Carabobo, caminos de libertad es el nombre de la miniserie de nueve capítulos que dirige Luis Alberto Lamata, ganador en 1991 del premio a la Mejor Ópera Prima del Festival de Biarritz por Jericó, su película más aplaudida, también nominada al Goya como Mejor Película Iberoamericana.
Cada capítulo tendrá una duración aproximada de 40 minutos y se trata, en palabras del director, de “contar los caminos que llevan a esa batalla”.
El 24 de junio de 2021 se cumplen 200 años de aquella decisiva acción militar para la independencia de Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro, que desde la época del fallecido Hugo Chávez ha utilizado este y otros momentos de la historia para justificar sus políticas, pretende celebrarlo con varias actividades, entre ellas el estreno de la miniserie.
“Estamos haciendo el esfuerzo para llegar a esa fecha con los primeros capítulos. Sí estoy seguro de que se estrenará este año”, cuenta Lamata, que está trabajando en la preproducción. La transmisión será en los medios públicos nacionales.
Entre los personajes que aparecerán en la miniserie se encuentran Simón Bolívar, Pedro Camejo, más conocido como Negro Primero, un grupo de 14 mujeres que pelearon en la batalla y los realistas Miguel de la Torre y Francisco Tomás Morales.
Todavía no se conocen los nombres de los actores que integrarán el reparto. Lamata adelanta que en los castings han tratado de convocar a talento nueva o actores que tengan tiempo sin trabajar. En Caracas se han hecho audiciones en el Teatro Nacional y en Unearte. El último registro de asistencia es de unas 700 personas. “Estamos tratando de buscar la mayor cantidad de gente posible. Buscamos el talento que sabemos que está ahí”, dice.
Gran parte de la obra cinematográfica de Lamata es histórica, empezando por Jericó, que cuenta la vida de un fraile que trata de llevar el cristianismo a los indios en el siglo XVI. Otras del mismo corte son Bolívar, el hombre de las dificultades, protagonizada por Roque Valero, Taita Boves y Miranda regresa.
Sobre las críticas por trabajar al servicio del gobierno, recuerda que cuando comenzó su carrera en Radio Caracas, en 1982, siempre había alguien que le decía que lo que hacía era incorrecto: “Tengo 40 años de carrera y ya sé que lo que haces no necesariamente le gustará a todo el mundo. Entonces hago lo que quiero, no haré la película que otros quieren que haga. Haré la que quiero hacer”.
Está dispuesto, continúa, a trabajar con cualquiera que le proponga un proyecto interesante, ya sea el Estado o alguna empresa privada. “Siento que cuando alguien agarra a un Michelena, a Tovar y Tovar, Villanueva o Ramos Sucre y los etiqueta —diciendo que Villanueva era gomecista, que Ramos Sucre fue funcionario de Juan Vicente Gómez o, más cerca, que digan que Rajatabla era un teatro adeco—, se está viendo la realidad por un huequito. Yo agradezco a Villanueva. Puede que no coincida con sus pensamientos políticos, oye, pero gracias a Dios por Villanueva. Ver a veces el esfuerzo del Estado por ese huequito me parece mezquino”.
Entre sus proyectos pendientes menciona una producción basada en el libro de crónicas literarias Caracas muerde de Héctor Torres, una miniserie sobre Teresa Carreño y otra sobre Guaicapuro.
—¿Carabobo, caminos de libertad tendrá un estilo similar al de Bolívar, el hombre de las dificultades?
—Entiendo que te refieres a cómo te acercas o no a la verdad histórica. Pero la verdad histórica es siempre un término muy polémico porque, no importa el hecho al que te acerques, siempre hay interpretaciones. La historia es un relato que (aspiras) comprenda la verdad de lo que ocurrió. Esa palabra tan importante y alusiva. Siempre te encontrarás la palabra verdad. A veces es difícil saberlo, como el caso de un hecho contemporáneo: el ataque el Congreso de Estados Unidos. ¿Cómo saber exactamente qué pasó? Ahí los periodistas y los historiadores se acercan mucho a la verdad. Yo trato de que las películas se acerquen lo más posible a la verdad, que yo sé que es difícil de atrapar. Me interesa contar Carabobo y esas vidas lo más apegado posible a lo que podemos llegar a saber y comprender. Te confieso que en el cine, y siento que ocurre en muchas áreas, incluso el periodismo, en medio de la sociedad del espectáculo, la verdad ha perdido peso. En medio de los rumores, los fake news, las teorías de conspiración siempre se pierde algo de la verdad. Estamos viviendo un momento para preguntarnos el peso específico de lo que llamamos verdad.
—¿Por qué aceptó dirigir la miniserie?
—Por mi lado comenzó porque yo tenía un proyecto de largometraje sobre Negro Primero. Es un personaje que siempre me ha interesado. Aparentemente muchas personas lo conocen, pero pocos conocemos en realidad el arco de su vida. En algún momento me llamaron desde la Comisión del Bicentenario como buscando ese tipo de proyectos. Fue naciendo entonces, a partir de la comisión de los 200 años de la batalla, la posibilidad de la miniserie. Por supuesto que me encantó, me sedujo. Es un cine que me interesa.
