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«Luchar contra la dictadura no era una opción, era un deber»

Hace 60 años Rafael Cadenas, Perán Erminy y Chelique Sarabia integraron el movimiento disidente que se enfrentó contra el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Entregados a la idea de restaurar la democracia, sufrieron los horrores de la persecución, la tortura y el exilio

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Con la intención de prolongar su mandato, Marcos Pérez Jiménez convocó a un plebiscito para diciembre de 1957. Las manifestaciones estudiantiles y las protestas en las calles se intensificaron meses antes de esa elección. El descontento era masivo y el resultado ya estaba cantado: el dictador no ganaba con votos. Un fraude orquestado por el Consejo Nacional Electoral de la época le permitió terminar ese año como presidente de facto. El destino, sin embargo, giraría su curso para 1958.

Chelique Sarabia, Perán Erminy y Rafael Cadenas comparten su testimonio de esos días. En la lucha contra Pérez Jiménez, los jóvenes del momento desempeñaron un rol protagónico, fundamental. Muchos fueron víctimas de las más atroces vejaciones por parte de los esbirros del régimen, centralizados en los pabellones de la Seguridad Nacional. Persecución, encarcelamientos, torturas y desapariciones políticas fueron parte de los riesgos a los que se enfrentaron mientras conspiraban por la restauración de la democracia.

El vals del dictador

A los 14 años de edad Chelique Sarabia se unió al movimiento estudiantil que luchaba contra la dictadura de Pérez Jiménez. En ese entonces llegó a Caracas con el fin de estudiar Petróleo en la Escuela Técnica Industrial, que funcionaba en la Ciudad Universitaria. “En los talleres y laboratorios no solo construimos el transmisor de una emisora clandestina que transmitía consignas antigubernamentales, sino que también nos convertimos en expertos fabricantes de bombas molotov”, recuerda.

Pero mientras conspiraba también hacía música. Fue así como llegó a formar parte del Conjunto Cantaclaro, que acompañaba a Magdalena Sánchez, la figura estelar del momento, la favorita de las fiestas que se celebraban en honor del dictador. “Mecorrespondía iniciar el baile interpretando el vals ‘Conticinio’, para que el presidente y su esposa, doña Flor, hicieran su entrada triunfal”. Es así como Sarabia conoció al bachiller Castro, uno de los jefes de la temida Seguridad Nacional.

En una madrugada de octubre de 1957, el internado de la Escuela Técnica Industrial fue allanado y trasladaron a los estudiantes a la policía, en la esquina de Las Monjas. “Después del interrogatorio de rigor nos llevaron a la Seguridad Nacional, donde nos recibió Castro, quien al verme se sorprendió y me dijo: ¿Qué haces tú aquí?, ¿tú no eres músico? Luego de unos días en prisión, donde fui moderadamente torturado, me enviaron junto con dos compañeros exiliado a la isla de Curazao”.

Sarabia regresó a los pocos días al país, por Nueva Esparta, en un barco que traía un contrabando. En Caracas fue detenido nuevamente en una manifestación en el portón de la UCV y por instrucciones del bachiller Castro lo enviaron al Retén de Menores de Los Chorros. “Ahí estuve hasta el propio 23 de enero, cuando nos escapamos y nos fuimos a la sede de la Seguridad Nacional a rescatar a los compañeros mayores de 18 años de edad. Fui testigo presencial del nacimiento de la democracia en Venezuela”.

Perseguido

“Yo nací preso”, dice Perán Erminy al remover los recuerdos familiares. En la época de Juan Vicente Gómez, a su casa entraron a patadas y sacaron a su papá inconsciente, con un rastro de sangre que recorrió toda la calle. Ese momento lo dejó marcado para siempre.

“Conozco sopotocientas cárceles, pasé gran parte de mi vida preso. Nunca fui un tipo de extremismo político, mi lucha siempre fue por las ideas”, asegura el pintor y crítico de arte. Siempre estuvo del lado contrario de los militares. Fue apresado cuando el golpe contra Rómulo Gallegos, su casa fue allanada y perdió gran parte de sus cuadros. Siempre subversivo, en el arte y en la política, fue expulsado del país en 1948 y permaneció exiliado hasta 1956.

Cuando regresó a Venezuela se incorporó a la lucha clandestina contra la dictadura. Un año después fue arrestado y se le recluyó en la cárcel de El Obispo. Como muchos presos políticos, fue liberado el 23 de enero de 1958. “En la cárcel compartí con muchos intelectuales. Nos torturaban ferozmente. Pero todos teníamos la certeza de que luchar contra la dictadura no era una opción, era un deber”.

Tres dictaduras

“Como varios estudiantes tomamos la universidad que funcionaba en el hoy Palacio de las Academias, nos detuvieron, nos llevaron al Obispo, cárcel de presos comunes, luego nos pasaron a la Cárcel Modelo. Allí estuvimos creo que cinco meses y después nos exiliaron, a mí a Trinidad, entonces colonia británica, y a los demás compañeros a otros países”, cuenta el poeta Rafael Cadenas.

Recuerda que a mediados de los años cincuenta la dictadura creó dos campos de concentración, Guasina y Sacupana, donde enviaba a los líderes de la disidencia. “Como todas las dictaduras, aquella fue criminal, perseguía, torturaba, asesinaba a dirigentes y militantes, sobre todo de Acción Democrática y del Partido Comunista. Cuando cayó, gracias a la resistencia y al apoyo de un sector del Ejército y la Marina, el dictador huyó cobardemente con una maleta llena de dólares que le permitió una estancia a cuerpo de rey en España”.

Cadenas enumera las tres dictaduras que le ha tocado vivir: “En mi infancia la de Juan Vicente Gómez, en mi juventud la de Marcos Pérez Jiménez y en mi vejez, la actual, que se diferencia de las anteriores porque aquellas no se presentaban como democracia y esta sí lo hace, aunque su proyecto es totalitario. Quisiera hablar un poco más sobre lo que está pasando, pero eso desborda mi pobre español, idioma que no termino de aprender”.

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