Durante un encuentro con la prensa en abril de 2017, Damon Lindelof, que venía a hablar del fin de The Leftovers, se enfrentó una vez más al fantasma que le persigue en cada esquina: ¿sentía miedo o presión de que esa serie terminara de una manera controvertida o decepcionante como Lost?
Los detalles entre el tenso intercambio que se dio entonces entre una periodista y el cocreador de Lost no tienen mayor importancia. Pero ese momento fue un ejemplo perfecto de cómo un final polémico puede mancillar el legado y enturbiar el significado global de lo que fue sin duda un fenómeno histórico de la pequeña pantalla.
Mañana se cumplen diez años de aquel recordado, para bien o para mal, cierre de Lost. Una serie que comenzó con un grupo de supervivientes en una isla desierta y que acabó convertida en un laberinto de misterios y sorpresas que resultó excitante y cautivador para muchos y frustrante y un timo para otros tantos.
«The End»
Así se tituló el último episodio de Lost, que se emitió en ABC el 23 de mayo de 2010 y que cerraba 6 temporadas y 121 capítulos.
La expectación en todo el mundo era tal que, por ejemplo, en España la cadena Cuatro hizo un fabuloso esfuerzo contra reloj para emitir al amanecer y pocas horas después de su estreno en EE UU ese capítulo final con subtítulos en castellano (y algunos errores técnicos por las prisas).
La clave de «The End» era simple: ¿podrían los responsables de Lost explicar los infinitos misterios de la serie?
Y es que Lost engatusó al público con giros inesperados y asombrosos enigmas entre lo aventurero y lo filosófico (cómo olvidar el oso polar o el humo negro…).
Pero llegó un punto en el que había tal cantidad de cabos sueltos que cada vez eran más los que pensaban que a los guionistas, que habían insistido en que los interrogantes serían resueltos, se les había ido la broma de las manos.
El final de la serie (con la famosa teoría del purgatorio) no finiquitó el debate sino que agrandó aún más en la brecha entre los creyentes de la fe de Lost y los escépticos que consideraron que todo había sido una gigantesca tomadura de pelo.
Muchísimas cosas han cambiado desde entonces en la pequeña pantalla (éxito de las plataformas digitales, declive de los canales tradicionales, multiplicación de la oferta televisiva, el peso de las redes sociales…), pero el cierre de Lost sigue nadando entre la controversia.
«A corto plazo, el episodio final de Lost se emitió y todo lo que escuché fueron respuestas positivas», defendió Lindelof en 2017.
«La serie fue nominada al Emmy a mejor serie dramática y el capítulo final, que todo el mundo dice que fue terrible, fue nominado por su guion y dirección a los Emmy. Dicho todo esto, ver televisión es una experiencia muy enigmática. Igual que uno cae enamorado a otros les puede romper el corazón», añadió.
Mal está lo que mal acaba
Lost no es la única gran serie que se ha visto afectada por el estigma de un final en falso.
Justo hace un año culminó su travesía otro hito de la televisión, Game of Thrones, y lo hizo con un episodio y una temporada finales rodeados de tanta polémica que hasta hubo una petición online para que se volviera a rodar la octava temporada por completo.
Otro ejemplo paradigmático fue How I Met Your Mother, una comedia que, pese a que basaba todo su artificio narrativo en la misteriosa identidad de la madre, al final hizo una pirueta tramposa para reunir a Ted (Josh Radnor) con Robin (Cobie Smulders).
Internet está lleno de listas de fans con los peores finales de series de la historia, una relación en la que nadie quiere estar pero en la que aparecen producciones del calibre de Seinfeld o Dexter.
Pero no todo son finales agridulces en la televisión, ya que también hay muchos ejemplos de todo lo contrario.
Six Feet Under, Breaking Bad, The West Wing, Mad Men, The Wire o The Americans, por citar solo algunas, son casos de grandes series que terminaron en plenitud de facultades y con un brindis por todo lo alto.
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