—Laureano Vallenilla Lanz señalaba que la Guerra de Independencia había sido una guerra civil y no internacional. ¿Usted qué opina?
—De alguna manera lo fue. Es decir, la Guerra de Independencia es una guerra compleja que al inicio era sobre todo una respuesta independentista del mantuanaje, que se sentía desplazado del poder político. Tenían el poder económico pero no el político, que seguía en manos de España. Esa visión de alguna manera llevó a la derrota de las dos primeras repúblicas. La tercera tiene un cambio fundamental, es el que precisamente tratamos de contar en El hombre de las dificultades: ellos comprenden que la independencia o es una revolución social que incluyera a pardos, esclavos y hasta las comunidades indígenas o no vas a revertir la situación colonial. Eso en la miniserie de Carabobo de alguna manera lo expresamos. Ahí está toda Venezuela en sus clases sociales, en sus regiones, ahí está la gente de los andes, los llanos, oriente, está todo el país. Pero todavía en el bando español, al momento de la Batalla de Carabobo, había una parte de la tropa integrada por venezolanos nacidos en Venezuela, pero que peleaban por el rey. Entonces sí, de alguna manera fue una guerra civil insertada en un contexto geopolítico que también la convierte en una guerra de independencia fundamentalmente. Pero ese componente social del que habla Laureano Vallenilla Lanz la verdad es que existió. Aunque sería un error, como suele ocurrir en la historia, que lo veas solo por ese huequito. Porque dejas por fuera otras connotaciones muy importantes.
—Usted ha dicho que de niño nunca vio a Bolívar, Sucre o Negro Primero en pantalla, al igual que la Batalla de Carabobo. ¿Es importante mostrar la historia en el cine?
—Siento que sí. En estos días recordaba que de niño veía televisión y me impactó mucho Daniel Boone, un personaje de la historia norteamericana. Hay un Daniel Boone que hizo la productora de Walt Disney que me encantó, me emocionaba enormemente. Pero no tenía referencia de la historia de mi país. Me hubiera encantado tenerla. Así como me enamoré de Boone estoy seguro de que me hubiera podido enamorar de cantidad de personajes de nuestra historia que son muy interesantes. Siento que un país que no tiene memoria a través de lo audiovisual pierde mucho de su identidad. En definitiva, con los ladrillos de la memoria uno construye la esperanza del porvenir.
—¿Eso de todos modos no tendría alguna connotación política?
—Fíjate, la política está en todo, pero no todo es política. La vida es mucho más que la política, pero la política siempre está en todo. De alguna manera te encuentras con ella. Sin embargo, en definitiva creo que la única lección de la historia es una lección de humanidad, de respeto por hombres y mujeres luchando por un futuro mejor. Ese es el gancho que me atrapa respecto a la historia: tiene sentido a medida que apuntas hacia el futuro.
—¿Cuánto es el presupuesto para la miniserie? ¿Cuántas personas están involucradas? ¿Qué productoras participan?
—El presupuesto está en construcción porque queremos hacer la mejor miniserie posible, en circunstancias en las que no hay muchos recursos. Tratamos en lo posible de que esos recursos rindan al máximo. Estamos, como decía, en la preproducción. Aún estamos ajustando el guion y en este proceso de casting masivo. Son apenas los primeros peldaños.
—En Venezuela producir cine es cada vez más complicado: el CNAC no puede financiar proyectos y la deuda con Ibermedia ha amenazado la coproducción. ¿Cómo es hacer cine en Venezuela tomando en cuenta la situación económica?
—Si miras la situación es muy difícil para todo el mundo, incluso en el ámbito internacional. Hay cantidad de proyectos que han parado por la pandemia. Estamos tratando de prever todo. El cine en Venezuela, y no me refiero solo a los últimos 20 años, siempre ha tenido momentos difíciles y momentos en los que ha soplado el viento a favor. Digamos que a lo largo de estos años que tengo bregando por hacer lo que me gusta he conocido buenas y malas temporadas. Lo que sí es un hecho es que en los últimos 20 años por primera vez se aprobó una ley de cine más viable, que estableció un esquema de producción interesante. Porque tenías el CNAC, donde presentas proyectos autorales, y por otro lado tienes una productora del Estado. Y siempre queda la posibilidad de hacer cine independiente. Pero claro, todo eso está barrido por la circunstancia económica difícil y por la pandemia. Lo importante es que se quieran hacer cosas, y por ese lado saludo esa iniciativa de la Comisión Bicentenario de pensar en una manera de conmemorar el evento a través de una producción audiovisual.
—En el país recientemente surgió una iniciativa para poder tener acceso al cine venezolano: CineMestizo, suerte de Netflix de películas nacionales. ¿Qué opina usted de esta plataforma? ¿Qué opina del streaming?
