mi forma de respirar. Yo siempre que escucho estas cosas me pongo a pensar porque me llega a la mente preguntarme si Elon Musk habrá sido una persona exigente o si Steve Jobs habrá sido un tipo muy blando o si fue exigente. Primero que nada con ellos mismos. Yo sí he sido muy duro, no solamente exigente, conmigo mismo a lo largo de mis años como profesional. Y he exigido y reclamado de quienes trabajan conmigo al menos eso. En ocasiones esa actitud te lleva muy lejos, en otras te genera algún tipo de dolor y te aleja de la satisfacción que te producen los pequeños logros. Pero en el camino largo, ves hacia atrás y dices: ‘De no haber sido así, no estaríamos donde estamos’.
—Usted también ha sido muy firme en sus convicciones. Eso le costó el cierre de sus programas. ¿Se arrepiente de algo? ¿Quizás de haber sido tan insistente en un cambio político en el país?
—El costo es alto, pero también la satisfacción de actuar en función de lo que crees que es correcto. Yo tengo dos vías. Lo primero es atender la educación que me dio mi familia y mi familia me educó en conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Y yo me fui por el camino de lo que creo que es bueno. Lo segundo es el sentido común. Yo he actuado en la vida personal y profesional movido por el sentido común y, en mi caso, me dijo que pusiera al servicio de mi país mis habilidades como comunicador para impulsar el retorno de la democracia y para abrir los ojos, probablemente, a quien tuviera una mirada sesgada. Y sí, estoy fuera, me quedé sin programas en mi país, pero estoy muy contento de haber hecho lo que hice porque otros se callaron, otros dijeron que ese no era su problema o que los artistas no hablan de política. Yo antes de ser artista soy ciudadano.
—¿Cómo ve la situación actual y la llegada del 28 de julio? ¿Es optimista?
—Lo primero que debo decir es que agradezco enormemente a cada persona que he visto acompañar a María Corina Machado y a todos los venezolanos de bien que están activos en su entorno de trabajo. A esas señoras, a esos señores que corren a los lados del carro de María Corina en lugar de quedarse en sus casas, a esas personas que le han preparado arepa y les han cerrado el negocio y a ese señor que le manejó la curiara, yo, desde España, les estoy eternamente agradecidos. Luego a María Corina, a quien tengo la fortuna de conocer y le estoy inmensamente agradecido por su persistencia y por la claridad de la lucha que sostiene. Ella no ha dado su brazo a torcer en ningún momento y creo que ha sabido escuchar cuando ha tenido que hacerlo y eso también lo agradezco. Me inspiran todos. Yo del 28 de julio espero todo. Espero un cambio. El inicio de un camino que tendrá dificultades, pero es mucho más lo que emociona que lo que preocupa. Cada quien es promotor del cambio en su entorno personal y en el uso de su tiempo libre. Luis Vicente León dijo que en estos días que las concentraciones eran menos masivas que las anteriores, pero eso tiene una explicación más larga que no daré ahora, pero el que entiende, entiende, por qué las dimensiones son diferentes. Pero también los corazones se han triplicado. Entonces, yo estoy positivo.
—Luego de tantos años fuera de Venezuela se mantiene conectado con el país. ¿Cómo lo hace?
—Yo moriré con Venezuela conmigo. Yo me fui de mi país y me lo traje conmigo. Yo escucho noticias del mundo, pero escucho mucho contenido de Venezuela. Venezuela está conmigo hasta mi último respiro. Pero, por otro lado, tengo familia. Tengo dos hijos y una esposa. Y no quiero ni que la nostalgia ni la tristeza afecten sus espacios, el derecho que tienen y que tenemos como familia a ser felices. Entonces, es necesario mirar hacia los lados y hacia adelante, pero sin abandonar Venezuela. Eso quiere decir que si el día tiene 24 horas, usted verá qué tiempo dispone para recordar, para proyectar o para participar en el cambio de nuestro país. Pero necesariamente tenemos que darnos un espacio para mirar el piso que estamos pisando y para aprovechar las oportunidades que en los respectivos países del mundo nos están dando.
—Su familia es un proyecto importante para usted. ¿Cómo vive el ser padre en estos tiempos?
—Mi esposa ha sido un apoyo tremendo en todo lo que hemos conversado. Ella es una persona de hermosos sentimientos, pero muy práctica (risas) entonces yo como buen creativo, soy mucho más sentimental y ella me complementa en ponerme en pie y encender todos mis motores. Mi esposa es increíble y es muy trabajadora. Mis hijos son mi razón de ser. Conectar a mis hijos con una Venezuela que no conocen es una aventura maravillosa. Conectarlos con el país de donde son y en el que viven, en este caso Estados Unidos, es un deber. De pronto se me abre un espacio en la vida diferente al del trabajo, que antes llenaba tanto de mi día. Pero también es una fortuna verlos crecer y verlos crecer como venezolanos fuera de Venezuela es maravilloso.
—Usted también se atrevió a confesar que sufría depresión. ¿Qué lo motivó hacerlo?
—En estos tiempos en los que hemos visto a grandes atletas confesarse deprimidos o atormentados por la presión también hemos visto a grandes artistas y figuras del mundo abrir su corazón de esa forma. Yo decidí hacerlo no porque esto sea una tendencia o porque eso te promueve de alguna manera en este mundo digital. Desde un principio, cuando comencé a hacer radio, una de las premisas que me puse fue que la gente me sintiera cercano. Que la gente me encontrara divertido un día, maduro otro día o muy infantil al día siguiente, como somos todos. En la radio y la televisión en la que yo empecé hace tanto tiempo, lo que se acostumbraba era que las personas rozaban la perfección. Yo me acuerdo que yo veía a un periodista y pensaba que era un genio, que sabía absolutamente todo o que no se deprimía nunca ni se emborracha nunca (risas). Después descubrí que sí, que todas las anteriores (risas). Entonces, yo encontré una oportunidad de conexión con la gente y que la gente me viera como uno más. De ahí proviene mi decisión más adelante. No de establecer un discurso de que Chataing se deprimió y de que se reinventó como coach. No. Solo que en esa historia que tengo con mi gente, de contarles lo mío, decidí contarles lo mío porque rodando por el mundo, comiendo arepas en una arepera con un muchacho que salió del país, me encontré que hay mucha gente pasando por esto en el mundo. Muchos venezolanos. Y yo tengo el alcance para decirles: ‘Me siento como tú’. Tu me vas a ver haciendo la gira por España procurando que la gente se ría en el teatro en Vigo, Canarias y Madrid. Pero 10 minutos antes de salir a ese escenario probablemente yo estaba llorando. Eso me pasa a mí y nos pasa a todos. Y eso no quiere decir que yo esté mejor o peor que los demás, pero me hace un ser humano.
—Si mira atrás, ¿qué le diría al Chataing de sus inicios?
—Yo le diría al Chataing de hace 32 años: ‘No te equivocaste. Valió la pena el esfuerzo, la disciplina y la constancia’. Todo lo vivido lo definiría con la palabra creatividad.