—Creo que es interesante que existan. Lo digo no solo como realizador, sino incluso como espectador. Porque te abre la posibilidad de acercarte a muchas otras cinematografías. Es normal que ocurra que cada una de esas plataformas distribuya y produzca con base en unos principios que tienen que ver con ciertos parámetros ideológicos, a veces más amplios, a veces menos amplios. Eso es inevitable que ocurra. Siento que debemos aspirar a que nuestras producciones venezolanas lleguen a esos canales de streaming.
—¿Le teme a ver películas en un smartphone después de tantos años trabajando con la pantalla grande?
—Me pones en una situación con un brete complicado. Porque yo no quiero dejarme ganar por la nostalgia de algo que me gusta mucho. Para mí la experiencia de ver una película fuera de casa en pantalla grande, compartirla colectivamente con un grupo de espectadores, salir de la sala a tomarme una cerveza o un vino es algo por lo que siento una nostalgia enorme. Pero no me quiero dejar ganar por esa nostalgia. Porque me paraliza. Uno cambia y tienes de alguna manera que adaptarte a eso. Me sigue pareciendo criminal ver una película en la pantalla de un teléfono, yo no lo hago, pero debo entender que mucha gente lo hace. Yo nunca he tenido prejuicio con la pantalla de la televisión, he hecho televisión desde que me inicié. Entonces respeto mucho esa pequeña pantalla.
—¿Ha visto Once Upon a Time in Venezuela?
—No la he visto. Tengo mucho interés. Pero con este corre-corre de la preproducción no he tenido oportunidad de verla.
—En enero se cumplieron 20 años de la llamada revolución cultural impulsada por Hugo Chávez, que pretendía llevar la cultura al pueblo, porque en aquel entonces la consideraba dirigida por élites y para las élites. ¿Qué ha sido la cultura estos últimos 20 años? ¿Ha habido aportes?
—Pienso que ha habido aportes importantes, sobre todo en esa noción de que la cultura debe abrirse a todo el país y que debe tener un torrente popular. Eso es importante y se manifiesta en muchas cosas. En el caso de la miniserie de Carabobo, por ejemplo, todo lo que es fusiles, materiales de cuero, uniformes, botas, toda esa confección, está hecha por artesanos populares. El hecho mismo de hacer estos castings abiertos trata de buscar talentos que de otra manera se hubieran perdido. Por eso queremos ir a Barlovento, por eso el interés de tener ese mismo casting en varias zonas del país. Llegar a oriente, occidente, el equipo de casting trabaja con ese foco.
—¿En los 80 y 90 no incluían a los ciudadanos?
—Te lo digo de primera mano porque lo viví como realizador. Ese tipo de casting abierto, popular, nunca lo hicimos en los canales. Tú trabajabas con la gente que se acercaba al canal. Pero puedo decir que aquella televisión era víctima de un racismo soterrado muy particular. Hasta mucho tiempo después no hubo un protagonista afrovenezolano. Había grandes actores, como Tomás Henríquez, uno de los mejores actores con los que trabajé, y no hacía de protagonista. Y si agarrabas las cuñas era difícil encontrar personajes afrovenezolanos. O sea el mundo de las cuñas era un mundo de gente blanca. Eso no reflejaba lo que era el país y era producto de prejuicios ocultos de ese racismo tan particular que había. Siento que eso es algo que hemos logrado vencer y eso me parece positivo.
—¿Dirigir una miniserie para el régimen de Nicolás Maduro es contribuir a lavarle la cara a figuras señaladas por la ONU de violar los derechos humanos?
—Los venezolanos estamos obligados a superar esta situación política tan crispada. Tenemos que tratar de remar todos hacia una normalidad política y cultural donde existan las diferencias y los encontronazos. Pero tenemos que recuperar una sociedad viable. Ese es un esfuerzo que debe venir de todas las partes. Aquí ha habido, y a eso hay que ponerle un parado, una agenda violenta desde muchos ángulos. Me refiero a que se ha llegado al extremo de plantear la posibilidad de una invasión, de empujar al país a lo que yo llamo un futuro sirio, un futuro de destrucción civil como lo ocurrido en Siria, Irak, Libia. No quiero eso para Venezuela. Quiero que de alguna manera todo el mundo le baje tres y pensemos en construir un país con diferencias, con visiones encontradas. Pero un país viable.
—¿Usted simpatiza con las ideas de Hugo Chávez y Nicolás Maduro?
—Creo que cualquier cosa que construyamos los venezolanos a partir de ahora tiene que tomar en cuenta una visión de justicia social y de reivindicación popular, que vienen con Chávez y que están en la Constitución. En todo este proceso siento que tenemos algo que vale la pena leer y releer, y es esa Constitución vigente. Porque ahí están planteados la democracia, la libertad, la justicia y el respeto a los derechos humanos de manera muy clara.
—¿Pero es independiente al momento de dirigir? ¿Existen imposiciones?
—Yo ya he tenido la oportunidad en distintas ocasiones, incluso con distintas instituciones, de hacer proyectos con el Estado. Nunca nadie me ha dicho quita este parlamento, no incorpores este personaje, no uses este actor porque de repente tiene ideas de oposición. Nunca me ha ocurrido. Incluso, si ves esas películas, te darás cuenta de que siempre ha habido actores de muchas tendencias políticas.